—¿Puedo sentarme? Mi asiento lo tiene una señora con su nieto. No he querido levantarla —me habla una voz masculina.
—Sí,claro.El hombre de camisa azul de lino se sienta en silencio a mi lado.—Gracias. —Soltó el aire.Llevo más de dos horas esperando en el aeropuerto JFK de Queens al sureste de la ciudad de Nueva York. Un retraso en los vuelos me termina de dañar mi ya arruinada víspera de Nochebuena. Hoy,22 de diciembre, estoy oficialmente soltera. Botada y desechada como ropa diluida. Cuando pienso las cosas y cómo pudieron haber sido con Reed, mis ojos me traicionan y se dejan convencer por las putas lágrimas. Hace unas semanas era lo que se podría llamar feliz, amada —al menos desde la parte física—, exitosa y codiciada. Era una mujer realizada y envidiada. Yo, María López, con mis veintisiete años, tenía al hombre perfecto a mi lado, un trabajo en el buffet de abogados más próspero y solicitado de la ciudad, sin hijos que me esperaran en casa y me pidieran comida o tiempo, tiempo que he empleado en sacar beneficio a todas mis contrataciones y negociaciones. Para muchas soy considerada como una mujer fuerte y fría la mayor parte del tiempo.Me vale madres lo que opine la gente. Seré frívola, pero pocas han alcanzado los logros que tengo.Mi apartamento —aunque es alquilado, hice muchas modificaciones— es como un play. Todo en granito y madera preciosa. Me he dado los gustos que siempre quise en estos últimos cinco años desde que fui ascendida como abogada jefa. Soy la segunda en el buffet. Todo lo he ganado a base de sacrificios, trasnochos y sin tener que dar mi cuerpo para conseguir nada.Mi inteligencia es más que suficiente. Claro que eso no significa que en realidad sea frívola. Me gusta el sexo. Sé lo que me gusta y lo que no. Conozco mi cuerpo, cada centímetro, cada lugar donde mis sensaciones son más intensas. Sé cómo excitarme y cómo enloquecer a un hombre.Ahora divago en un asiento de avión de camino a Santo Domingo, de camino a un futuro desconocido.Reed me acusó de injusta y descarada, de fría e intensamente reservada.Me dejó. Mi novio de hace tres años cortó conmigo hace unas dos semanas. Me propuso matrimonio, y yo entendía que no era el momento. Sigo entendiéndolo, lo creo aún. A pesar de eso, en contra de mis principios, acepté.—Soy Julio —se presenta el hombre a mi lado.—María —me presento sin mirarlo. Ruego al cielo que este viaje acabe rápido. Necesito ya pisar tierra caribeña. Se escucha la voz del capitán, quien informa que despegaremos en cinco minutos.—¿Por negocios o por placer? —escucho que me pregunta el hombre. —Placer. Bueno, más bien no es por placer, sino necesidad. —Saco de mi cartera los auriculares y busco las canciones en mi playlist.—¿Necesidad de placer? Soy bueno complaciendo.Cómo dijo esas palabras hace que lo mire.Es un hombre entrado en los treinta de tez oscura, pelo castaño claro y ojos color miel. Sus labios son carnosos y dibujan una sonrisa lobuna. —¿Pasé la inspección o todavía me falta? —inquiere con la ceja izquierda arqueada.El color rojo del sonrojo sube a mis mejillas. Tengo veintisiete años, no debería sentirme bochornosa ni nada semejante. He tratado con hombres más atractivos. No sé por qué me siento como una novata, ya no soy una niña. Mi reacción ante este hombre es similar a la que tuve en mi pubertad ante ciertos chicos atractivos que me habían gustado, pero no me atreví a hablarles. Julio no tiene nada de niño bonito. Al contrario, tiene más de treinta, mide más de un metro noventa y posee una figura musculosa y rasgos muy bien definidos. Sí, esa camisa marca su cuerpo y sus piernas largas casi rozan el asiento delantero.—Faltaría contacto físico para pasar la inspección.Si este viaje dura más de dos horas, terminaré con este hombre cogiéndome en el baño, noporque la atracción sea atroz, sino porque en el estado en que me encuentro cualquier gesto puede provocar sacar a Reed de mi ser por completo.Humedezcomis labios mientras saboreo los de él en mi mente.Sus ojos sonríen. Se gira, mira al frente y da por terminada nuestra conversación. ¿Él da por terminada la conversión?—Cobarde —murmuro. La decepción ocupa mis labios.—¿Qué dijiste? —cuestiona sin mirarme. —Nada.«Estúpido que provoca y no tiene agallas para continuar». Un completo desconocido tiene la destreza de hacerme desear tener sexo en el baño de un avión.Este tipo de relación momentánea es perfecta para mí.Perfecta en este instante.Hace unas semanas me hubiese cohibido y colocado los auriculares de inmediato. En cambio, aún los sostengo como si estuviesen dañados.«No tengo esposo ni hijos. De hecho, nadie que ocupe mi tiempo». Eso me repito desde que Reed me dejó hace unas semanas. Puedo ser feliz sola.Observo mi reloj Versace; son las 7:00 p.m.En ese mismo momento despega el avión. Mi madre me espera, ansiosa y deseosa de preparar mi boda con Reed. Voy a destruir sus sueños: le diré que no habrá boda en un largo tiempo. Su única hija no pudo mantener una relación lo suficiente para casarse y tener hijos hermosos. Ya comienzo a oír sus palabrotas desde ahora en mi cabeza. Ella se enloqueció de alegría cuando se enteró de que el hombre con el que llevaba tres años de relación se me propuso. Mientras Reed estaba de rodillas, me detuve a pensar si quería pasar mi vida con él. Después de haber evaluado todos los pros y contras de una relación matrimonial, decidíque no sería tan prudente. Le planteé casarnos en un año, a lo que él respondió con una boda en seis meses para que yo tuviera menos oportunidad de arrepentimiento.Quedamos en seis meses y una boda sencilla. Los invitados no me molestaban. Ambos teníamos poca familia y amigos. Yo solo tenía a mi madre y a mi abuela Ina.«No hay amigas ni amigos en la vida de María López», me recuerdo con sornaNinguna mujer congenió conmigo hasta el punto degenerar una amistad.No soy de discotecas ni de spas.A pesar de ganar suficiente dinero como para haberle remodelado la casa a mi madre y tener un Volvo de 2014, encuentro las salidas nocturnas sinsentido. Tengo metas claras que no puedo cambiar ni me interesa hacerlo. Todas terminan“soltándome en banda”, como dicen en mi país.Claro que tanto cuidarme y alejarme de los demás solo ha hecho que esta ocasión sea más solitaria y dolorosa de lo que en realidad necesito.«Lo que necesito es un buen trago de brandy», me dice una voz en mi interior.No acostumbro a tomar. No suelo perder el control de mis emociones, pero ahora me siento más que devastada como para perder los estribos. Veoa la joven azafata pasar por cinco asientos más adelante del mío. Espero se acerque para solicitarle un trago. Quizás eso tranquilice mis ansias locas de llorar o de tener sexo. En su defecto, tener sexo y luego llorar cuando ya esté sola. ¡Que miserable me siento!Sé que no soy la típica mujer que espera casarse y tener hijos, progresar en familia y esperar envejecer juntos. Quizá no por ahora. A lo mejor mi destino es estar sola hasta los treinta y cinco y adoptar un bebé gordo y hermoso que me haga compañía.La tristeza se ha apoderado de mí en ocasiones al ver a compañeras de oficina con sus hijos y esposos. Es el sueño del 80% de la población femenina. No creo que eso sea lo que me haga feliz. Mi felicidad la encontré en los juzgados y en las presiones del trabajo día a día, en escalar puestos y lograr hacerme con una posición que me satisfaga y nutra, en trazarme retos y demostrarle al mundo que una latina puede ser capaz de lo que le dé la gana, como los proyectos que alcancé hace poco.Aunque reconozco todo esto de mí misma y sé la mierda de la que estoy hecha, no merezco un final como ese. No merezco mentiras ni faltas de consideración. A los días de aceptar que nos casaríamos en seis meses, después de darme su palabra y estar de acuerdo con mi opinión, después de ceder y sin querer casarme, acepté su propuesta.¿Y qué hizo él? Meterme el pie para que cayera. Afirmó que acepto sobornos cuando yo misma sé que él es quien ha aceptado en más de una ocasión “incentivos” por debajo de los gastos establecidos por el buffet.Reed sabe cómo cojea la justicia. Con ocho años en el buffet, conoce toda clase de personas y amarra a la clientela. Él sabe dónde flaquea cada fiscal y cada juez. Conoce a todos los del estado y a los que no los manda a investigar. Tiene contactos. Les cae bien a todos a pesar de ser más fiero que yo. Sin embargo, esos que están a su alrededor no se lo pueden ni imaginar. Sabe cómo hacer sus cosas. Eso fue lo que me atrajo de él; sus técnicas y tácticas para conseguir lo que quiera. Puede robarle un dulce a un niño y convencer a la madre de que el niño se lo regaló.Él es así. Los primeros años la pasión era como estar en una telaraña. Yo era el bicho que no podía escapar. La pasión desenfrenada…Él me excitaba hasta el infinito. Calentaba y encendía mi libido con tan solo una mirada. Cada vez más potente, más fuerte, más de Reed. El contacto físico y la atracción que sentíamos el uno por el otro era lo más real en nuestra relación. Eso me hundió.—Señorita, ¿podría traerme una copa de brandy? —Contemplo a la mujer.Ella hace un gesto poco disimulado; se come con los ojos a mi compañero de viaje. Debo reconocer que él no está mal. No es una belleza típica sacada de novelas griegas ni mucho menos. Es más al estilo Damon de la serie vampírica. Sabes que está bueno, pero es su presencia y personalidad oscura son las que lo hacen más atractivo. Levanto los ojos hacia arriba. «Que descarada». Hace años me di cuenta de que lo mío con Reed era solo algo físico, no había amor desinteresado por ninguno de los dos. Llevábamos mucho tiempo saliendo y viéndonos, pero no lo amaba como ese amor que mis abuelos me enseñaron.Era un beneficio tenerlo como pareja. Un abogado exitosamente rico con una reputación de miedo. Ganaba cada caso asignado. Era un buitre en cuanto a ejercer su profesión.Era perfecto para mí. Ahora sé que ahí radicaba nuestro problema. Era muy similar a mí. Tal vez en otro momento de mi vida pudimos haber sido muy felices.Ahora me tomo quince días de descanso de tanta voracidad laboral y me escapo a mi hogar con un hombre odioso y petulante como acompañante en un vuelo de unas casi tres horas, quizá menos. ¿Cómo explicarle a mi madre, Virginia, que su hija arruinó sus planes de una futura y esplendorosa boda? ¿Cómo le digo que no tendrá nietos al menos en cinco años más? Quizás entonces decida hacerme el invitro y tener a mi único hijo sola.—Aquí tiene, señorita —comenta la azafata al entregarme el trago y otro vaso con varios cubitos de hielo.Le sonríe a Julio.—Zorra —murmuroa la vez que intento disimularlo con una tos.La azafata, después de demostrar que tiene todo su potencial en las tetas y no en el cerebro, desiste de coquetear con el hombre a mi derecha y se marcha contoneando las caderas en exceso.Me dedico a mirar por la ventana para evitar soltar una palabrota y explicarle con cucharita a esa tonta que ese hombre no está en ella.Es una joven hermosa, tal cual buscan las aerolíneas en las azafatas.Rubia con presumibles extensiones de cabello, ojos cafés y boca en forma de corazón. Es atractiva y coqueta. Le debo el voto de apreciación.De repente, se oye la voz de la azafata detrás del altavoz.—Buenos días, señoras y señores. En nombre de Quisqueya Airlines, el comandante Josua y toda la tripulación, les damos la bienvenida a bordo de este vuelo con destino a Punta Cana, República
¿Había escuchado bien?—¿Cómo dices? —pregunto para cerciorarme de que el brandy no hizo de las suyas con mi cerebro.—No fue producto de tu imaginación —me confirma.¿Será que le habré dado una señal errónea a este espécimen de macho semental?Pienso en cada una de las preguntas y comentarios que nos hemos hecho en la última hora…Ningún indicio.La voz del brandy me habla para decirme que es la oportunidad de disfrutar sin complicaciones.Este hombre que me mira expectante solo quiere una noche conmigo. ¿Qué tan grave podrá ser considerar esta oferta?—Te propongo lo siguiente: te quedas conmigo en mi villa…—Detente ahí mismo —interrumpo su muy elaborado plan.Este hombre debe estar loco si piensa que voy a acostarme con él así sin más. Una hora en un avión y ya cree que me atrae.Ok, sí lo hace, pero no tenía porqué saberlo.—No va a gustarte si no me dej
—Perfecto. —Bebe el sorbo restante de su trago—. Vamos, nos espera Jonathan.—¿Quién? —Me levanto del asiento. El brandy se había apaciguado en mis venas y ya no me sentía tan mareada. Me comería el calzone al llegar al departamento de Julio.Julio...Este hombre me convierte en alguien que no soy,pero que deseo ser.Sus ojos recorren mi cuerpo con descaro. Me vuelvo a sonrojar, como colegiala en fiesta de graduación.Debo dejar de hacer eso. Sin embargo, es imposible mientras me observa como si quisiera desnudarme en medio del lugar.&
La entrada a la vistosa mansión es en silencio con la sensación del inminente resultado. Acabaremos en la cama, envueltos entre sábanas, sudor, olor a sexo y placer absoluto. No dudo por un segundo que Julio podrá satisfacer cada fantasía o deseo que tenga.—Puedes dejar tus cosas… escasas cosas en la habitación para invitados.Suelta mi mano y camina hacia el segundo nivel.Me quedo de pie en medio del salón sin saber qué hacer. La calidez y seguridad que desprende Julio sigue siendo la misma que en el avión, pero algo cambió entre nosotros, quizá no es más que la tensión sexual que ocupa gran parte de mi cerebro en este momento. Contemplo el salón; todo en madera preciosa, la baldosa color crem
Huele a café.Me duele todo el cuerpo, más que todo mi satisfecho sexo, un recordatorio viviente de lo que fue mi noche con Julio.Fantástica.No tengo otra manera de describir cómo se preocupó porque yo alcanzase el placer primero que él. Solo pienso en los orgasmos que tuve anoche y se me eriza el cuerpo.Una noche fue suficiente para convertirme en una mujer diferente.«Una noche con un completo desconocido que besa como el diablo».Me remuevo en las sábanas y admiro la habitación. Parece más delicada que la típica alcoba de solteros. Es obvio que una mujer se ocupa de dar unos toques por aquí y por allí. Solo de pensar que alguien ponga sus manos en las sábanas donde Julio me hizo suya hace unas horas me llena de una rabia incongruente.«Fue una noche», me repito una y otra vez, aunque mi corazón me traiciona cuando lo veo entrar con dos tazas negras en la mano.Oh,¡café de mi corazón!
El pescado al coco es justo lo que recordaba; la masa blanda y fresca, crujiente por fuera y dorada, con unempanizado de harina de pan y con ligero sabor a coco gracias a la ralladura puesta antes de freír.Un plato típico de días de playa.No hay una sola playa del país donde no se ofrezca al público pescado frito.Disfrutamos del almuerzocon unas cervezas Corona.Escucho las anécdotas sobre cómo el papá de Julio construyó el hotel con apenas diez habitaciones gracias a unas tierras que su padre le dejó al morir de un paro cardíaco a los 51 años. Eso deja un pequeño temor en mí. Mi madre es joven aún, la vida puede esfumarse de entre los dedos con un chasquido. No sé qué será de mí si pierdo a las dos mujeres más importantes y constantes de mi existencia.Me es imposible no sentirme mal por Julio cuando, entre cervezas, me narra sobre su madre, el dolor que sintió y cómo se vio afectado al no tener una figura materna en su vida
Caminamos a paso lento sobre la arena, mojados por el agua de la playa. Nos despedimos de la fantasía y el paraíso en donde nos pasamos horas compartiendo anécdotas y tomando cerveza. Extrañaré este lugar. El hecho de pensar regresar a hospedarme en el hotel dentro de algún tiempo me resulta dolorosa y desolador. Dentro de poco me iré a Santo Domingo. Es el más triste adiós que he tenido en la vida. No me he sentido tan angustiada desde que mi abuelo falleció.—Dejemos las cosas en el baúl —comenta.Me coloco el sobretodo.—Claro.Terminamos de acomodar las cosas y las cervezas.La brisa de las seis de la tarde enloquece a mi cerebro. Oscurece.El mar se ve inquieto y violento desde aquí.—Vamos adentro antes de que cojas una gripe y te veas obligada a quedarte conmigo. —Sonríe y abre la puerta del copiloto.—Qué más quisiera yo —suelto sin pensarlo.Cuando me percato de que esas palabras se escaparon de mis escu
¿Cómo es que puedes entregarle tu alma a alguien que sabes que no te pertenece? ¿Cómo es que te sientes en tu hogar con alguien que apenas conoces?Preguntas y más preguntas rondan por mi cabeza mientras subo las escaleras.Después de sacar las toallas mojadas del maletero, me sentí acongojada, triste y desolada.Tuve sexo en un carro en medio de una carretera a mitad de la noche.¡Sexo en la calle!Le hice sexo oral a un hombre del cual me siento dueña y señora. Sé que no tenemos un futuro, solo unas horas del presente que se escapan de mis manos.Quiero llorar, pero no puedo. No puedo porque, si dejo que las lágrimas crucen por mis mejillas, no podré parar su fluir. Mi corazón se aprieta.Llego a la habitación de Julio y entro enel baño. Me doy una ducha rápida.Necesito salir de esta casa y de la vida de Julio de una vez por todas.Mientras seco las gotas de agua de mi cuerpo, pongo el celular en altavoz.—¿Se pued