Al oír el nombre de don Sergio, Juan se quedó paralizado un instante. No era alguien que un simple director de comisaría como él pudiera manejar. Pero ya había soltado la palabra, y por lo visto, aunque no fueran cincuenta mil, sino cien mil, Pablo tendría que pagar. En cuanto a si el asunto se resolvería o no, eso ya no era su problema. Total, después podría decir que el dinero se había gastado. La familia Torres se dedicaba al cultivo de hierbas medicinales, era básicamente agricultor, o como mucho, terrateniente. Aunque supiera que le había estafado, tendría que aguantarse, porque en el futuro dependería mucho de él. Juan frunció el ceño con severidad: —¡Chico, tienes un valor increíble! Atreverse a provocar a la gente de don Sergio.—¡Quien se enfrenta a don Sergio sale sufrido aunque sobreviva! Con cincuenta mil no se puede resolver. Al oír esto, Pablo se puso nervioso: —Juan, ¿de verdad no hay manera? Juan eructó de nuevo antes de hablar.—Hay que aumentar el precio. ¡
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