MasukJavier seguía insistiendo:—Alejandro, date prisa y consuélala, ¿por qué sigues tan serio? No la asustes...—Estoy bien, Javier —dijo ella, tranquila.No parecía una mujer que acababa de pasar un susto. Se veía serena, con sus emociones bajo control, así que cualquier intento de consolarla estaba de más.Javier levantó una ceja, sorprendido.Sofía era... especial.—¿Thiago está bien? —preguntó.Javier parpadeó.—...Sí. Lo llevaron al hospital.—Voy a verlo.Javier miró rápido a Alejandro, tosió y dijo:—Eh... no hace falta, ¿no crees?—Ve —respondió Alejandro con voz baja y serena.Sofía lo hacía por cortesía, él lo sabía.Pero él... él solo pensaba que iba a ver a su rival.La pantalla del celular de Sofía estaba rota, aunque todavía funcionaba. Llamó enseguida a Carmen; estaba furiosa y no dejaba de maldecir a Diego.Sofía la calmó y colgó.Ella ya los esperaba en el hospital.En cuanto bajó del carro, Carmen vio la rodilla de Sofía: aunque la sangre se secó, el aspecto seguía siendo
Sofía le dio un beso a Alejandro.Lo hizo a propósito para que Diego la viera. Y efectivamente pasó.Aunque para qué hacerlo... ni siquiera lo pensó. Su cuerpo se movió antes de que su mente la frenara.Sofía solo lo besó.Cuando sus labios tocaron los de Alejandro, aún pensaba fingir, dejarle a Diego un recuerdo doloroso.Pero pasaron tres segundos, quizá menos, y Diego salió de su mente; solo quedaron esos labios suaves, ese calor que le erizó la piel.Tenía los brazos alrededor del cuello de Alejandro. Cuando lo rozó, él se tensó.Un segundo después Alejandro la sujetó por la cintura con fuerza, y Sofía pasó de iniciar el beso a dejarse llevar por él.Al principio fue solo un roce, una caricia suave. Pero cuando Alejandro la acercó un poco más, eso cambió: se volvió un beso maduro, lleno de deseo.Los labios de Sofía dolieron un poco por la presión y la prisa de los de él. No había calma en su forma de besar, sino urgencia.Ella abrió los labios sin pensar y él la llenó con una fuer
Alejandro sabía que Diego no tenía miedo.Desde niños, incluso cuando se arriesgaba a que Fernando lo matara a golpes, siempre buscaba provocarlo.Diego era de esos que preferían pagar el precio más alto con tal de hacer sentir a su enemigo un mínimo de dolor.Pisabas su orgullo y él arriesgaba todo, sin importar las consecuencias.Por un segundo, Alejandro pensó, con amarga ironía, que en el fondo Sofía tuvo suerte de cruzarse con él.Si su futuro compañero no tuviera la fuerza para enfrentarse a Diego, ambos estarían condenados a una vida bajo su sombra, víctimas de su locura y de su necesidad de control.Un hombre así podía arruinar vidas enteras.Pero Alejandro no era un jugador suicida.Tenía límites, tenía a alguien que proteger.Y esa diferencia lo hacía peligroso de otra forma: no se arriesgaba por impulso, sino por estrategia.—Lo que le hiciste a Sofía me basta para querer verte muerto —dijo con firmeza.Diego se rio, seco.Que Alejandro hablara de provocación le parecía una
Alejandro era conocido por su serenidad imperturbable. Siempre serio, de pocas palabras, con una elegancia distante que imponía respeto. Jamás se le vio perder el control.Pero en ese momento le costaba respirar.Corrió.Ni siquiera esperó a sus guardaespaldas.Solo quería encontrar a Sofía.Ella lo vio aparecer frente a la puerta y por un momento quedó muda.Abrió la boca, pero ningún sonido salió.Alejandro se detuvo en seco. La vio: la cara pálida, las manos temblorosas, la rodilla ensangrentada.Su expresión no cambió... pero, de repente, se lanzó contra Diego.Este último no esperaba que llegara tan rápido.Cuando iba a sacar a Sofía del lugar, lo sorprendió de frente.Y aun así, no pareció alterarse.Al contrario: un destello cínico cruzó por sus ojos, como si estuviera esperando aquel encuentro.Sin embargo, lo que más lo irritó fue notar un temblor sutil en la mirada de Alejandro: la urgencia, la rabia que estaba conteniendo, el miedo."Ridículo", pensó.Ese hombre que nunca se
Diego pateó la puerta y jaló a Sofía hacia adentro de la habitación. La lanzó al sofá y le quitó el teléfono de las manos.—¡Dámelo! —gruñó mientras intentaba agarrarle los dedos, uno por uno.La cara de Sofía seguía tensa mientras fingía una calma que le era ajena.Diego la miró con los ojos llenos de rabia.—Creí que estabas tomando el pelo esa noche en la mansión de los Villareal, pero lo traías planeado desde antes... —su voz temblaba de furia.—Me viste humillarme, suplicarte que volviéramos, ¿y te reíste de mí? ¿Te divertiste viéndome así, Sofía? ¿Qué carajo crees que soy para ti?Consiguió arrancarle el celular. Lo desbloqueó con su huella y le agarró fuerte la muñeca, sin dejarla moverse.Sofía intentó agarrar algo para golpearlo, pero él se le adelantó y la agarró con violencia.—¡No te muevas! —gritó.Abrió la galería del teléfono.Y ahí estaban.Más fotos junto a Alejandro.De inmediato se le marcaron las venas del cuello.Fotos en el supermercado, en el cine, de los dos ca
El silencio de Sofía solo lo enfureció más. Sentía que estaba perdiendo la cordura por completo.Si lo que temía era cierto... si de verdad Sofía se acostó con Alejandro, iba a perder la cabeza.Él fue su primer hombre.Y ella, su primera mujer.Nunca estuvo con nadie más. Solo con ella.¿Cómo podía traicionarlo así?La cara de Diego se deformó, con los ojos encendidos:—Bien. No quieres hablar, ¿verdad? Entonces lo vas a hacer en la habitación.Si Sofía estaba con Alejandro, no pensaba dejarla ir jamás. La amarraría a su lado si hacía falta.La idea era enfermiza; ya no razonaba.La vio sangrar, notó su rodilla herida y aun así, no se detuvo. En su cabeza, derrumbar su orgullo era la única forma de que no escapara. Quería quebrarla, cortarle las alas y asegurarse de que nunca más pudiera alejarse de él.Solo suya.Aunque fuera a la fuerza.Aunque todo ardiera.El hotel al que llegaron era de los más lujosos de San Rafael. La suite presidencial tenía puertas dobles, adornadas como las





