LOGINElla casi perdió la vida en la mesa de operaciones por una hemorragia causada por un embarazo ectópico, mientras su esposo pujaba en una subasta y celebraba a lo grande el cumpleaños de su amante. Durante cuatro años de matrimonio, se humilló hasta lo más bajo, sin lograr derretir el corazón de ese hombre. Hasta que lo vio mimar y proteger con esmero a la hija de su enemigo… ahí fue cuando se rindió por completo. Dejó el acuerdo de divorcio sobre la mesa y se fue sin mirar atrás. De vuelta al mundo laboral, se dedicó de lleno a su carrera, deslumbrando a toda Ciudad Mar y convirtiéndose en el centro de atención de la alta sociedad. Al verla rodeada de admiradores, el frío y orgulloso presidente ya no pudo quedarse de brazos cruzados, cortó de raíz todos sus romances y la acorraló contra la pared. —Señora Herrera, el divorcio, ni lo sueñe.
View MoreBeatriz notó la hostilidad en la mirada de Marcelo, era evidente que no venía con buenas intenciones.Creía que, con la amistad que unía a Marcelo y a Carlos desde la infancia, él no se atrevería a dejarlo en evidencia.Pero Carlos solo sonrió con calma.—No hace falta. Una pareja de baile tan talentosa encaja mejor contigo.Marcelo torció la boca y no insistió, aunque en su mirada se volvió más evidente la burla.La mujer del vestido rojo que lo acompañaba era experta en leer el ambiente.Ya había notado el veneno oculto en su tono.Aprovechando un giro de la música, movió el brazo con aparente descuido, y el codo chocó contra el costado de Beatriz.El gesto fue tan rápido que no hubo forma de evitarlo.—Ah.Su cuerpo se inclinó hacia adelante, tambaleándose.Sintió un dolor agudo en el tobillo y estuvo a punto de caer.—¡Cuidado!Reaccionó al instante y la sostuvo antes de que cayera.Al posar su mano en su espalda, sintió cómo su cuerpo se tensaba al momento.—¿Te torciste el pie?B
—S... Sí.Cecilia sonrió y con una voz dulce, dijo:—Qué coincidencia.Se acercó medio paso.—Desde la prepa no te veía. Pensé que ya te habías ido de Ciudad Mar. ¿Me pasas tu contacto? Así un día nos juntamos.En los ojos de Adriana cruzó un destello de pánico.—No, no traje el celular.Cecilia, que ya había notado la mentira, sonrió con calma.—No pasa nada, yo te agrego. ¿Cuál es tu número?El cuerpo de Adriana se estremeció de golpe.Bajo la mirada de Cecilia, terminó tartamudeando una serie de dígitos.Cecilia alzó el celular.—Listo, te agregué. Acepta la solicitud, luego te invito a tomar algo.Cuando Cecilia se alejó, Adriana se quedó inmóvil, con la sensación de que la sangre se le había congelado.Beatriz y Carlos acababan de cerrar los últimos detalles de la colaboración cuando ella alzó la vista y vio a Adriana de pie, pálida como un papel.Se levantó de inmediato.—¿Qué pasa? Estás muy pálida.Adriana pareció volver en sí de golpe y negó con torpeza.—No... No pasan nada.
Simón se quedó quieto.Bebió de un trago el whisky que tenía en la mano.El líquido ardiente le bajó por la garganta, pero no logró apagarle la inquietud que lo consumía por dentro.Cecilia apretó los dedos sobre el borde de su vestido.La aparición de Beatriz era para ella una amenaza.Apenas había llegado y ya le había robado el protagonismo que solía ser suyo.Eso la irritaba profundamente.Forzó una sonrisa y habló con un tono que fingía ligereza:—El Grupo Muñoz y Biotecnología Luminis están negociando una colaboración importante. Es normal que el Señor Muñoz sea más atento con sus socios.Marcelo, que estaba al lado, soltó una risita burlona.—Sí, claro. Si no fuera por esa alianza, Carlos ni siquiera voltearía a ver a Beatriz.Carlos, en ese momento, conversaba con Beatriz.El patriarca del Grupo Muñoz, Don Muñoz, acababa de llegar al salón.—Con permiso, voy a saludar a mi abuelo.En cuanto lo vieron, muchos invitados también se acercaron para saludar a Don Muñoz.Entre ellos e
Cuando Simón entró al salón del brazo de Cecilia, de inmediato se convirtieron en el centro de atención.—¡Señor Herrera, Señorita Cecilia, por fin llegaron! —dijo uno de los socios, levantando su copa de vino.—La Señorita Cecilia está deslumbrante esta noche. Junto al señor Herrera hacen una pareja perfecta, ¡como hechos el uno para el otro!Cecilia tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y se apoyó con más confianza en el brazo de Simón.—Señor Duato, exagera. Fue Simón quien me ayudó a elegir este vestido, lo mandó hacer especialmente para mí.Simón asintió con cortesía, respondiendo con calma a los saludos y comentarios que lo rodeaban.Todos en el círculo sabían que Simón consentía a Cecilia sin límites. La llevaba a cada evento y mostraba su preferencia por ella sin intentar disimularlo.No faltaron los que se acercaron a halagarla, a decirle cumplidos o a intentar ganarse su simpatía.En ese momento, Marcelo se abrió paso entre la gente, sosteniendo una copa de champaña.—Cec
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