Epílogo de Las historias de Maldecín
Fortunato Martínez, hacendado en las tierras fértiles de Jinotega, viajero desde el país Vasco, vino a este país para enriquecerse, sin embargo, un padecimiento mental le incapacitó trabajar la tierra, y tuvo que delegarle el trabajo a su hijo, Rodrigo Martínez, incapaz de llevar las cuentas debido a las lujuria extenuante, derrochó el dinero en prostitutas y licor. Destruido moralmente, y luego de la muerte de su padre, decidió mudarse a Matagalpa, y conoció en un cafetal a la hija de un cafetalero, llamada Magdalena Prístina.
Ella lo arropó y le dio vivienda, sobrevivieron a la guerra de los ochenta, y cuando Prístina heredó cierta cantidad de dinero por parte de su padre, se mudó al centro de la ciudad donde compró una pequeña casa y
A la semana siguiente, llegué a la casa de Benito y le entregué el texto en sus manos. Después de meditar en el sofá con su gafas puesta, unas lágrimas brotaron de sus ojos, y me dijo que publicaría el libro para que el mundo girara y el universo más el pacto con el diablo tuviera efecto. A la semana siguiente de la publicación en una imprenta con tirada de 100 copias dormí como un niño, y al despertar todo había cambiado, tenía quince años, y mi voz quebrada volvió, y mi mente estaba llena de recuerdos sobre otro mundo donde fui la creación de Benito Valdivia. Al año siguiente me matriculé en la carrera de derecho, y esperé la edad de 18, la edad que había sido predestinada para que yo leyera el libro, según el prólogo de la décima edición de Las hist
En el libro «Las historias de Maldecín» aparecía un relato escrito por Benito Valdivia, escritor que me tocó entrevistar y conversé con él para comprender las similitudes narradas tal como si conociera mi mente. Todos los delirios y las pesadillas que me atormentaban eran iguales al escrito, mis pesares y dolores que me han perturbado toda la vida. Hay cosas que uno ni siquiera puede entender, tantas complejidades humanas que trastornan a diario, y eso solo se sufre de manera individual. Pensé por un momento que se trataba de alguna casualidad. En el texto se mostraban rasgos personales que solo alguien que me conociera a profundidad podría decir, como lo que siento cuando mi brazo se mueve debido a la incomodidad que me provocan las personas. Esta incomodidad la desarrollé luego de un asalto a mano armada cerca de la casa en Vil