No.
Puede.
Ser.
Sí, sí se podía. Rebecca volaba en su auto, nerviosa de pies a cabeza.
—¡Nos vas a matar, mujer!
Dylan l
«Oye Dylan, ¿qué hiciste hoy?»«Oh, nada del otro mundo. Solo me encerraron en un armario y me ofrecieron comida como si fuese un gato»Sí, eso era lo que respondería cuando le preguntaran qué había hecho ese día. Mataría a Becca, él no era una mascota, no era Fresita o Pelucita o... ¿Cómo es que se llamaba? Ah sí, Oprah. Por lo menos tenía que agradecer que Rebecca había tenido la decencia de ofrecerle agua y comida, el problema es que se había ido tan picada que luego no le llevó nada.Y Dylan se moría de hambre.Vio por las rendijas del armario a los estudiantes entrar, divisó los rostros conocidos y a la rubia que lo había dejado encerrado. A la cual ya se le había olvidado su presencia. Ahora tenía algo de que preocuparse, la ridícula de Amberly Harmon gritaba a los cuatro vi
¿Quién le ponía 'Oprah' a su gata?Según Rebecca, Karl no-sé-qué-cosa tenía un gato que hasta tenía su propia línea de ropa, Paris Hilton tenía una mansión para sus perritos y Selena Gómez presuntamente se había comprado un caballo de medio millón de dólares. Así que llamarle Oprah a su gata no era nada.Dylan estaba medio estirado en el sofá mientras le pegaba mordiscos a la manzana que le había llevado Becca. Observó atento que las porciones de comida de ella eran pequeñas, volteó los ojos.«Problemas alimenticios no, por favor»Para salir de dudas, decidió preguntar.—¿Eres anorexica?Becca casi se ahoga, él tuvo que darle palmadas en la espalda para que ella pudiese salvar su vida.Le dio una mirada furibunda.—¿Eres o te haces?
Oprah se le acercaba lentamente, con la cola erguida meneándola de un lado a otro.Le hizo mala cara, gata estúpida.De un salto la bola de pelos blanca se le subió a las piernas, se le restregó por la camisa y... y lo hizo, le enterró las garras en el pantalón levantando las patas, como si estuviese acomodando una cama para ella.—Hija de...—la trató de levantar, pero la gat
«¿Crees que las chicas de tu edad se deban comportar así?»«No»«¿Crees que no me entero lo que le dicen tus compañeras a sus madres sobre ti?»Silencio.«¿En qué invertimos? ¿En una joven que se de a respetar en la sociedad ó en una muchachita que salta de cama en cama cuando se siente sola?»«En una joven»«Nadie te va a respetar si no te respetas tú primero, valórate, hija»Silencio de nuevo.Con la cabeza agacha, sin poder mirar a su madre a los ojos, Rebecca estaba sentada en una silla del jardín de su casa con su madre al frente.«¿Quieres ser como esas con las que anda tu padre? ¿Quieres romper una familia, un hogar, una pareja?»No.—Ya no sé qué hacer contigo, todo el mundo pasea tu nombre
La puerta se abrió en una clara invitación de que podía pasar. Uff, que alivio.Adentro la casa estaba calientita, no como afuera. Angel le extendió la mano y él se la estrechó de inmediato.—Soy Angel, un gusto.Aquel hombre definitivamente no era el padre de Becca, era obvio, así que no le dijo 'señor Belov' para no quedar mal parado.—Igualmente—le soltó la mano y Dylan miró a todos lados en busca de la rubia—. ¿Y, Becca?«Qué intenso» Pensó para sus adentros el hombre.—Está arriba, no ha bajado desde la tarde—cosa que muy pocas veces hacía pues le gustaba estar rodeada del ruido y de las personas.Dylan se removió incómodo, ansioso.Y valiente corazón de león, decidió preguntar.—¿Puedo subir?—Angel levantó
Becca saltó el sofá que la dividía de Dylan, cayéndole encima. Pero él los hizo rodar hasta quedar encima de ella y con las pantuflas fuera de su alcance.Se reían.Dejaron de reír poco a poco al ver que sus labios estaban muy cerca, de hecho, ambos estaban muy cerca. Dylan podía ver por completo el azul de Becca, lo delicada de su nariz y lo perfectos que eran sus labios.Becca, a su vez, estaba quieta mirando cada detalle del rostro de él. Esas pestañas enroscadas y gruesas, su nariz, la boca grande de labios mordibles y lo oscuro de sus ojos, que no eran negros. Eran tan oscuros que solo el negro se les asemejaba.Podían besarse. Sí, allí, podían hacerlo.—¿Por qué llorabas?—preguntó de nuevo Dylan rompiendo el encanto del momento con su ronca voz.Se levantó poco a poco, sentándose en el suelo y
—¿Adónde vamos?Era la décima vez que Dylan preguntaba mientras ella conducía.Resopló, qué chico tan intenso.—A la iglesia.Aquello arrancó una carcajada muy grande de los labios de él. Era como si le contasen el chiste más divertido del mundo. ¡Claro, cómo no! Rebecca visitando la iglesia, primero caía nieve en el desierto antes de que aquello fuese real.Ella lo miró mal, ¿qué le hacía gracia?Parando de reír, Dylan estuvo a punto de preguntar nuevamente adónde iban, pero el auto se detuvo.Oh, ya habían llegado.Becca bajó, rodeó el auto y lo guió hasta uno de sus lugares favoritos de la ciudad. La iglesia de St. Dunstan.Con dedos ágiles le quito la venda de los ojos a Dylan, y se mordisqueó el labio esperando alguna palabra de él.<
—Mañana, ¿a qué hora?—¿Qué?Estaba por completo anonadada, sorprendida de verdad.Él se inclinaba hacia el interior del auto mientras tenía la mano apoyada en la puerta, ya afuera del auto.Le sonrió.—¿A las dos y media? Bien, yo te paso recogiendo.Su boca casi colgaba, Dylan cerró la puerta y se fue directo hacia el auto de él. Parpadeó como tonta, no tenía ni idea de lo que acababa de pasar pero eso no evitó que una sonrisa se le extendiese por el rostro.Estacionó frente a su casa, sacó las compras y su bolso antes de casi flotar hacia la entrada de su hogar. Apenas entró se encontró con el rostro preocupado de su madre.—Becca, niña, ¿dónde estabas? Tú teléfono sonaba sin cobertura.Ella sonrió aún más,