Se connecterEl ambiente de esa cena le trajo a la mente, por un momento, los años con la familia Villareal.Pero la diferencia era que, ahora, debajo de la mesa, una mano le apretaba la suya con firmeza.Entonces Sofía entendió que no tenía por qué ponerse tensa.Ya no estaba en la casa de los Villareal. Ahora estaba al lado de Alejandro, y eso cambiaba todo.Estar "con él", aunque solo fuera una fachada, no tenía nada que ver con lo que vivió con Diego.Ya no tenía que ponerse en la mira ni estar defendiéndose a cada rato.Bastaba con mantenerse tranquila, a su lado.Aunque estuvo casada tres años, eso no aplicaba allí.Cada persona y cada vínculo se viven distinto.Sofía, por fin, se relajó.Apretó un poco los dedos de Alejandro, como diciéndole que estaba bien.—¿Cuánto tiempo llevan? —preguntó Pandora con curiosidad y un toque de sorpresa.Mientras hablaba, volvió a fijarse en Sofía. Esta vez, ya no se le notaba lo nerviosa; recuperó la calma con una rapidez que impresionaba.Pandora, que solí
El restaurante La Cúpula Dorada tenía un jardín muy elegante.Pandora llegó con ropa deportiva de lujo, un estilo que rompía cualquier estereotipo de cómo se supone que debe verse una mujer de su edad.Caminaba como una joven: segura, suelta, y a la vez con la estabilidad que solo dan los años.Ese equilibrio sutil entre ligereza y autoridad solo se consigue con el tiempo.Cuando los vio, Pandora les echó una mirada rápida y avanzó con paso firme.A su lado venía otra mujer de su edad: Evelina, su mano derecha.Alejandro ya le había hablado de ella.A diferencia de la energía dominante de Pandora, Evelina transmitía serenidad. En su cara se mezclaban la fortaleza y la dulzura que da la madurez.Cuando su jefa apuró el paso, ella también lo hizo.Sofía, que solo alcanzó a verla de reojo, ya se había formado una impresión clara: era una mujer muy guapa e imponente.Volteó un poco la cabeza para mirarlo de perfil, comparando en su mente sus rasgos con los de su madre.El parecido estaba a
Sofía levantó la mano y miró el anillo bajo la luz.—Está lindo —dijo con una sonrisa.—Mientras te guste —contestó Alejandro, arrancando el auto con la misma serenidad de siempre.Ella miró por la ventana, contemplando el tráfico. Pensó en Pandora; era inevitable sentir cierta tensión, aunque con Alejandro cerca no había motivo para temer. Él no era como Diego.Recordó la noche anterior y su salida abrupta.No sabía si él lo había notado, pero ahora que lo pensaba, le daba un poco de vergüenza. Se había ido muy rápido, como si escapara de algo que ni ella misma entendía.Ya había decidido comportarse con naturalidad, fingir que nada había pasado y continuar su trato con Alejandro como siempre. Y por suerte, ahora lo lograba: su mente estaba tranquila y su comportamiento también.—¿Cuándo lo compraste? —preguntó, solo por romper el silencio.—De camino aquí —mintió como si nada.La verdad era otra: lo había comprado antes, durante un viaje a Italia.Junto con un par de esculturas que a
Al día siguiente, en Cien Millas Multimedia.Sofía estaba sentada en la oficina de dirección. La luz del sol entraba por los ventanales y caía sobre ella, tibia y dorada.Había trabajado tres años en el departamento de secretaría de la Corporación Sierra, donde aprendió todo sobre gestión empresarial y el funcionamiento interno de los grandes grupos.Gracias a esa experiencia y a su propia capacidad para aprender, no le costó adaptarse al nuevo cargo. Aunque nunca había dirigido una empresa, ya se movía como una auténtica directora.Con el tiempo, entendió a la perfección cómo funcionaba el sector del entretenimiento.Por eso decidió diseñar ella misma un sistema interno para la compañía: una plataforma donde cada empleado tenía claras sus tareas, objetivos y flujos de reportes.Así, los nuevos ingresos podían integrarse rápido sin causar desorden ni desperdiciar recursos humanos o financieros.Programar pequeñas aplicaciones era algo que Sofía dominaba.Ahora solo necesitaba iniciar s
Alejandro apretó los labios y, sin pensarlo, rompió la tarjeta en pedazos. A Sofía ni siquiera le dio tiempo de reaccionar.Los pedazos acabaron en el fondo del bote de basura.—Este tipo de cosas —dijo con un tono que daba miedo—, mejor no las guardes.La miró con desprecio y repulsión, como a alguien sucio.—Pensé que ya la había tirado —murmuró Sofía.Solo cuando Alejandro confirmó que ella no mostraba ni una pizca de nostalgia, se permitió relajarse un poco.Se puso de pie y bajó la mirada hacia ella.—¿Mañana a las siete de la noche vas a ver a Pandora? —preguntó, directo.Sofía parpadeó, un poco sorprendida por lo directo que sonó cuando mencionó a su mamá.—¿No tengo que preparar nada? —preguntó, un poco nerviosa.—Yo me encargo de explicarle todo —contestó él—, hasta cómo se supone que nos enamoramos. —La miró con una expresión difícil de leer— Le voy a decir que estuve enamorado de ti en silencio durante tres años, y que por fin estoy contigo.El tono grave de su voz dejó a So
Alejandro no era de los que necesitaban consuelo. Así como no conectaba con Carter, tampoco sentía nada respecto a su relación con Pandora.Pero esta vez algo era distinto.El simple hecho de que Sofía notara su ánimo y además se tomara el tiempo de prepararle frijoles mientras él no estaba, lo conmovió más de lo que quería admitir.Ese detalle —tan pequeño y tan atento— le hizo sentir que alguien, en serio, lo consideraba importante.Y esa sensación... era peligrosa.Tan buena, tan agradable que a Alejandro le costaba un poco contener lo que empezaba a crecer dentro de él.No sabía cuándo había empezado a gustarle Sofía, pero ahora lo sentía claro: cada día la quería un poco más.La miró y entendió que bastaba con estirar el brazo para agarrarle la cintura, pegarla a su pecho y...Cortó el pensamiento ahí.Ella no tenía idea de lo peligrosos que se volvían sus impulsos, de lo hondo que podía caer con una provocación tan inocente.Y todo por un gesto sencillo, por un detalle que casi l







