Isabella se paralizó tan pronto como le llegó una nueva notificación de Facebook, lo cual era usual tratándose de ella; sin embargo, en ese momento le pareció espeluznante. Igual o más que ver a Satanás bailando en tangas en las llamas del infierno. Imaginarlo le arrancó una leve risa, pero volvió a ponerse sería al instante, cuando se atrevió a dirigirse a sus solicitudes de amistad, y lo vio. Era él. Igual de rubio, quizá un poco más alto y con el cabello corto; pero él, al fin y al cabo.
Nikita Mashkov, su exnovio.
Absoluto bastardo. El más grande hijo de puta.
Y continuaba viéndose como un demonio candente, salido de alguna húmeda fantasía sexual.
Meses atrás, ella quizá habría caído de nuevo a sus pies. Porque sí, no iba a negarlo, le gustaban los chicos atractivos: pero&helli
Mitsue leía en silencio. Isabella lo vio un largo rato, perdiéndose en sus facciones. No existía un solo momento en el cual ella no lo hiciera; sin embargo, en instantes como este le fue inevitable. Ella sabía de chicos: todos, excepto Nathaniel, eran idiotas; mujeriegos y adictos al sexo. Mitsue, no obstante, distaba de serlo. Él era solitario y reservado; pero cuando estaban juntos casi podía ver una pisca de inseguridad en su rostro. De temor. Más que eso, su eterna máscara de imperturbabilidad se desquebrajaba e Isabella quería creer que se debía a ella. Aunque ¿por qué alguien tan listo, guapo y fuerte como Mitsue se sentiría de ese modo por…? Y, aun así, algo en el fondo le gritaba que era cierto.Suspirando, ella se mordisqueó el labio. Mitsue continuaba ajeno a su presencia, como si nada hubiera sucedido. Como si momentos atrás no la hubiera rechazado
Mitsue trató de concentrarse en lo que decía el profesor Nakamura; falló del modo más horrible. El hombre era un genio, pero mortalmente aburrido, y sus chistes eran malísimos, incomprensibles. Le hacían querer salir corriendo sin siquiera mirar atrás. Otra cosa podía hacer. Se encontraba atrapado en un lugar que odiaba, estudiando una carrera que lo hacía sentir asfixiado. Sin embargo, estaba bien de esta forma, de no haber sido por aquel insignificante detalle no habría conocido a Isabella. Además de que era su deber proteger a Shiori porque, si era honesto, ella no podía hacerlo sola.Solía repetírselo, para hallar la fortaleza necesaria y permanecer en su lugar como un soldado de guerra.Se lo debía a sus padres.Isabella, a su lado, se desperezó. Mitsue se compadeció de ella. Debía ser incluso peor para alguien tan alegre e inquieto.
Masato contuvo una sarta de maldiciones cuando el rector Yoshimoto amenazó con expulsar a Mitsue con malas referencias, lo cual no podía permitir. Aquello, en un país tan exigente, habría significado el final de su joven vida. ¿Quién en su sano juicio iba a aceptar en su universidad a un chico problema? Y qué decir de ofrecerle un empleo. Nadie, por supuesto, ni siquiera él. Sin embargo, Mitsue era su hijo, al que le debía más de lo que su propia vida, e iba a protegerlo sin importar el costo.Porque no fue capaz de evitarles él y a Shiori el horrible sufrimiento al que se vieron sometidos una vez. Y eso aún le corroía el alma.—Entiendo —respondió viendo por el rabillo del ojo a Mitsue, que recién llegaba—. Sí, perfectamente. Pero estoy seguro de que el fiscal Harada no lo hará. —Hizo una pausa corta, indicándol
Mitsue contuvo la respiración, afectado. Era la indicada para ella, y por «indicada» se refería al hecho de que explicaba a perfección sus deseos y sentimientos; lo que no podía decirle a Isabella con palabras. Porque siempre que estaban juntos, su mundo de estremecía; y cuando ella lo tocaba… él sentía que el fuego le recorría las venas, llenándolo despacio. Pero no podía acercarse, más bien, no sabía cómo. Su conciencia, los recuerdos de su amargo pasado no se lo permitían.Sin embargo, ahora podía hacerlo de un modo que no le hiciera sentir tan vulnerable. Aunque, en el fondo, se consideraba a sí mismo patético. ¿Desde cuándo él se preocupaba por esos detalles insignificantes? Oh, bueno, quizá desde que Isabella llegó como un vendaval rubio. Cuando se metió en su solitaria vida, sin consultarle s
Shiori no estaba. Como si se la hubiera tragado la tierra, Mitsue no podía encontrarla. Después de la última clase, él e Isabella habían tenido que ir a los sanitarios y al regresar no la encontraron. Además, no atendía el teléfono. Eso encendió todas sus alarmas. Si algo malo le sucedía a su hermana menor, él iba a matarse.Aterrado, Mitsue asió la mano de Isabella y la arrastró consigo por el largo camino de piedras, hacia el lugar favorito de Shiori: el estanque que se encontraba en medio del bosque que envolvía a la universidad. Cuando llegaron, Mitsue no se detuvo ni para respirar. Se dedicó a buscarla con desesperación.Pero Shiori tampoco se encontraba ahí. Oh, mierda, algo iba mal. Muy mal.—Tranquilízate. —Isabella le apretó el hombro, para animarlo—. Quizá está en la biblioteca.Mits
Nikita Mashkov:Luces bien, en ese video.Había olvidado lo hermosa q es tu risa.Q era, un día de campo grupal?Sin darse cuenta, Isabella sonrió. Últimamente sus conversaciones con Nikita eran mucho más frecuentes. Sencillas, pero agradables. Él parecía haber cambiado y aunque aún no confiaba por completo, era capaz de fingir que nada sucedió. Ambos habían pasado la página y continuado con sus vidas, bastante alejados uno del otro. Ella se encontraba viviendo en Japón y Nikita se iría a Rusia dentro de poco.Mordisqueándose el labio, ella se dispuso a responder.Isy Jones:Sí. Me lo pasé de maravilla.Como ves, mis amigos son… especiales,pero no podría vivir sin ellos ヽ(*’-^*)。Nikita Mashkov:S&ia
La relación de Ryūji y Shiori había cambiado. Mitsue no tenía idea de cuándo, aunque sospechaba que algo sucedió la última vez que se quedaron solos, cuando él le asustó con su acostumbrada actitud de depravado sexual y ella se echó a correr hacia el bosque que rodeaba el instituto. Entonces él había querido ir detrás de su hermana, pero Isabella se lo impidió diciéndole que tenía que darle espacio, «permitirle ser fuerte por sí misma». Jamás lo pensó de ese modo. Desde que fueron rescatados, él siempre creyó que estaba haciendo lo correcto al protegerla, pero su novia le hizo dudar, por lo que le permitió a Ryūji ir a resolverlo.Ya había transcurrido un mes. Cuatro largas y tediosas semanas en las que Aoyama Ryūji, el joven más inquietante que conocía, había estado comportándose como
Con el cabello completamente suelto, cayéndole sobre los hombros como una suave y oscura cascada, Mitsue era la cosa más bella y apetecible que había visto. «Santo Dios, quiero un pedacito de él». Un trozo pequeñito, nada más. Por supuesto, como estaban a punto de comenzar con el ensayo, él llevaba puesto un kimono masculino y elegante, pero eso no era lo que la enloquecía; sino el hecho de que no se hubiera puesto nada debajo y uno de sus hombros estuviera expuesto. ¿En realidad? No se le veía demasiado, solo un poco de piel, pero fue suficiente para Isabella.De momento hacía mucho calor… en sus zonas bajas.Nunca antes había tenido tantas ganas de apretar unos brazos como ahora, pero Isabella no podía evitarlo. Por todos los cielos, ella sabía que su novio escondía algo bueno debajo de sus interminables capas de ropa, lo había v