CAROLINA
—Carolina, ¿me escuchas?
Parpadeo varias veces y miro a la persona frente a mi: la doctora Morrison. Se ha convertido en mi psiquiatra desde hace ya algunos meses. Desde que esa persona se fue —no quiero decir nombres— había quedado demasiado mal. Había entrado en una depresión horrible, no quería comer, nada de lo que hacía antes me daba satisfacción. Aparte de eso experimenté algunos problemas de ansiedad, lo descubrí cuando me había metido a la ducha después de días y experimenté un ataque de ansiedad.
Pensé que moría.
Así que mi mamá me buscó ayuda y volví a Lewiston, no podía estar fuera, de alguna forma había experimentado un tipo de miedo por el mundo exterior. Mamá me cuidaba, se ocupada de darme mis medicinas —para no decir antidepresivos— y demás. Junto con Mike, claro está. Me pregunto si Mike le dirá algún día la verdad a mamá y también me preguntaba si ella lo aceptaría.
—Si —respondí. Tenía sesiones una vez cada quince días.
—¿En que pensabas?
La doctora Morrison era tez blanca, cabello rubio y un poco bajita. Usaba lentes y tenía una carpeta con ella en donde llevaba mi registro. A decir verdad fue una gran ayuda para mi y me ha ayudado a superar varios traumas: empezando por la violacion que tuve. Cuando pienso en eso aprieto mis puños súper fuerte y me provoca golpear a Rafael. Me provoca hacerle de todo. Sin piedad. Pero me calmo, diciéndome que no vale la pena enojarme y poner en riesgo mi salud por alguien como él.
—En cosas —me limité a decir.
—Nos ha agarrado la noche, ¿te sientes mejor que hace quince días? Puedo minorar la dosis si es así, te veo un poco más relajada —me dice.
—No, la dosis está bien por ahora. Quizás más adelante —me apresuré a decir. De alguna forma los medicamentos me hacían sentir bien.
Ella duda.
—Está bien. Terminamos por hoy. Recuerda hacer tus ejercicios de respiración. ¿Has ido a las clases de yoga?
Me había inscrito unos meses atrás a clases de yoga aquí en el pueblo y me habían servido mucho.
—Esta semana no fui porque tenía cosas que hacer con mamá y Mike pero en la próxima si voy —me puse de pie, tomando mi abrigo y mi bolso.
—Está bien, solo recuerda no dejarlas por ahora. Son de mucha ayuda.
Y lo sabía. Me sentía un poco mejor.
—Te veo en quince días entonces —me sonríe.
—Nos vemos.
Cuando salgo de la oficina el viento helado me hace sentir escalofríos. Hoy será una noche muy friolenta. Estábamos a finales de Enero, había retomado mis clases de la universidad en línea. No estaba preparada para volver a la universidad, ver a Rafael y peor volver a mi habitación.
Seguí caminando por la acera, había dejado el auto de mamá estacionado a unas cuantas calles. Era de noche y no había mucha gente transitando. Lewiston no era muy transitado que digamos. Respiré profundo, relajándome. Cuando me acordaba de él aún sentía una tristeza en mi pecho, pero la descartaba de inmediato. No me quiso escuchar en su momento, no me creyó y eso es algo que tampoco puedo perdonar. Y no seguiré yendo detrás de él como perrito faldero. Esa no es la Carolina Lane que conozco.
Cuando estaba a punto de llegar a mi auto no me sentí del todo sola, de repente me sentí observada y eso me dio un poco de nervios y miedo. Miré para todos lados pero no había nadie. Apresuré el paso hasta llegar a la puerta de mi auto, busqué las llaves en mi bolso pero para mi mala suerte nunca las encontraba.
Cuando sentí un hormigueo en mi nuca volteé a ver detrás de mi de inmediato, pero no había nadie tampoco.
Okay, tienes que relajarte, Carolina, es solo tu mente jugándote una mala pasada. Me calmé y seguí buscando las llaves pero un ruido arriba de mi cabeza me hizo detenerme en seco. Era como si alguien estuviera moviendo las ramas del árbol. Elevé la vista y miré: estaba oscuro, el árbol se movía y movía, achiqué la vista para ver más pero no lograba ver nada. Todo era negro.
Y entonces pasó: las luces de un camión alumbraron el punto exacto. Lo que miré por una milésima de segundo: un chico en pantalones, sin camisa, mirándome fijamente con sus ojos negros y una sonrisa maquiavélica ¿además de eso? Miré dos cosas negras detrás de él, en su espalda: ¿alas? La luz del camión pasó así que todo volvió a ser negro. Sentía miedo. Terror. Me apresuré a buscar las llaves del coche, encontrándolas en el bolsillo de mi pantalón, abrí la puerta, me adentré y arranqué, alejándome de sea lo que sea que haya visto.
—¿Cuando vienes, Anne? —me acuesto en mi cama con el teléfono celular puesto en mi oreja. Hablaba con Anne, la extrañaba para ser sincera, pero ella estaba haciendo su vida y estudiando en Canadá, junto con Thomas. Me alegraba que Anne encontrara a alguien como él, que la ama incondicionalmente.—No lo sé, Caro, estoy en exámenes y tengo mucho que estudiar, ¿tú estás estudiando?Bufé.—Obvio —medio mentí. Estudiaba, sí, pero no en exceso.—Caro... —musita.—Créeme, Anne, lo hago, una hora al día o dos. Diario —hice un hincapié en eso último.—Está bien. Extraño Lewiston —dice— Extraño andar por
El tipo seguía con su mano en mi boca, pero no le ponía tanta importancia porque mi mirada estaba en Kayler, en que el ruido había llamado su atención, pero luego llegó otro grupo de chicos y lo distrajeron, haciendo que se metieran a la casa. Ahora sí el tipo me soltó, me giré de inmediato para verlo: alto, cabello negro, medio moreno.—¿Tú quien eres? ¿Como conseguiste mi número y por qué me trajiste aquí?Rió.—Relájate, solo estoy de pasada en este pueblo —retrocedió y empezó a caminar por el camino que vine, así que lo seguí.—No respondiste mis preguntas.—No tengo por qué hacerlo —respondió, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo puso en su boca, luego
A eso de las dos de la mañana me desperté de golpe, estaba como asustada y exaltada, así que encendí la luz de mi mesita de noche. No había nadie en mi habitación más que yo, estaba segura de haber sentido a alguien sentarse en mi cama, estaba segura de haber sentido a alguien tocarme. La ventana estaba abierta, se colaba un airesito helado lo que me provocó escalofríos. Me levanté y me asomé un poco por la ventana, el bosque estaba oscuro, no había luna, estaba nublado el cielo ya.Los árboles se mecían de un lado a otro. Miré la casa de Kayler, estaba a oscuras, admitía que lo extrañaba mucho, desearía volver a estar con él, que volviéramos a ser Kayler y Carolina. Me hacía falta dormir en las noches con él en mi cama, me sentía tan protegida y calentita, pero ahora estoy durmiendo sola.Kayler dudó de mi. No me escuchó. Solo creyó lo que quiso creer
—Creo que tu novio está algo celoso —me dice Gadreel con algo de gracia. Descubrí que le gusta molestarme con Kayler.El auto de Kayler venía detrás de nosotros y estaba muy segura de que nos podía ver.—El no es mi novio —espeté. Dolía decir esa frase pero me tragué ese dolor, quedándose en mi garganta y formando un nudo.—Tu ex, da lo mismo, he visto que te ha seguido todo el rato.—¿Qué?—Da igual, Carolina, déjalo ser —ahora su humor había cambiado. Creo que tenia frente a mi a otro bipolar igual que Kayler. Pero tengo que dejar de compararlos.Me sobé la sien e intenté dejar de pensar en é
Dolió. Admito que me dolió como no tienen idea ver a Kayler besando a esa chica, era alguien que me parecía conocida, estaba de espaldas así que no pude ver de quien se trataba.—Kayler no pierde tiempo —me dice Gadreel.—No me importa, es libre, puede estar con quien quiera y hacer lo que quiera —me puse de pie.—Pues entonces deberías de hacer lo mismo —me dice.—No te confundas —me crucé de brazos, mirando como la chica y el se apartaban— yo no necesito a nadie para sentirme bien, estoy segura de mi misma ahora y no me siento sola como para matar mis ratos de soledad con alguien. Cuando decida estar con alguien será porque yo quiera, no por despecho —me sorprendieron mis propias palabras, es que oírme hablar así era tan
Mientras el agua caliente recorría mi cuerpo solo podía pensar en una cosa: extrañaba a Kayler. Sí, me cuesta admitirlo pero es la verdad. Es que no sé ni cómo estuve estos meses sin él.Cuando apagué la llave y me dispuse a salir de la ducha sentí algo en mi pecho, era algo extraño y fuerte al mismo tiempo. Nervios. Eso también sentí. Corrí la cortina y salí, tomando mi toalla y poniéndomela.Salgo y busco mi ropa en el ropero. Escojo unos shorts cortos y una camisa de tirantes. No tenía pensado salir en el resto de la tarde así que andar en fachas no me parecía mala idea.—¡Llegué, Carolina! —era mamá.Fruncí el ceño un poco dudosa ya que había venido súper más antes, se supone que vendría hasta en la noche. Bajé las esca
—¡¿Qué mierdas estás diciendo, padre?! —Kayler se pone de pie y encara a su padre. Todos los presentes nos sobresaltamos por su reacción. Mi corazón empezó a latir un poco más fuerte.—Cálmate, Kayler, no te había querido decir nada porque planeaba hacerlo con todos al mismo tiempo —le responde.—Carolina no está sola... —dice, pero al mismo tiempo parecía que luchaba contra algo dentro de sí mismo que lo hacía querer no defenderme: orgullo—el hecho de que ella y yo no estemos juntos no significa que esté sin manada—Kayler se dirige a mi, cuando pensé que pasaría a la par mía sin siquiera mirarme me sorprendí cuando tomó mi mano y me hizo ir detrás de él.—Oye pero qué... —quise oponerme.—Silencio, Carolina, solo sígueme —
—¿Qué quería ese hombre, hija? —en cuanto paso a la casa mamá se pone frente a mi, lleva una taza de café humeante en sus manos y tiene puestas sus gafas. De seguro se había puesto a trabajar desde la computadora. Y claro, estaba al pendiente de a qué hora llegaba.Miré a Connor sin saber que decirle, no había pensado en alguna excusa en el camino por venir pensando en otras cosas.—Quería hablarme sobre su hijo. Sobre las cosas que nos llevaron a terminar nuestra relación —mentí. Odiaba cada vez más mentirle. En algún momento tendré que decirle todo porque en realidad no me gusta guardar secretos. Ya no.Frunció el ceño no tan convencida.—Qué extraño, ya pasaron meses y hasta ahora se interesa —comenta— ese hombre es muy