Hace 10 años
—Ábrete para mí, niña. —Su voz me resulta grotesca. Asimismo, su cuerpo es el triple que el mío.
Abro mis piernas. Sin medir su fuerza, entra en mí sin reparo.
Tengo las lágrimas al borde de los ojos.
No puedo llorar, no voy a llorar. Mi sexo arde y me molesta.
«Él es grande», me lo repito todo lo necesario.
No puedo creer que mi primera vez con un hombre sea a los dieciocho años y que él me está pagando para entrar en mi cuerpo.
Comienza a moverse.
No sé ni cómo se llama, no me interesa.
En el instante en el que salga de este cuarto de hotel jamás tendré que volver a verlo.
Estoy desnuda bajo su cuerpo.
Se quitó la correa y los pantalones, el bóxer aún está en sus rodillas. Parece que no lo siente porque se mueve con fuerza dentro de mí. Dice cosas que no logro comprender. Está ebrio, lo sé porque yo misma me encargué de darle más de diez tragos de vodka a la roca.
Miro el cabezal de la cama, el cual se mueve con cada embestida del tipo dentro de mí. Choca contra la pared y hace que me duela hasta la vida.
Cierro los ojos y las lágrimas comienzan a bajar.
Mi hermano menor vuelve a mi memoria. Nunca sale de mi cabeza, solo se oculta avergonzado cuando mi mente se pone sucia.
Mi Joshua, mi pequeño Joshua.
Es lo único que tengo.
Huérfanos de padre y madre, sobrevivimos gracias a mi trabajo como camarera en el bar del hotel donde justo hoy entrego mi virginidad a un gordo horripilante y maloliente para poder pagar la renta de este mes.
Todo sea por mi hermano de seis años.
El tipo se tensa dentro de mí. Me imagino que acaba de venirse. Le puse yo misma el preservativo; estaba trémula, pero él ebrio y con poco sentido ni cuenta se dio de que jamás se colocó uno. Es solo una transacción física, no me afecta más de lo que me dolería perder a mi hermano por no poder mantenerlo.
Siento que sale de mi cuerpo y se quita el plástico que envolvía a su ya flácido miembro.
—Gracias, niña —escucho que me dice.
Me levanto de la cama y me bajo el vestido. No sé dónde están mis bragas, tampoco me preocupan. Solo quiero salir de aquí.
El hombre extiende una papeleta de cien dólares y yo salgo despavorida del lugar.
Dejo a un hombre satisfecho y a mi virginidad en un cuarto de hotel.
Hace 9 años y 6 mesesEl aire acondicionado me despierta y el frío me espabila. No reconozco el lugar donde estoy. Parece un cuarto de hotel a juzgar por la cama y la mesita de noche desprovista de todo. No tengo idea de cómo llegué hasta aquí. Me veo atada de pies y manos, abierta y desnuda en el frío colchón. Pestañeo para acostumbrar mis ojos a la luz tenue de la habitación. No escucho nada, solo mi respiración y el sonido del ventilador del aire acondicionado.Entonces recuerdo.El hombre me había ofrecido doscientos dólares por una chupada. Ni siquiera acababa mi turno y tampoco me interesaba caer en eso. Me negué y le dije a mi compañero que le atendiera porque yo no me sentía bien. La supervivencia siempre será lo principal en un momento como este.¿Qué es lo peor que puede pasarme? ¿Que me asesine?Eso no me importaría de no ser por el hecho de que Joshua me espera para cenar.El hombre debe pasar de los cuarenta años, usa bigote y un traje que seguramente cuesta lo mismo que la renta de tres meses de mi departamento.—Primero que nada, vamos a presentarnos. —Me contempla. Me siento expuesta y el frío me tiene los pezones erizados—. Me llamo Morton Craig. —Se lame los labios. Noto la malicia en sus ojos—. Dime tu nombre ahora —exige.Placer Rentado (Trilogía Placeres libro 1) Capítulo 3: Morton Craig y su propuesta
Actualidad—Firma aquí, por favor. —El hombre mira el papel y luego a mí.No me inmuto.Mi mano está sobre el papel donde especifica qué acepto y qué no, aparte de establecer miprecio y mis condiciones de privacidad.Hace diez años entregué mi virginidad a un alcohólico. Aunque me hubiese gustado que miprimera experiencia fuese bajo la luna, con amor y delicadeza, la realidad es distinta. Creo queno todos obtenemos lo que creemos merecer.—¿No sirve con mi palabra? —cuestiona el chico de pelo oscuro y ojos almendrados.Es atractivo. No entiendo por qué busca mi compañía si bien podría conseguir chicas de suedad con un poco de palabrería.A mis veintiocho años evalúo a las personas a mi alrededor sin que me dirijan la palabra.Las actitudes gritan lo que somos. Cómo caminamos y qu
—Pero ¿quién demonios te crees que eres? —Reacciono por fin y le quito el cigarrillo, tirándolo al piso. Giro mi tacón sobre la colilla y lo desintegro.Estoy segura de que mi rostro ahora mismo es un poema. Me debatía entre besarle o cerrarle la puerta en las narices. Su actitud arrogante y segura me hace caer en su red. Lo sé, y él lo sabe, ya que me sonríe con descaro. Cree que me tienen colada o quizá todo el dinero es para mí.No tiene ni puta idea de con quién está hablando.—Vengo a buscar tus servicios, por supuesto. —La tranquilidad con que lo dice me impresiona. Se recuesta en la pared y me contempla.Su aliento choca en mis narices; distingo el olor a wh
Escucho el clic de la puerta al cerrar.Jamás en mi vida me había palpitado tan deprisa el corazón.¡Diablos! Es como ser una maldita virgen de nuevo.Ni en mis años de celibato no intencionado estuve tan expectante.Mis palmas se pusieron frías de repente y mi respiración desapareció por unos segundos.¿Qué me pasa?—Quítate el vestido. —Me mira a los ojos.Aunque es una orden y estoy acostumbrada a que dentro de la habitación me las den y yo seguirlas, no sé por qué me quedo mirándole sin hacer nada.
Hace 16 añosMi madre vuelve a discutir con Daniel. Escucho sus gritos en toda la casa. Veo a mi hermano pequeño en su cuna; me duele que él escuche esas palabrotas. Me acerco a él y lo cargo un rato.—Todo saldrá bien —le digo, aunque estoy asustada. Mamá nunca grita tanto cuando discute con Daniel.Eso me atemoriza, pero me dijo que me quedara en la habitación cuidando a Joshua.«Cuida a tu hermano», eso dijo ella antes de cerrar la puerta del dormitorio.Vivimos en una casa de dos niveles. A veces creo que se derrumbará en cualquier momento, quizás incluso mientras dormimos. La escalera rechina y
Intento concentrarme en lo que hago en mi día a día desde que mi diablo me dio el mejor orgasmo de mi vida y luego me cerró la puerta en las narices. Dejó mil dólares sobre la cama. Me siento, aún días después, más usada de lo normal. Conociéndome como lo hago, haciendo lo que hago, jamás me habían pagado para tener un orgasmo.Solo de pensarlo y recordar ese momento exacto las piernas me fallan.Supongo que el preámbulo incrementó mi frenesí y mi disfrute. El mirarlo y no saber su nombre, su cuerpo, la forma con la que me observó, como si me pudiera saborear sin tocarme… Esas acciones hicieron que sintiera todo más fuerte. Hace 7 años—Thea, ven a casa. —La voz de mi hermano menor me asusta. Un compañero de trabajo me había pasado la llamada.Apenas son las 3:15 p.m. Mi turno termina a las 11:00 p.m.Últimamente Joshua no se ha sentido bien. Los dolores de cabeza han aumentado y el cansancio también. Tuvo que dejar de ir a la escuela hace una semana.—Ya salgo, Josh. —Cuelgo y me quito el mandil.No me importa perder un trabajo por irme antes de la hora indicada. No me importa cuando se trata de mi hermano.—Thea, ¿a dónde vas? —Es el gerente del bar.Placer Rentado (Trilogía Placeres libro 1) Capítulo 9: Hospital for Special Surgery