El día llega con un resplandor cegador. Apago el aire acondicionado y me levanto de la cama. Es 28 de diciembre. Tengo tantas cosas de hacer hoy. Lo primero que hago es tomar el móvil y comprobar llamadas y mensajes en el correo. Nada, ninguna llamada. Escucho el sonido de un carro al estacionarse y apagarse. Miro por el ventanal; es un carro que no reconozco. Me ducho y cepillo los dientes con rapidez.Mi cabello solo necesita un poco de crema de peinar y lo dejo suelto con libertad de expresión. Para algo deben de servir las vacaciones del trabajo.
«Y no peinarme es uno de los placeres de la vida». Me río ante este pensamiento y comienzo a buscar que ropa ponerme. Escojo una blusa roja cherry y unos pantalones cortos jeans azul royal. Mis sandalias ventiúnicasestán en una esquina. Me las calzo al salir de la habitación. Justo en ese momento, suena mi celular. Es una llamada de un número desconocido. —¿Sí? —María.Es Taurus, uno de los directivos delMi maleta pesalo que una pluma. Me detengo en una tienda de camino a Punta Cana. Adam me prestó su carro, un Škoda Fabia color negro de 2012. Es bien cómodo y pequeño. Lo tiene en venta, pero como casamentero —quizás él no opine lo mismo— me lo prestó por unos días diciendo que no tenía nada planeado hasta dentro de unos días. El carro es de su difunta esposa. Ella, al morir,dejó todo para Adam. A él no le interesa, según me pareció, utilizar nada que le recuerde a su mujer muerta.«Comprensible».Camino por el lobby del hotel del padre de Julio y llego a la recepción. Tengo puesto un vestido negro discreto. Compré ropa para al menos tres días y varios bikinis por si mis planes se dan como espero, a menos que Julio hubiese pasado página, de modo que no tendré respuesta ni estoy preparada. Una negativa ahora que decidí darle una oportunidad a nuestra felicidad.Me cuesta siquiera pensar que lo perdí.«¡Solo han pasado unos pocos días!».Por primera vez, la voz
—Parece que no tuviste mucho que esperar para sustituirme, Julio.La voz de María hace que Alexandra se despegue de mícon rapidez,aunque quizá no la suficiente.—María… —No me salen las palabras para decirle que por más cliché que suene lo que acaba de ver no es lo que realmente sucede.Maldita sea mi exmujer que siempre complica mi vida. ¿Acaso los ex no pueden alejarse con tranquilidad de la vida de uno? Alexandra siempre logra mover la tierra debajo de los pies de la gente, y no en el buen sentido. Ella se aprovechó de mí en un momento confuso que incluso ahora no logro adivinar qué quiere de mí. Parezco una damisela en apuros rogando el perdón por algo que no pude evitar que sucediera. Y vaya que me siento en apuros con la mirada enervada de María sobre mí. ¿Qué quería Alexandra al besarme? La mente de esa mujer es un maldito desastre. Entro las manos en los bolsillos del pantalón e intento controlar el ligero temblor que me produce Marícon un vestido blanco que l
Bien, ya está hecho, me expuse tal cual soy y me siento.Es rubia… Vaya,tuve una buena imaginación al momento de idearla en mi cabeza. Sí, ella es rubia, de esas que dan hipo y quitan el aliento. Maldición, si me sentí hasta atraída por su cuerpo voluptuoso. No soy de esas mujeres que se pasan la vida acomplejadas, no. Cada quien tiene lo suyo. Todos nacemos con algo atractivo y que nos hace especiales. Aunque esa mujer y algunos cirujanos plásticos la hacen ver más que atrayente, la convierte en una seductora sin siquiera mover los labios pintados de rojo. Miro a Julio mientras él se levanta y camina de un lado a otro. Esta vez es él el nervioso pese a que su semblante y su espalda erguida demuestra lo contrario. Saqué todo de abajo para mantener mi ímpetu y mi orgullo maltrecho a raya. Al ver a esa mujer sobre Julio besándolo, algo primitivo en mí se despertó. Una cavernícola con mazo asomó a la superficie y me imaginé toda clase de escenario que incluían a una rubia despedazad