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Capítulo 28

Penulis: Cici
Al salir del Hotel Río, Beatriz se dio cuenta de que había dejado su celular en el salón.

Christian estaba a punto de acompañarla a buscarlo, pero ella dijo:

—Quédate con el profesor, puedo ir sola.

Cuando llegó, los meseros ya estaban limpiando la mesa.

—Señorita, ¿este celular es suyo? Justo iba a entregarlo en recepción para que la contactaran.

—Sí, es mío, gracias.

Tomó el celular y salió del salón.

Apenas cruzó la puerta, vio a dos figuras conocidas, Cecilia del brazo de Simón, caminando hacia la recepción.

Mientras ella se quedaba inmóvil, una voz cargada de burla sonó a su lado:

—¿Qué tanto miras? ¿Tan interesante es la escena?

—Bueno, claro. Simón estuvo contigo cuatro años y seguro nunca te tocó, ¿verdad?

Beatriz giró la cabeza y vio como Carmen y Fernando salían del salón contiguo.

Así que Simón había estado cenando con la familia de Cecilia.

Solo con verlos, el pecho de Beatriz se llenó de rabia.

Si algún día se confirmaba que la muerte de sus padres estaba relacionada con e
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    Beatriz salió del hotel.No quería que el profesor Zamora la viera en ese estado, así que ni se atrevió a acercarse a él.—Christian, no voy a participar en la actividad de esta tarde. Avísale al profesor que tuve un imprevisto y me fui a casa —dijo mientras intentaba pedir un auto.Christian le tomó el brazo.—Espérame un momento, vuelvo enseguida.Caminó con paso firme hacia el profesor Zamora. No se supo qué le dijo, pero el profesor asintió y se subió al auto con los demás estudiantes.Después, Christian regresó junto a Beatriz.—Vamos, te llevo a casa.Beatriz se sentó en el auto.—¿El profesor no se enojó?—Le dije que te sentías mal por el periodo y tenías dolor de estómago. Lo entendió perfectamente y me pidió que te acompañara.Beatriz bajó un poco la mirada, se sintió algo incómoda.Pero tenía que admitir que él había elegido la excusa perfecta, nadie podría cuestionarla.Al pasar frente a una tienda, Christian detuvo el auto, bajó y regresó con una toalla y una bolsa de hiel

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    También fue después cuando empezó a entenderlo con claridad.Durante los años que Christian estudió en el extranjero, cada vez que hablaban de temas académicos, él siempre mostraba un interés especial por cómo le iba a Beatriz.Pensó: "¿No será que cuando lo recomendé a contratarla, en realidad estaba haciéndole el favor que él deseaba?"Pero Christian era, sin duda, uno de los alumnos de los que más orgulloso se sentía.Tanto su talento como su carácter eran impecables.Pensó otra vez: "Si al final llegan a estar juntos, con gusto sería su padrino de boda".Mientras tanto, en el salón contiguo.Carmen, vestida con un elegante vestido de noche, adornada con joyas brillantes, se miraba al espejo mientras acomodaba su peinado.Fernando, por su parte, ajustaba una y otra vez su saco y la corbata.—Papá, mamá, no se pongan nerviosos, Simón es muy amable.En ese momento, la puerta del salón se abrió.Simón entró con paso firme, imponiendo una presencia que llenó el ambiente.No llevaba su h

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    En la mansión de la familia Salazar.El sonido de una taza golpeando el platillo rompió el silencio. Unas gotas de té salpicaron sobre la mesa.—¿Qué dijiste? —exclamó Carmen Rojas—. ¿La Doña Herrera le dio acciones a Beatriz?—¡Un cinco por ciento! ¡Nada menos que el cinco por ciento del Grupo Herrera!—Cecilia, ¿no me habías dicho que Simón no la quería? ¿Cómo entonces permitió que su abuela le diera las acciones?—¡Claro que no la quiere! Simón solo se casó con Beatriz porque la Doña Herrera lo obligó. Él la ignoró durante cuatro años. Esas acciones no son más que una compensación.—Pues vaya compensación. ¡Un precio demasiado alto!Carmen puso una cara como si le estuvieran arrancando su propio dinero.—Cecilia, si hubieras regresado al país unos años antes, esa tal Beatriz ni habría pintado. ¡El puesto de esposa del señor Herrera ya sería tuyo! ¡Y esas acciones también!—Mamá, ese título de Señora Herrera no significa nada. Simón ya decidió demandarla para divorciarse.—¿De verdad

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