Capítulo 24
Me doy una ducha larga en uno de los baños de la casa. Estoy intranquila. Deseo de todo corazón que Dante y Amenadiel no se estén matando en la misma habitación. No tengo un buen presentimiento.
No lo tengo desde que la idea de Dante para que los tres seamos quienes estén entre las nubes no me ha parecido tan descabellada. Pero no lo quiero cerca, aún sigo lastimada, triste porque ya no le tengo confianza.
Lo que construimos se acabó.
Lo que alguna vez tuvimos se marchitó.
Tocan la puerta del baño.
—Está ocupado —anuncio enrollando una toalla en mi cabeza mientras me pongo de pie en la tina.
Abren la puerta de todas formas. No me molesto en cubrir mi desnudes en cuanto Dante ingresa. El vapor del pequeño cuarto sube hasta el techo. El ambiente es una mezcla de luz amarillenta con vapor y olor a rosas.
—¿No podías esperar a que salga de bañarme? —j
CAPÍTULO 25Llego a la cocina y me encuentro aAmenadielsentado en la isla de su cocina mientras come un enorme sándwich caliente. Está tan concentrado comiendo que apenas nota que cruzo el umbral. Me apoyo en el marco mientras me cruzo de brazos.Verlo es un placer visual.Tiene una sudadera gris y en ellas aparece el logo de los leones rugiendo de la universidad de Chicago. Lleva la capucha puesta. Me acerco y se percata de mi presencia. Me hace una mueca parecida a una sonrisa mientras mastica.—Me besó —le confieso con gran timidez, sentándome al otro lado de la isla.Enarca una ceja y asiente lentamente. Traga.—A mí también —me responde con voz ronca, incomodo.Mierda.—¿Sentiste algo? —clava sus ojos en los míos cuando suelta aquella pregunta inesperada.
FINAL.Depositan lentamente una coronilla de pétalos realizados con oro puro. Otras manos se ocupan de rodear mi cintura con un lienzo del mismo material. Atan dos tiras del vestido inmaculadamente blanco en mi nuca, un nudo sencillo que desatará en un par de horas mi futuro esposo.Deja ver mi escote y es ajustado al cuerpo. Una delicia.Unas manos se ocupan de darme unas sandalias que serán atadas hasta mis rodillas. Otra dama de compañía se ocupa de trenzarme el cabello negro.El vestido llega hasta mis rodillas, rompiendo con el reglamento real del Olimpo. Todas pueden cortar su vestido hasta donde se lesdéla gana. Una regla que hoy mismo lanzaremos conAmenadiel.Las cortinas que dan directo albalcóny que son de un tonosalmónse agitan por el ingreso de un viento cálido como solo lo tiene el verano. All&iac