Apostaron a los heridos en maltrechas sábanas que cogieron de Deuxiemè Château a modo de camillas. Una larga hilera de moribundos se extendía en el campo de hierba mojada, los pocos ilesos estaban cansados mentalmente... Se disputaban bebidas alcohólicas para olvidar. Las esposas de los heridos que habían disparado flechas desde el Château lloraban desconsoladamente...
Annie recorrió las hileras de sábanas manchadas de sangre... No sabía a quien buscaba. Pavlov, la esposa de un bardo, no dejaba de llorar recorriendo las casas destruidas y las murallas de tierra aferrada a una vieja lira. Annie encontró a un conocido.
Elias se retorcía sobre una sábana ensangrentada, tenía un pedazo de madera clavada en el vientre... Bael, el anciano esquelético le gritaba a un soldado muy joven que lo sujetará mientras ensartaba el hilo de tripa por el ojo de la aguja. Sus gritos eran horrorosos...
—¡Suéltalo! —Chilló Annie y de un empujón derribó al joven soldado.
Elias
El salón del trono estaba repleto de nobles despreciables. Un millar de miradas inquisitivas lo perseguían mientras caminaba entre los susurros descarados y tomaba asiento en la larga mesa del consejo de guerra. Bel, su escolta, lo siguió como un autómata silenciando las bocas con su presencia de chirridos de acero. Los nobles lo miraban con sus ojos grasientos, ansiando. Se sentió asqueado, como si el salón estuviera lleno con estatuas de mierda. Una mano pequeña apretó la suya debajo de la mesa... Anaís le sonrió con confianza sentada al lado suyo, sus cabellos castaños crispados relucían junto a sus ojos castaños. La corona del difunto rey permanecía en el centro de la mesa, acaparando miradas obscenas como una puta cara fuera del alcance de los plebeyos.El funeral de Joel Sisley fue de siete días. Las campanas sonaron en toda la ciudad. El cuerpo del difunto recorrió las calles entre las multitudes de personas zarrapastrosas y nobles. El cuerpo presentaba un avanzado est
El invierno llegó y las nevadas se precipitaban violentas sobre todo el pueblo...Un manto blanco cubría al mundo mientras un frío cada vez mayor los hacía refugiarse. A pesar de todo, gran parte del ejército se movilizó como escolta cuando Seth Scrammer partió del pueblo en dirección al este. Cien soldados a caballo partieron bajo una tenue nevada.Mientras Camielle avanzaba en su caballo gris en medio de la columna, Annie no dejaba de tiritar.—Deja de moverte—exigió. La joven no dejaba de temblar pesé a llevar un grueso abrigo de lana y bufanda bajo la capa brillante de Niccolo—. Ambos nos caeremos.—Hace mucho frío—dijo mientras casteñeaba los dientes—... ¿Por qué tuvimos que venir?Aún nevaba, pero era una llovizna débil como las de principios de otoño. El rey Seth encabezaba la avanzadilla a través de la nieve y los árboles congelados sobre un esbelto corcel bayo de crines rojas. A su lado trotaba, orgullosa, Lucca della Robbia sobre una yegua clara y el c
Un animal se movió fuera del edificio, lo escuchó arrastrarse sobre la nieve. Frida se estremeció en sueños con el rostro pálido perlado de sudor, descansó finalmente muy entrada la noche. Damian se levantó de la cama y fue a asegurarse de que la puerta estuviera bien cerrada, últimamente estaba desapareciendo el ganado en el pueblo y los campesinos se lanzaban cizañas entre ellos. El cerrojo estaba trancado, una sombra cruzó la alfombra de luz que llegaba desde las lámparas de hierro en la calle. Se estremeció y fue a cerrar las cortinas, estaban sucediendo extraños acontecimientos en Puente Blanco. Su esposa seguía dormida, se alegró de que descansara, las fiebres habían bajado con mucho esfuerzo ya que Frida lo vomitaba todo. Estaba muy débil. Se pasó una mano por la barba negra y exhaló un vaho de aliento cálido.Damian Brunelleschi encendió una vela de cera perfumada. Las guardaba en un cofrecito de plata como un tesoro. Ya sólo quedaban tres velas, tendría que ir al Tem