¿Cómo es que puedes entregarle tu alma a alguien que sabes que no te pertenece? ¿Cómo es que te sientes en tu hogar con alguien que apenas conoces?
Preguntas y más preguntas rondan por mi cabeza mientras subo las escaleras.Después de sacar las toallas mojadas del maletero, me sentí acongojada, triste y desolada. Tuve sexo en un carro en medio de una carretera a mitad de la noche.¡Sexo en la calle! Le hice sexo oral a un hombre del cual me siento dueña y señora. Sé que no tenemos un futuro, solo unas horas del presente que se escapan de mis manos. Quiero llorar, pero no puedo. No puedo porque, si dejo que las lágrimas crucen por mis mejillas, no podré parar su fluir. Mi corazón se aprieta.Llego a la habitación de Julio y entro enel baño. Me doy una ducha rápida. Necesito salir de esta casa y de la vida de Julio de una vez por todas. Mientras seco las gotas de agua de mi cuerpo, pongo el celular en altavoz.—¿Se pued—¿Quieres un trago, Jonathan?La voz de mi madre inunda la estancia.Mi abuela conversa con Julio sabrá Dios sobre qué.¡Claro que yo también no sé sobre qué!Las malditas miradas cargadas de burla y deseo en los ojos de Julio son irritantes. Mi abuela, en cambio, tiene esos ojos conocedores que adoran ver a su nieta casada y más con alguien que va tan bien vestido. Ella tiene buen ojo para la gente. Sé que Julio es un hombre encantador.«Maquiavélicamente encantador y arrogante».Puedo seguircon una lista eterna de apelativos y calificativos que harán desear golpearle la cabeza y hacerle recapacitar sobre su estadía en mi casa.—Claro —contesta Jonathan.Es un buen muchacho, eso aparenta, aunque esté aquí arruinando mi escapatoria de una noche del país y un magnífico día que a lo último dañó una de las tantas barreras que llevaba como capas de antibalas.Mi abuela se sienta con Julio en la sala de estar, comparte historias y
Las calles están tupidas y húmedas por la llovizna que seguramente cayó en la madrugada mientras todos dormíamos. Los negocios de frutas —manzanas, uvas, peras y pasas— están abarrotados y con filas exuberantes de personas que han dejado todo para última hora. Pude haber sido una de esas si mi madre y la abuela no hubiesen hecho la compra sin mí para nuestra cena. Después de repasar todo y de haberlo colocado sobre la mesa de acero inoxidable en medio de la cocina, me di cuenta de que todo estaba allí. Desde la pierna de cerdo sin condimentar y cruda hasta las papas y zanahorias para la ensalada rusa. Ellas compraron unas cuatro botellas de vino tinto tempranillo y un galón de ron. Si algo está claro en nuestra diminuta familia es que en las Navidades se debe tomar unos cuantos tragos y celebrar que estamos juntas un año más. Julio y Jonathan salieron primero que yo sin decir si volverán o no, aunque la carencia de una despedida por sus compinches y cómplices, mi abuela y mi madre,
La mesa rectangular para seis personas está puesta; seis platos bases color blanco con líneas doradas en los bordes colocados con su cubertería al lado derecho y una copa de cristal en la esquina superior derecha. Mi abuela es una de las mujeres más delicadas que he conocido en mi vida. Estoy segura de que ella fue quien puso el mantel rojo con untopedorado alisado. Hay flores de pascua en las cuatro esquinas. No vi la necesidad de comprar una mesa de ocho o doce sillas si siempre estábamos solo nosotras tres y la mayor parte del tiempo ellas dos. Mi madre se puso un vestido negro con un pequeño escote en V; un broche redondo con pedrerías adorna el espacio entre los senos y el abdomen. Baja con soltura y llega a sus rodillas. Parece mucho más joven. Sentada en el asiento principal está nerviosa. Me extraña sus manos al retorcerse, pero imagino que se debe porque tiene a un hombre como Julio en su cena navideña. Llevamos más de cinco años cenando solas. Desde la
Julio se coloca la camisa antes de bajar del carro y me mira. Creo que va a decirme algo, pero solo se acerca y me besa con lentitud,sin ese ardor característico que me demostró estos días. No, él me besa como si quisiera conectar más que sus labios conmigo. Quiere sentir mi alma en su boca. Se aleja de mí después de unos segundos y me observa con ojos brillantes.—Eres una mujer excepcional. Dale la oportunidad a tu madre de ser feliz sin que te interpongas. Ella ya es mayorcita para soportar cualquier cosa que le suceda. Asegúrate de mostrar tu apoyo por su felicidad y, en caso de ser necesario, dale tu hombro para que llore. Es lo que debemos hacer por nuestros padres si tenemos la oportunidad.Dicho eso, se aleja de mí y sale, me abre la puerta y me brinda su brazo para caminar a su lado. Esta posición se siente tan correcta.«¡Detente ahí, cenicienta! Que mamá encontrase el amor otra vez no significa que sea una epidemia y fuese a sucederme la mierda de a p
JulioElla me desconcierta.¿Cómo puede ser tan ciega? ¿Cómo es que no puede confiar en mí como para entregarme su corazón?No dudo de lo que ella me inspira.¿Cómo hacerlo? ¿Cómo no enamorarme de esos ojos marrones y esa figurilla de atleta con mucho culo?Lo que me hizo desearla, debo reconocer, no fue su físico.Antes me fijaba en qué tanta pierna tiene la mujer, cómo contonea las caderas al caminar, cómo se coloca una blusa una talla más pequeña para que sus senos se destaquen más y cómo se tiñen el cabello de colores llamativos, como rubio platino, rojo sangre o negro azabache. Tres tonos que destacan y llaman la atención de cualquiera. El color rojo en los labios y las pestañas postizas sumamente largas y tupidas. Sí, sé más que suficiente sobre el comportamiento de las mujeres para cautivar a un hombre.Sin embargo, la visión de esa mujer sentada en el asiento del aeropuerto, con ligeras lágrimas que corrían por sus
JulioEl regreso a casa de María es rápido. Conduzco por la carretera Cibao-Capital a 70 km por hora. Escucho desde el IPod que conecté a la radio del carro mi playlist para viajes.¿En qué pensé cuando decidí venir? Cuatro horas perdidas parcialmente por algo que pudo haberse hecho por teléfono.«Sí, claro». El sarcasmo sale de lo recóndito de mi cerebro.Jamás habría accedido a ayudar a una mujer infiel, pero por una extraña razón confío en la palabra de esa hada rabiosa. Pamela es fuerte y valiente al haber dejado a un esposo maltratador.Ahora se ven más que antes los maltratos en los matrimonios. ¡Dios! Si hasta los novios se creen con el poder para golpear a sus parejas. El hecho de que Pamela confiara en alguien ya es mucho. Eso la hace valiente. Adrián, con su sentido de humor y despreocupación, le cree. Si él lo hace, yo le debo el voto de la duda.¿Benito gay? Ya veo que no todo lo que tiene bigote y bebe cerveza a pico de botel
La vida apesta. Cuando crees que puedes ser feliz por un momento, todo se va por el escusado. ¿Cómo es que mi vida se volvióun etcétera de la noche a la mañana? El22 de diciembre tenía una relación vacía terminada y un prometido ambicioso que canceló nuestro futuro matrimonio. Tomé un maldito vuelo con destino a Punta Cana.¿Por qué no pude haber venido por el Internacional de las Américas? Vi a Julio irse, dejándome un sabor amargo en la boca y las ganas inequívocas de llorar por algo que acababa de perder, pero no lo amo,claro que no.Una de saber cuándo ama, ¿o no?Me manoteo las lágrimas ligeras que se desbordan por mis mejillas.Él es un cobarde. Julio Medina, sin conocerlo, se me metió no solo en mi cuerpo, sino también en mi piel, en mi pensamiento…en todo. Hasta mi manera de respirar es distinta estando a su lado. Con sufranquezame cambió el esquema de hombre protestosterona y que no habla de sus emociones. Julio dice lo que piensa, aunque no sea
Las luces están apagadas y las calles desiertas, ya que hay una avería en la urbanización. Las casas y apartamentos con inversores tienen apenas la mitad de las bombillas encendidas.Al no saber a qué hora será reparada la electricidad, prefieren no gastar la energía del inversor. En nuestra casa reina el silencio. Sentada en la galería, contemplo el jardín de mi madre, el cual ha florecido esta mañana. Llena el lugar de color y olores fascinantes.Conjuntos de rosas se alzan una contra otra como si fuese una competencia de altura. En la galería tenemos una lámpara que adorna el techo, quizá no tan grande como las de la sala, pero sí lo suficiente para resaltar. Tengo en mi mano el celular, deseosa de saber de un hombre que no se ha molestado en ponerse en contacto conmigo. Han pasado cinco días desde que él dio por terminada nuestra aventura. Cada día me sienta peor, incluso cuando me tomo el café me quedo esperando a que baje por la escalera y llegue hasta la cocina con el p