No se atrevía a mirar para donde estaba mi urna,
la funeraria estaba llena de telas blancas, pero a él se le pusieron los ojos rojos.
Estaba super arrepentido, se arrepentía de haberle hecho el paro a Siena con su estúpido último deseo,
se arrepentía de no valorarme, de andar de ojo alegre una y otra vez.
Se arrepentía de que chance y hubiéramos envejecido juntos, pero ahora solo podíamos estar separados por la vida y la muerte...
Alguien lo insultaba por la espalda, él ni se inmutaba, pensaba que esa gente tenía razón, que él era una basura.
Cuando todos estaban en su rollo, en un rincón donde nadie pelaba, una figura negra pasó de volada.
Calladita agarró la urna del altar, afuera seguía lloviendo, abrazaba mi urna.
Con un montón de cuidado, como si tuviera miedo de que me mojara.
Era Sara, últimamente parecía que tampoco la estaba pasando bien, traía unas ojerotas, el cansancio se le notaba a leguas.
El solecito que antes era pura risa y plática y que nada la doblaba, ahora ya ni so