Dos meses después.
El día que no decían el sexo del bebe estaba dos veces emocionada, una porque sabría el sexo de la criatura y dos porque vería a Gael, Eitor lo convenció de vernos en una apartamento de su propiedad para compartir la noticia con él. Eitor no estaba de acuerdo, fue idea mía, extrañaba a Gael y quería verlo, me sometía a la tortura de no verlo, no hablarle con el asunto de mi seguridad como excusa. Eitor y yo compartíamos la cama, la habitación, los secretos, lo veía y no podía creer que hubiese llegado a representar tanto para mí cuando lo recordaba vestido tan ridículo en la playa.
—¿De qué te ríes?
—Te recordaba usando gel fijador para el cabello en plena playa—reí.
—¿Lo superarás algún día?
—No. La verdad no.
Me abraz&o
Era el día en que nacería Juan Pablo. Lola insistió en hacerme el desayuno, estaba emocionada, yo también, aunque trataba de disimularlo, al terminarlo, lo sirvió, hizo que me sentara a la mesa y se subió sobre mi regazo, insistió en dármelo en la boca, reímos como tontos. —Estás muy graciosa. —Estoy feliz esposo mío—dijo recostando su cabeza de mi hombro. Busqué su boca y besé sus labios. El día que nos casamos me dijo que sabía que lo hacía para forzar a Jelena a avanzar, dijo estar de acuerdo, no hubiese podido tener mejor compañía en el infierno en el que vivía. Ella era perfecta. Me convenció de hablar de vez en cuando con Jelena, la verdad eso la hizo sentir más aliviada. Seguía sin superarme pero lo llevaba un poco mejor con nuestras esporádicas conversaciones. Nos sentamos en la sala de estar y conectamos las cámaras, Eitor arregló que Buzo, uno de los amigos de Jelena grabara todo y él se ocuparía de la transmisión en vivo. Sin Lola no había
Un año después. Juan Pablo corrió detrás de Amelia y entre los dos arruinaron la decoración, en pocas horas llegarían los invitados y las decoradoras estaban a punto de renunciar; Juan Pablo era travieso pero Amelia salió a su madre, pura maldad como Olivia. ¿Cómo esos dos chiquillos de un año podían causar tanto desastre y con tanta saña? —Amor, ¿Qué haces? Encierra a los niños—gritó Jelena. —¿Yo? ¿Y las niñeras? ¡Para lo que quedé!, puede que guarde a Juan Pablo pero la pequeña diabla de Olivia que la guarden sus padres—me quejé. —Las chicas de la decoración están molestas, renunciaron—comentó Ramsés. —¡Dios y ahora!—exclamó Jelena, pero como siempre no había terminado de decir nada cuando ya Gaviota y Buzo inflaban globos y armaban todo junto con Ramsés. Suspire aliviado. —Al menos no tengo que inflar globos. Jelena se colgó de mi cuello. —Está noche te iba a compensar soplándote a ti, si ayudabas con la deco