Todo volvía a la vida, la primavera estaba hermosa y brillante.
Al árbol también le salieron botones de flores,
abajo del árbol, Sara llegó tempranito.
Traía puesto el vestido blanco que más me gustaba, trajo pastel y se sentó en el pasto a hacerme compañía.
Me recargué despacito en ella, cerré los ojos para sentirla cerca.
Su cuerpo siempre olía tan rico a jabón, a limpio, a puro.
Sara como que me sintió, y se puso a hablar sola.
Me contó las cosas gachas de la vida,
las cosas chistosas que pasaban, y noticias de mi familia.
Por ella supe que Siena y Horacio estaban los dos en el bote.
El niño que tuvo Siena se lo dejaron a Iván para que lo criara,
le hicieron la prueba de paternidad, y no era de Iván.
El negocio de Iván tronó, ahora anda todo menso.
Se rio un poquito, parecía que ya le estaba dando la vuelta a haberme perdido.
—Sa... Sara, qué temprano llegaste.
Al rato llegaron mis papás e Iván.
También trajeron pastel y postres bien ricos,
eran los que de chiquita le compraban a es