Share

Capítulo 2

Javier Summers se acomodó en su escritorio e inició sesión en su computadora. Al principio, revisó su correo electrónico y se aseguró de no perderse ninguna noticia importante antes de abrir los archivos que Ella le dio.

Estaba a mitad de la lectura del documento cuando le vino a la mente una extraña pregunta.

¿Acudiría con su novio? 

Ella nunca hablaba de su vida privada y no podía negar que empezaba a sentir curiosidad. La mayoría de las mujeres se abrían con él, pero Ella nunca. Pero, de nuevo, la mayoría de las mujeres caían en su encanto, excepto ella. Era algo bastante frustrante, de verdad. Le hacía preguntarse de vez en cuando si había comenzado a perder su toque, o si ella simplemente estaba interesada en personas del mismo sexo. 

Una cosa era segura, Ella era una chica tan recatada y fría, que nunca perdería la cabeza por nada, ni por su impecable encanto en las damas. Eso la había convertido en la asistente perfecta tanto en su línea de trabajo, donde los artistas o las actrices eran demasiado temperamentales y Ella podía razonar con ellos; y también en las tasas de retención de su empresa. Dios sabía que tuvo que despedir al menos a una docena de mujeres que fueron sus secretarias porque se enamoraron de él. ¡La última fue la más loca porque arrojó desnuda sobre él durante las horas de oficina! Fue bastante vergonzoso y molesto resolverlo. ¿Cómo explicarle a Recursos Humanos el incidente? Javier sacudió la cabeza exasperado. 

Entonces, una vez más, su mente volvió a su secretaria, Ella Stanford. Aunque no se lo admitiría a nadie, empezaba a pensar en ella incluso estando con otras mujeres. Y a veces, cuando su mente se atrevía a irrumpir en otro territorio, se preguntaba cómo sería en la cama. Sabía que tenía que dejar de pensar de esa manera cuando se trataba de ella. No podía meterse con la mejor secretaria que había tenido. 

El teléfono al lado de su brazo sonó y su mente volvió a su oficina cuando descolgó el auricular.

—London Star te está esperando en la línea uno —dijo Ella claramente. 

—Gracias, Stanford. Me encargaré desde aquí. —Presionó el botón para tomar la llamada. A diferencia de su misteriosa secretaria, Ella Stanford, no había nada oculto cuando se trataba de London Star. Nunca se avergonzaba de mostrar su figura en público o de que los hombres babearan por ella. Y con toda honestidad, a Javier le parecía bien. Era divertido estar cerca de ella.

—Hola, London —saludó cálidamente, aún recordando su exquisita figura en el sexo improvisado de esa tarde. 

* * *

Después de que terminó con su llamada, le pidió a Ella que acudiera a su oficina y le devolvió los archivos junto con instrucciones claras adheridas al documento. Mientras se movía por su oficina, mantuvo los ojos pegados a ella. Llevaba una blusa con una falda que terminaba modestamente justo por encima de las rodillas. Siempre se vestía apropiadamente. Y parecía que hasta ese momento notó lo hermosas que eran sus piernas y la forma en que sus caderas se balanceaban al caminar. Era tanto una distracción como una tentación.

Javier sofocó estos pensamientos poco profesionales y fijó la mirada en su rostro. Era bonita, no increíblemente hermosa como todas las mujeres con las que había estado, pero podría deberse a que apenas se maquillaba. Si tan solo cambiara esos anteojos gruesos por lentes más delgados... También se echaba el pelo hacia atrás y se lo recogía en un moño demasiado apretado para su propio bien. De repente a Javier le entraron ganas de quitarse aquellas horquillas y sentir con las manos su suave cabello oscuro. 

Cuando su mirada finalmente llegó a sus ojos, todo lo que vio fue una brillante inteligencia que lo miraba expectante, nada más que negocios en su mente. Su indiferencia hacia él era tan evidente que se tornaba casi insultante. 

—¿Vas a traer a alguien? —finalmente preguntó, decidiendo que debería seguir adelante en lugar de giardarse la curiosidad y quedarse en la oscuridad.

Sus cejas se levantaron, los ojos se abrieron con confusión. 

—¿Perdón?

—A la fiesta. ¿Traerás a alguien?

Se quedó en silencio durante unos segundos antes de responder—: Sí, a un amigo.

Su ceja se arqueó con burla. 

—¿Un chico?

—Sí, —Sus ojos se contrajeron—, ¿Es eso un problema para usted? —lo desafió aunque su tono todavía estaba apropiadamente dentro de la cortesía. 

—Para nada. —Se encogió de hombros como si no le importara que fuera a llevar a su novio o a su hermano. Aunque con toda honestidad, le importaba. Porque su siguiente pregunta fue más un golpe que una mera pregunta amistosa—. ¿Es un contador o un asesor fiscal?

Su frente suave y cremosa se arrugó cuando preguntó con incredulidad—: ¿Quieres saber si es contador o asesor fiscal?

—Eso es lo que pregunté —respondió Javier con otro encogimiento de hombros—. Entonces, ¿qué es?

—¿Necesita un contador o un asesor fiscal, algo así?

—No.

Sus ojos se entrecerraron con evidente sospecha. 

—Entonces, ¿por qué preguntas?

—Porque soy el anfitrión. Sería extraño si no supiera al menos un poco sobre él, especialmente porque lo traerás a mi fiesta de cumpleaños. ¿No crees? 

Ella lo miró fijamente, sin decir nada. Sus hombros se enderezaron y su cuerpo se puso rígido. Incluso sus manos estaban apretadas en puños a cada lado de su pequeña figura. Javier se preguntó si lo iba a golpear o le daría una bofetada por ser tan condescendiente. Finalmente, preguntó—: ¿Qué te hace pensar que es un contador o un asesor fiscal? —Su voz fue tan fría como el Polo Norte.

—¿Es uno de ellos? ¿O tal vez ambos? —insistió, un poco molesto porque estaba evitando la pregunta. 

Su boca se convirtió en una mueca plana. 

—No.

—Okey. —Javier desvió la mirada hacia la pantalla de su computadora, fingiendo estar ocupado con lo que fuera que había allí y luego preguntó casualmente—: ¿Cómo se llama?.

—Damon. Damon Matthews. 

Javier parpadeó. Ese nombre sonaba familiar. 

—¿És dueño de esa compañía de estufas?

—No —respondió Ella con un tono bastante defensivo. Luego, como si se hubiera dado cuenta de eso, su siguiente tono volvió a ser natural—. Ese es Davon Matthews.

—Ah, tienes razón. —Javier le dirigió una mirada antes de volver a su monitor.

Desde su visión periférica, pudo ver que sus labios se habían suavizado y su boca estaba ligeramente entreabierta. Impulsado por la curiosidad, volvió a centrar su atención en ella. 

—En realidad, no creo que a Damon le importe que lo confundas con Davon, —Su lengua se deslizó fuera de su boca entreabierta y se lamió el labio inferior—, él es muy sexy.

Javier sintió que la temperatura incrementó sin motivo aparente, al menos nada que se le ocurriera. 

—¡Me aseguraré de recordar eso! —espetó y luego empujó los archivos hacia ella—. Puede tomar estos archivos y volver a su escritorio. Asegúrese de planificar las reuniones y no olvide traer los archivos adicionales necesarios si procedemos con la adquisición.

—Por supuesto. —Ella le sonrió mientras daba un paso adelante y tomaba los archivos del escritorio. Luego salió de la oficina con sus caderas atormentando todos sus nervios. 

Javier maldijo por lo bajo, lo suficientemente bajo como para que nadie más pudiera oírlo. ¡Eso fue una locura! Acababa de tener sexo con London Star hacía apenas unas horas y ahora su cuerpo estaba dominado por el deseo. Y ni siquiera pensaba en la artista de voz sensual y curvas exuberantes. ¡No, estaba pensando en su m*****a secretaria rígida!

—¡Maldita sea! —finalmente gruñó.

Related chapters

Latest chapter

DMCA.com Protection Status