Después de regresar de su Noche de Terror, que fue más espantosa de lo esperado, Mitsue comenzó a idear un modo de acercarse a Isabella. Para su eterna desgracia, no lo halló. Su novia había desaparecido, de forma literal. Shiori y Akane no sabían nada y a él comenzó a preocuparle que se hubiera marchado antes de lo previsto a Inglaterra. Pasaron tres largas semanas, en los que comenzó a comportarse como un psicópata, que se acercaba a la floristería de los Jones, para buscarla, aunque no se atrevía a cruzar la puerta. De todos modos, ella no había puesto un pie en el negocio durante esos días. Así como tampoco la vio salir o entrar a su casa, lo cual era aterrador.
Poco a poco, la esperanza se desvanecía de él. Hasta que se encontraron a la salida de un centro comercial. Mitsue había querido acercarse. Lo intentó. En ese momento, fue Isabella q
Isabella exhaló dejando la caja de cartón sobre la enorme pila en la sala. Arqueándose hacia atrás, se masajeó la parte baja de la columna, para aliviar el dolor. Vaya, ¿Quién hubiera dicho que las mudanzas podían ser tan agotadoras? Y, aun así, no cambiaría la maravillosa experiencia. A su lado, Mitsue se retiró el gorro negro de lana, que estaba cubierto de nieve, al igual que los guantes. Él se quitó la liga que le sostenía el cabello, que cayó sobre sus hombros, extendiéndose a lo largo de su espalda, y le ofreció una sonrisa cansada.—Tenemos mucho trabajo —dijo—. ¿Quieres comer primero?—Cielos, ¡sí! Algo frito y cubierto con chocolate.—¿Qué pasó con tu dieta?Ella se encogió de hombros.—Adelgacé veinte kilos con esas cajas, necesito
Isabella se miró al espejo con una sonrisa mientras terminaba de peinarse el cabello, que ahora le llegaba hasta las clavículas. Nunca antes se había cortado más allá de un centímetro o dos, pero la tarde en la que cogió a Mitsue en el baño con las tijeras, tomó la decisión de acompañarlo en su nuevo camino.En ese momento, él le había mirado desde el espejo, con mortificación y vergüenza.—¿Qué haces? —preguntó acercándose.Cuando estuvo a su espalda, le apretó suavemente los hombros, que él encogió.—Trato de cortarlo.—Oh… —Ella había sonreído—. ¿Y por qué hacemos eso?Él desvió la mirada de un modo tan adorable, que le derritió el corazón.—Pensé que como vamos a casarnos
Mitsue se dejó caer sobre el sofá, con una expresión cansada. A su izquierda, Ryūji contuvo la respiración al ver cómo Sayumi, su pequeña princesa, tropezaba al querer ir detrás de su hermano mayor. Afortunadamente, Ryūnosuke pudo sostenerla antes de que tocara el suelo. La tomó en sus brazos y continuó hacia la cocina para seguir robándose los dulces.Eran niños hermosos e inquietos. Sobre todo, la niña, quien tenía la misma mirada altanera de Ryūji, lo cual le parecía increíble. A veces se le hacía imposible preguntarse con qué la había alimentado Shiori, ¿maldad concentrada? Amaba a su sobrina, pero era un dolor en el culo, igual que su padre. Ryūnosuke, por otro lado, era más calmado, suave. Cariñoso.—Entonces, ¿piensas formar tu propio equipo de fútbol? —le preguntó, viendo cómo
Emitiendo un largo suspiro cansado, Mitsue dejó el último arreglo de rosas junto a los otros y se recogió el cabello. Últimamente el trabajo no cesaba y él apenas ni podía cumplir con las exigencias. Honestamente, ¿por qué todo el mundo compraba flores? Bueno, quizás debiera ser un poco agradecido; pero él quería quejarse.Dando una mirada alrededor de la tienda, tuvo que sonreír. Le pareció que se encontraba irreconocible, al igual que él. Sin embargo, ¿no cambiaban muchas cosas en cinco años? Más allá de la expansión del negocio, que ahora era familiar, las vidas de cada uno de ellos habían dado giros inesperados.En especial la suya.¿Quién hubiera dicho que terminaría convirtiéndose en entrenador de Artes Marciales? No Mitsue, por supuesto, ya que siempre le pareció un deseo lejano e in