Cuando Dominic llegó nuevamente al hospital, vio que Helena y sus dos hijos estaban sentados en unas sillas, con los ojos cerrados. Comprobó la hora de su reloj, eran las dos de la madrugada, y sabía que todos estaban cansados por la agitación del momento. Llegando hasta el lugar le tocó el hombro suave a la mujer, por lo que ella parpadeó.
—Deberías ir con ellos a dormir. Yo me quedaré aquí…
La mujer negó, y zafándose de ambos pudo levantarse.
—La vi por un momento, pero ella no estaba consciente aun… —dijo Helena con un tono de esperanza.
—Tal vez ella no despierte hasta mañana, está muy débil, y tú también, déjame que llame a alguien que los lleve y te prometo que no despegaré de aquí. No hacemos nada dejando a los chicos pasar la noche en esas sillas incómodas.
—Camina lento, te ayudará a estirar la piel.Abby vio que su madre terminó de colocar algunas vendas en la cama y se retiró de la habitación cerrando la puerta.Presionando su vientre, caminó a pasos lentos hasta llegar al balcón del lugar, y allí asomó el rostro a un rayo de luz que iluminaba ese pedazo de la casa.Su cuerpo se estremeció entero por el calor, había necesitado de esto en todo este tiempo que estuvo en ese cuarto frío de hospital, y extrañaba estar en casa.Aunque esta no era precisamente suya.Ni siquiera sabía ahora como Dominic había convencido a su madre para instalarla en la casa de Minneapolis, que había comprado un tiempo atrás. Ya había pasado una semana desde que salió de ese hospital, y desde el día en que el médico le informó, que la dejaba ir solo con estri
Abby.—¿Azul o blanco? —le escuché preguntar mientras estaba colocando el alta voz a mi teléfono, ya que estaba manejando por la ciudad.—Espera un segundo… —respondí haciéndome a un lado de la carretera, para conectar el cable de mi celular directo al auto—. ¿De qué hablas?—No me regañes… —Dominic sonó más bien gracioso, pero no podía entender a qué se refería—. Estás en alta voz, y como te tomaste el día libre, no sé si elegir el azul o el blanco para las nuevas etiquetas, no quiero después ver esa mirada de desaprobación tuya…No pude evitar llevar mi mano a la boca ante la risa que me provocó su niñería. Pero si no fuese por cosas como estas, mi vida no fuese tan divertida y tan feliz, como lo estab