Al final abrí la puerta y dejé entrar a los cazadores.Lupin y Vinicius estaban tan enfrascados en su duelo que, cuando fueron atacados por sorpresa, no tuvieron más remedio que unir fuerzas contra los cazadores.Por suerte, eran muchos más de lo que yo había imaginado.Esa noche, en la batalla final, todo el ejército se movilizó. Muy pronto, lobos y vampiros fueron derrotados, uno tras otro, hasta quedar apresados.En el último instante, Lupin, por costumbre, me protegió colocándome detrás de él.Todo lo que había hecho por mí en esos días no me resultaba del todo indiferente.Pero al recordar a mis compatriotas devorados, a los huesos blanqueados en las prisiones, entendí con claridad que para los lobos yo era solo alimento.Y lo más triste era que el alimento confundía ese hambre con amor.Además, más que quererme, Lupin adoraba la imagen de mí como profetisa.Por eso, cuando me vio caminar hacia los cazadores y unirme a ellos, su mirada quedó vacía, sacudida, incapaz de aceptar la
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