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Capítulo 2

[...]

“¡Madre mía!” Susurré al ver su casa. La entrada era como un castillo tenía dos torres a los lados hechas de piedra, la puerta era de acero fino con diamante puro y los caballos del potrero se podían oír relinchar.

Alfred nos abrió las puertas del automóvil y ambos bajamos de él. Luego su chofer volvió a prender el auto y por estar observando la mansión del jefe no me había dado cuenta que estaba marchando—¡Hey! Alfred espera...Necesito que me lleves a mi departamento.— grite al darme cuenta que se iba. Volteé al escuchar.— Señorita Cristina. Lamento decir que usted no va a ningún lado hoy—expresó el jefe Markle mientras el ama de llaves le abría las puertas de su grande mansión y apenas verla le ordenó.—Leticia por favor, acomode a Cristina en un cuarto junto al mío.— su tono frío e hiriente de voz claro que utilizó y después a su despacho se retiró.

Mi cabeza estaba a punto de estallar. No entendía nada ¿Pensé que me odiaba? ¿Y ahora quiere que duerma con él? Este tipo cada vez me sorprende y me intriga más.

Leticia obedeció sus órdenes al momento. La seguí. Subimos unas escaleras que estaban enfrente de la entrada principal y al finalizar los escalones había dos pasillos uno conducía al lado derecho y el otro al izquierdo. El ama de llaves dobló a la derecha y yo la seguí y mientras caminábamos por el pasillo me entró la curiosidad.

—Señorita Leticia ¿Cómo cuántas habitaciones tiene este lugar?—pregunté sin pensarlo. La imprudencia en mí a veces la odio tanto.

—Creo que esa cifra no podré decirsela con total exactitud. La casa de los Markle es inmensa, pero... por mis años aquí, calculo como unas quince habitaciones señorita Cristina.—respondió amablemente Leticia mientras caminaba delante de mí. —llegamos, está será su habitación ¿Quiere cenar algo?—preguntó al abrirme la puerta de mi habitación.

«¿Qué? ¿Quince habitaciones? Y en mi departamento el cuarto queda en el mismo lugar que la cocina» Pensé.

—¡Oh! No gracias, no tengo hambre—le respondí sonriente mientras ocultaba mi asombro por lo dicho. Ella se retiró dejándome la llave de la habitación.

Entré a la habitación y al instante me paralice por lo hermosa e inmensa que era, su color rosa suave le daba armonía y paz al lugar y al tirarme a la cama puede apreciar las suaves plumas que posaba dentro del colchón ¡Lo quiero para mi cuarto! —Grité con emoción. Aunque pensándolo bien, mejor no. No entrarían en mi pequeño departamento el cual sólo tiene un cuarto donde también queda la cocina ¡Cabe resaltar!

¡Dios! En serio no sé de qué me sirve ser la mejor guardaespaldas de New york, si no me alcanza para pagar un departamento digno para vivir. En fin. El inmenso televisor también me cautivo, y el grande estante de libros a la derecha me enamoro. Había una ventana dónde se podía apreciar el potrero ¡Era mi sueño de habitación!

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