Al ver ese letrero tan familiar a la puerta, rompí en lágrimas… de alegría.Clementina es mi nombre y, en este instante, está escrito junto a la palabra perros como si fuera una ofensa.Pero nadie imagina lo feliz que estoy: he vuelto a vivir.Regresé al día del cumpleaños de mi prometido, Federico.Para todos, yo no estoy a su altura.Ni mi cuna ni mi cara se acercan a las suyas.Él es heredero del poderoso clan Torres de Ciudad J; yo, una huérfana sin padre ni madre.Un chiste infantil nos ató durante más de veinte años.Todo el mundo siente lástima por Federico.Incluso él mismo.Por eso mandó colocar el letrero y me dejó fuera, aunque venía arreglada de pies a cabeza.—Clementina, no es que no queramos dejarte pasar, esto lo mandó Federico.—Sé razonable, no nos pongas en aprietos; también vas a quedar mal.El mensajero es uno de los mejores amigos de Federico; su rostro es puro hielo.A ambos lados, guardias de seguridad empuñan porras eléctricas.Toda esa escenografía militar… so
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