El destino sorprendió a Ana Julia que nunca imaginó que conocería al hombre de su vida mientras trabajaba como bailarina en un club nudista de Los Ángeles; se trataba de Rodrigo Salvatierra, un joven y apuesto millonario que era viudo y aún sufría el luto por la muerte de su esposa. Entre ellos surgió un amor inesperado que nació como lo haría una pequeña flor en el desierto, siempre sedienta de pasión y expuesta a las inclemencias del destino.
***
—Mami no me dejes. —Decía el pequeño niño mientras estiraba el brazo hacia Ana Julia, ella desesperada llorando también la extendió hacia él y le dijo:
—Siempre estaré contigo hijito, Volveré por ti, solo debes esperar.
Unas manos fuertes sujetaban a Ana Julia y la jalaban apartándola del niño. Ella sentía que sus entrañas se destrozaban y lloraba con fervor porque la estaban separando del pequeño. Mientras se alejaba Ana Julia intentó desesperadamente conservar el recuerdo de su carita, pero este se le borró de la mente.
—¿Por qué no me dejan recordarlo? —Decía ella llorando con el dolor de una madre que ha perdido a su hijo. Repentinamente Ana Julia despertó en su cama sentándose de un golpe en plena madrugada.
—¿Otra vez ese sueño? —Le dijo su hermano menor que la oyó sollozando por la horrible pesadilla.
—Sí, es horrible.
—¿Ser mamá te parece horrible?
—¿Cómo podré saberlo sin no tengo hijos.
—Pero has soñado tanto con ese niño que ya deberías ponerle nombre y darle tu apellido.
—No bromees. —Ella se levantó de la cama y tomó de la cómoda una jarra, se sirvió un vaso de agua y empezó a beberla para calmarse.
—Esta vez intenté con todas mis fuerzas conservar el recuerdo de su rostro, pero a medida que me alejaba me iba olvidando de él, sentía como si se estuviera muriendo por mi culpa.
Ana Julia Fernández era una joven de 23 años, era muy hermosa, tenía el cabello rubio y los ojos verdes con mirada de gata. Meses atrás ella llegó a la casa de sus padres cuando salió del hospital donde estuvo en coma por unos meses por un golpe muy fuerte que se había dado en la cabeza cuando accidentalmente cayó por las escaleras de su apartamento.
Cuando despertó en el hospital había perdido parte de la memoria, ella recordaba lo suficiente como para reconocer su propia identidad y a los suyos; sin embargo había recuerdos confusos que le causaban una extraña sensación, ella sentía que debía estar en otro lugar, no sabía en donde, pero era como si alguien la necesitara y ella lo hubiera abandonado.
También tenía meses soñando con un niño como de cinco años todas las noches que llamaba a su madre mientras esta era apartada de él. Aquello la inquietaba, había días que deseaba subir a un autobús y marcharse sin saber a dónde en busca del pequeño, como si este en verdad existiera.
Ella era la mayor de dos hijos de una familia mexicana residenciada en Estados Unidos desde hacía casi treinta años en un tranquilo pueblo de granjeros llamado San Rafael en Texas.
Ana Julia se había ido de su casa cuando terminó la prepa hacía 4 años atrás y no había regresado.
San Rafael era un pequeño pueblo de granjeros donde todos se conocían. Este era de esos lugares donde tradicionalmente los jóvenes se casaban con sus vecinas y compañeras de la preparatoria; sus vidas radicaban en lo que implicaba vivir en aquel lugar: los hombres hacían su trabajo en las granjas de sus padres, las mujeres se dedicaban a criar a sus hijos y atender a sus esposos.
Había clubes nocturnos donde los solteros iban a bailar con sus chicas y a beber un trago. También había un cine, una cancha de fútbol y una pequeña academia de ballet donde Ana Julia había asistido desde muy pequeña, en el pasado ella formó parte del grupo de adolescentes que eran las bailarinas del pueblo.
Eso era todo lo que los jóvenes de San Rafael podían aspirar en sus vidas, si alguno de ellos deseaba algo más que verle la cara a sus vecinos en un club o pasar el domingo en la cancha y por la noche ver una aburrida película, simplemente se marchaba al cumplir los 18 años de edad, estos en su mayoría no regresaban a casa.
Ana Julia fue una de esos jóvenes que había decidido marcharse; desde chica deseaba algo más que la patética vida pueblerina. Ella estudió en la escuela de artes escénicas durante tres años y se graduó como técnico, de ahí se fue a vivir en New York y aspiraba ser modelo, entonces tomó clases de pasarela y pudo hacerse de algunos contratos. Con cada uno de estos ella se acercaba más a la fama que deseaba tener; pero antes de caer en coma por el golpe en la cabeza que casi le quita la vida, Carlos Daniel Salazar su prometido, que era un hombre celoso y caprichoso, le hacía la vida imposible para alejarla del camino del éxito y le hizo perder importantes contratos.
Después del accidente Cuando ella despertó del coma, habían pasado 7 meses y no recordaba casi nada, fueron días de desespero para ella; su familia estaba feliz que al menos había despertado.
Con los meses fue recuperando casi todos sus recuerdos, aunque tenía lagunas mentales, pero no era tan grave, eso la ayudó a regresar a casa de sus padres con algo de tranquilidad, allí intentaba adaptarse a su nueva vida, Ana Julia pese que recordaba que era modelo, no se sentía capaz de regresar a New York, sentía que el modelaje no formaba parte de ella.
Pero lo de bailar se le daba a la perfección, ella recordaba cada paso, cada vuelta, las hermosas melodías, entonces como parte de su terapia de recuperación, decidió volver a la academia, Charlie, su antiguo profesor de ballet la recibió con alegría:
—Nunca pensé que mi musa favorita regresaría a darle sentido a mi triste academia.
—No digas eso Charlie, tu academia le da algo de sentido a este patético pueblo, si no fuera por ti yo me habría escapado de mi casa a los diez años.
—Las niñas como tu son las que me retienen en este pueblo, de no ser por mis aprendices ya me habría largado a quien sabe a dónde.
Ellos se sentaron en una de las bancas del salón de baile y Ana Julia cambió su sonrisa por un rostro algo afligido y agregó:
—Tú al menos tienes una razón para seguir aquí, yo por el contrario me siento perdida.
—¿Por qué dices eso? —Ana Julia puso un semblante triste.
—No sé cómo explicar, sé que pertenezco aquí, también sé que tengo una vida en New York, allá soy modelo, he recibido llamadas de varias agencias que quieren que regrese, pero no me atrevo, es como si ser modelo hubiera sido un sueño y en realidad no lo fuera, no me siento capaz de posar para una cámara o recorrer una pasarela. Aquí tampoco tengo sentido de pertenecía, amo a mi familia, me gusta estar con ellos, pero siento que esta no es mi vida, y modelar tampoco es mi vida, siento como si fuera otra mujer viviendo en este cuerpo con los recuerdos de Ana Julia, sé que soy Ana Julia, pero no me siento parte de mi misma, no sé si puedas comprenderme.
—Bueno, acaba de salir de un coma, seguro con los días que pasen iras mejorando, solo ten fe.
—Sí eso he pensado sé que debo esperar, por eso vine contigo, lo único que siento parte de mi es bailar, quiero hacerlo como parte de mi terapia de recuperación, espero que eso me ayude a no sentir tanto este gran vacío que me destruye por dentro.
Para ese momento el aspecto de Ana Julia estaba ajado por todo el tiempo que estuvo en coma, ella había perdido el brillo, también había perdido mucho peso y su cabello se veía viejo y maltratado, comparado con las fotografías que sus padres tenían de ella cuando era una adolescente de 17 años.
Había pasado casi año y medio desde que Ángela murió en un fatal accidente. Rodrigo su esposo seguía sintiendo la misma agonía como el primer día cuando supo que estaba muerta; ella era el amor de su vida, para él ninguna mujer podría suplantar el lugar que su esposa tenía en su corazón y no estaba dispuesto a olvidarla, menos aún estaba dispuesto a poner a otra mujer en su lugar. Por las noches cuando todos descansaban en la mansión, Rodrigo se iba a la habitación donde él y Ángela dormían juntos; desde que ella murió decidió mudarse a otra y convirtió está en un santuario; en dicha habitación todo estaba igual como ella lo había dejado aquel día que por última vez salió de su casa para no regresar. En la cómoda permanecían el par de cofres con sus joyas, a un lado había un portarretrato de cristal que contenía la foto del feliz matrimonio con su pequeño hijo Rodrigo Antonio, ellos se la habían tomado el día de su bautizo, a Ángela se le veía muy hermosa y feliz.
Después de la muerte de Ángela Rodrigo se había vuelto un tipo amargado, y patán, parecía que menospreciaba a todas las mujeres y las usaba. Él era un joven magnate heredero del negocio de la inmobiliaria, para entonces tenía 32 años de edad. Su esposa murió en un fatal accidente de tránsito producto de la falla de los frenos de su auto, dejándolo viudo y con un pequeño niño de cinco años que era lo único que le daba algo de sentido a su vida. A los meses de enviudar, él para aliviar un poco la pena que lo aquejaba había empezado a llevar el estilo de vida sexual algo extravagante y cargada de derroches y se metía en la cama con toda mujer hermosa que se le cruzaba en el camino, eso incluía a Annie Bolttier, la hija de uno de los socios de las empresas de su familia, que era su mejor amiga desde la adolescencia, ella siempre había estado enamorada de Rodrigo y pasó a ser su amante tras la muerte de Ángela, ahora se acostaba con él, conservando las esperanzas en llega
Una noche un cliente para el que Scarlet bailaba solicitó que Jacob visitara su mesa y le hiciera algunos de sus actos artísticos delante de sus amigos. Ellos se miraron a los ojos, esta vez estaban a pocos metros de distancia y ella estaba casi desnuda, apenas la cubría el conjunto de lencería que llevaba puesto, pues como parte del espectáculo ya se había quitado lo demás.Scarlet se retiró a cambiarse el atuendo, ya que el cliente quería sorprender al bartender con un premio, pues le encantaba como él hacia sus actuaciones artísticas que ya había podido disfrutar en distintas ocasiones.Él a su modo artístico con fuegos le sirvió el trago a cada uno de los caballeros en la mesa, estos estaban complacidos observando sus copas en frente suyo aun con las llamas encendidas.Cuando él al fin terminó de servirles, los aplausos y las risas se hicier
Ambas parejas salieron del lugar y fueron directo a la casa de los Sutherland, estuvieron en la sala algunos minutos y se bebieron una copa, allí parecía que nada estaba fuera de lo normal. Después Hilary fue arriba a su habitación. —iré a cambiarme. —Unos cuantos minutos después Erick les dijo: —Bueno, vamos al cuarto de terciopelo. Annie y Rodrigo se miraron y se rieron en silencio, se imaginaron que el cuarto de terciopelo era de color rojo y con alfombras con motivos de cebra o de tigre. Bajaron unas escaleras en forma de caracol de color beige cuyo diseño se asemejaba a un tobogán, al llegar a la habitación se encontraron con algo totalmente distinto a lo que estaban pensando, dicha habitación tenía más apariencia de un spa lujoso que un cuarto dedicado solo para practicar el sexo; lo único que tenia de terciopelo eran los muebles y los cojines, las tonalidades eran de color marrón, beige y negro. Nadie podía negar que Erick y Hila
Al otro día Annie despertó antes que Rodrigo, ella miró a todos lados y vio que estaban en una de las camas del cuarto de terciopelo, Erick y Hilary dormían en la otra. Todos estaban desnudos a medio arropar, había copas puestas en distintas mesas y botellas de vino; además de ello había juguetes sexuales regados por el piso de la habitación, ella aturdida no recordaba nada de lo que habían hecho, pero el panorama que veía en ese momento era suficiente para conocer todo lo sucedido.Aquello le pareció horrible a sus ojos, Annie en sus adentros sintió que un abismo se le abrió en el estómago, ella nunca hubiera imaginado que en su vida llegaría tan bajo atentando contra sus principios morales, para sus creencias religiosas y las de su familia que eran católicos devotos, aquello era digno de las prácticas de seres promiscuos y alejados del temor de Dios y de to
Al otro día amaneció con sus pensamientos concentrados en la bailarina, no podía borrarla de su cabeza, le era imposible pasar por alto que existiera una mujer tan semejante a su esposa.Él decidió regresar al club en la noche esta vez iría solo, quería volver a ver a Scarlet, pretendía solicitar un baile privado para verla de cerca sin que nadie los interrumpiera.Dada la ocasión en que vería a una mujer casi idéntica a su esposa, él quiso celebrarlo a su modo, entonces fue a una tienda de ropa para caballeros y compro un traje costoso de paño italiano; se fue a la barbería y renovó su corte de cabello y se arregló la barba, por la noche se metió por un rato en un relajante bañó de burbujas y cantaba una y que otra canción romántica que recordaba por partes.A las once de la noche salió del hotel, el hombre co
Esa madrugada cuando Scarlet y Leslie llegaron a su apartamento ella se metió a bañar primero, mientras se estaba duchando le dijo a Leslie:—Hoy tuve un cliente algo extraño.—No me digas que un viejo barrigón con nariz de bruja.—No, al contrario, era muy guapo, pero es un tipo algo extraño, no te sé explicar, pero despertó mi curiosidad, me provocó meterme en su mente y averiguar lo que pensaba.—¿No será más bien que te gustó?—No te niego que es un tipo muy guapo, creo que cualquier mujer caería rendida a sus pies. Pero hay algo en él que no puedo saber de qué se trata, pero en verdad me inquietó.Sumido en sus pensamientos en el bar, Rodrigo se bebió como tres copas y se marchó al hotel, esa noche no durmió, el encuentro que tuvo con la bailarina había sido algo intens
Por la noche que ya todos estaban descansando Rodrigo estaba en el estudio, de pronto alguien toco la puerta y era Raiza:—Adelante.—Hola hermanito.—Hola hermanita, ¿qué sucede?—Vengo a hablarte de Annie.—Diem que tienes que decirme de ella.—¿Por qué la trataste tan mal hoy en la fiesta?—No la traté mal, solo le dije que no se metiera en mis asuntos.—Me parece que eres muy injusto, ella no ha hecho más que ayudarte con tu hijo desde que Ángela murió.—Lo hace por qué quiere, yo no la he obligado.—Deberías pedirle disculpas. —Él con sarcasmo agregó:—¿Quieres que le pida disculpas por meterse en mis asuntos? ¿Qué tal si me le arrodillo y la invito a cenar?—Lo de arrodillarte no es necesario hermanito, pero lo de