Cada vez que mi esposo me era infiel, me regalaba un brazalete de esmeralda.En cuatro años de matrimonio, reuní noventa y nueve brazaletes. Lo perdoné tantas veces.Esta vez se fue de viaje tres días. Al volver, me trajo una con esmeraldas AAAA, valuado en millones.Entonces lo supe: era hora de pedir el divorcio.***Cuando Diego llegó a casa, yo estaba tirando a la basura las indicaciones para después de un aborto.Tres días antes, mientras él “trabajaba”, celebraba el cumpleaños con la otra.Cuando vi que el regalo era una casa de millones, me puse tan nerviosa que perdí al bebé.Recién dada de alta, regresé a casa, miré las noventa y nueve brazaletes en la caja de joyas y, desobedeciendo las órdenes del doctor, pedí pollo frito con refresco frío.Diego se acercó, tomó el pollo y el refresco y los aventó al bote de basura:—Tienes el estómago delicado, ¿por qué comes frío?Sacó entonces un brazalete carísima de su bolso:—Esto es para ti, me costó mucho conseguirla.Eché un vistazo
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