ADVERTENCIA: Esta obra incluye escenas de lenguaje soez, violencia explicita, y escenas con alto contenido sexual. Respecto a esto último, los capítulos que lo contienen incluyen el símbolo (+18) y eres libre de elegir no leerlos, aunque eso implique la pérdida de algún dato importante. Queda bajo tu responsabilidad leer esta novela.
Dicho esto, disfrutad de la lectura :)
Abrazo de oso, Vero~~
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—No puedo dejarte entrar ahí —exclamó Lara, que sujetaba la manga de mi camiseta con fuerza.
—Suéltame, Lara —susurré.
Sus ojos me suplicaban que por favor me quedara con ella, que no entrara al local, pero mi trabajo era pelear, era mi destino, mi vida.
—Por favor, no me hagas esto —suplicó; su voz se estaba rompiendo, pero no sentí ni el más mínimo arrepentimiento.
—Deberías haberte alejado de mi hace tiempo, antes de que te engancharas tanto —dije con frialdad—. Creíste que podrías salvarme, pero te equivocaste. Nadie puede.
—Lucas...
—¿Creíste domar al demonio? ¿Creíste poder sacarme del Infierno? Estás loca —reí—. Lárgate de aquí, patética.
Sus ojos se cristalizaron y me soltó de golpe.
—Has jugado conmigo...
—Como juego con todas —sonreí con amargura—. Todas queréis domar una bestia, la teméis y a la vez os vuelve locas. ¿Por qué las niñatas insistís en enamoraros del chico malo?
—Yo... Yo te maldigo, Lucas O'Dell —en sus ojos había una furia contenida, pero su rostro se notaba sereno, y sus manos cerradas en puños ascendieron para apuntarme con el dedo—. Te maldigo a enamorarte de la mujer más frágil y a la vez más fuerte, a meter a la persona a la que más amas en tu sucio mundo, y a no poder sacarla nunca.
Una carcajada brotó de lo más profundo de mi garganta, y me adentré en el apestoso local, riéndome de la pobre tonta que había sucumbido a mis encantos como una boba, sin saber que su profecía se cumpliría.
IriaMe levanté sobresaltada cuando oí la asquerosa melodía de la alarma. Cogí el móvil y la apagué, me estiré y salí de la cama con una gran sonrisa. Un día nuevo estaba por comenzar, y tenía ganas de asistir a la primera clase de mi tercer año de universidad. Enfermería era, sin duda, una carrera estimulante y divertida para quien le gustaban ese tipo de cosas. Adoraba a mis profesores, que me enseñaban con la ilusión de salvar vidas, y adoraba las prácticas, en las que conocía a todo tipo de personas y ayudaba a quien lo necesitaba.Entré en el baño y prendí el grifo de la ducha. Mientras se calentaba el agua, hice mis necesidades y preparé la ropa que me pondría para ese
Iria—Iria, por favor.Era la cuarta vez que Clare insistía en que me pusiera un vestido de los suyos. Era negro, ajustado, repleto de lentejuelas y con la espalda abierta unos centímetros por encima de la cadera, y a mi me llegaba por la mitad del muslo. Me parecía ostentoso, y sobre todo, demasiado corto. Al lugar al que íbamos, no me parecía lo mas correcto; a saber qué tipo de gente había allí.—Clare, no es para nada mi estilo, lo sabes.—Iria, mi amor, es solo una noche y tenemos que ir arregladas —estiró el brazo que sostenía el vestido, y murmuró—; además, con tus piernas y tu cuerpo, este vestido
IriaLa pelea comenzó siendo tranquila. Los golpes eran casi de prueba, y ninguno de los dos boxeadores parecía demasiado herido para continuar. Los tres primerosroundsfueron casi para conocer los movimientos que hacían, pero a partir del cuarto la cosa se puso más emocionante.El Demonio comenzó a avanzar hacia el Vikingo con el rostro serio y sombrío. Parecía querer terminar con eso cuanto antes, así que soltó un gancho que el Vikingo pudo esquivar perfectamente. Siguió presionando, pero tan solo un par de golpes lograron llegar al cuerpo del joven. El Demonio empezaba a impacientarse y sus ataques se volvieron más contundentes.—¿Qué hace? &mda
Iria—¡Bájame, pedazo de bruto! —chillé como desquiciada una vez más, mientras la gente que me rodeaba ignoraba mis gritos de socorro y al chico que me sujetaba no parecían afectarle las patadas y manotazos que le estaba dando.Su extraña manera de comer tarta consistía en haber atrapado mis piernas en sus brazos y apoyar mi abdomen en su hombro. Me llevaba cargada como un saco de patatas, y yo me revolvía incansablemente para que me soltara de una vez por todas.—Estate quieta de una vez —bufó molesto, dejándome en el suelo bruscamente.Me tambaleé unos instantes por la bajada precipitada, sintiendo como la sangre acumulada en mi cabeza volvía a recorrer el resto de mi cuerpo. Después, le propiné un golpe en el hombro del que se rió como si fuera patética.—Que mona eres, ¿quieres un p
IriaEl resto de la mañana pasó rápida y tranquila. Tras Bioquímica no volví a ver a Dylan en clase, pero me le encontré con Clare en la cafetería a la hora de comer. Les saludé un segundo, pero pedí la comida para llevar, puesto que hoy trabajaba doble turno en la biblioteca.Fui caminando hasta la parada del autobús y esperé tranquilamente a que llegara. Cuando me subí, fui todo el camino haciendo caras raras a un niño pequeño que no dejaba de llorar, y que de pronto comenzó a reír. Satisfecha con mi buena acción del día, me bajé del autobús con una amplia sonrisa y fui caminando y disfrutando de los colores otoñales que comenzaban a adornar los árboles.Llegué a la biblioteca a las cuatro de la tarde, y saludé a Silvia, la directora, antes de coger mi carrito repleto de libros
IriaTras el encuentro precipitado con Lucas, decidí irme a dormir, pero me fue imposible pegar ojo. No dejaba de pensar en todo el dinero de ese sobre y en que lo escondió en mi bolso porque “nadie sospecharía de mi”. ¿En qué cosas estaría metido Lucas? A lo mejor era para alguien a quién se lo debía, o tal vez se lo estaba guardando a alguien.En todo caso, me paré a pensar en cómo había hablado Dylan de él esa mañana, en su forma de ser, pero su imagen se proyectó en mi mente sin darme tiempo a pensar en nada más que en sus ojos azules, brillantes y profundos, su cabello negro, despeinado, sus labios rosados y carnosos agujereados por un aro de metal que no había visto antes (seguramente se lo quitaría para pelear y por eso no lo vi), sus cejas oscuras y su capa de pestañas.Su maldita mirada en el ring se
IriaTras aquella conversación, Lucas salió del establecimiento disparado. Su propósito estaba claro: ganar la pelea y conseguir dinero para pagar la hipoteca del café de su madre. Intenté convencerle de que era una idea nefasta pero no me escuchó, y supuse que eso pasaba con todo el mundo que intentaba detener su tozudez.Cuando María salió de la cocina y vio que su hijo ya no estaba, una mueca de tristeza ocupó su rostro. Me quedé toda la mañana allí, aunque el paso de clientes era bastante escaso. Cuando le dije a María que me iría al campus de la universidad a comer, ella depositó un billete de cincuenta dólares en mi mano.—María, ya me pagarás en otra ocasión —dije—, ahora mismo, no lo necesito.—Insisto, por favor —respondió la mujer—. Te agradezco mucho que
IriaMierda. Eso fue todo lo que se me vino a la cabeza cuando vi a decenas de agentes de policía adentrarse en la fábrica. Dylan se levantó rápidamente de su asiento y nos cogió de las manos a Clare y a mi, que mirábamos en shock la situación, al igual que otras muchas personas a nuestro alrededor.—¡Vámonos!Pero eso no pudo ser. Alguien me empujó con una fuerza bestial, y mi mano se soltó de la de Dylan.—¡Iria! —gritó, pero era tarde.Una masa de gente me arrastraba hacia un salida diferente mientras yo hacía esfuerzos sobrehumanos para apartarme de l