MasukLas policías rápidamente derribaron a Sira. Luego, llegaron otros dos oficiales que la esposaron y se la llevaron a la fuerza.Los gritos histéricos de Sira se volvieron roncos y desagradables. Había llegado al límite del colapso emocional y sus expresiones se volvieron tan aterradoras como las de un demonio. Sus ojos tan enrojecidos y llenos de odio y rencor lograron asustar a Celia.—Jefe, ya es hora de irnos —recordó el guardaespaldas detrás de César.Él no le respondió. Echó un vistazo a la persona en su abrazo y, de repente, la levantó en brazos y se alejó con pasos firmes.Pronto, llegaron al estacionamiento.—Ya puedes soltarme —habló Celia en sus brazos, intentando evitar las miradas curiosas de los transeúntes. Él no dijo nada más y solo la bajó.Lo sucedido había estado fuera de las expectativas de Celia, ni siquiera pudo presentar las pruebas que ella tenía. Desde que Sira resultó herida y fue hospitalizada, todo había sido impulsado por unas manos ocultas. Incluso Beatriz h
—Señor, no sé cómo llegó a esa conclusión, pero, si no puede presentar pruebas para demostrarlo, creo que eso se convertirá en una mancha en su carrera —dijo Candela.Decidió insistir en su defensa, arriesgándose a que la otra parte no tuviera evidencia concreta. Después de todo, si se exponía la falsificación de los resultados de la evaluación, muchas personas se verían implicadas. No creía que aquellos del ministerio judicial fueran tan estúpidos como para arriesgar su propia reputación y futuro.Frente a su actitud agresiva, Santiago mantuvo la calma. Pronto, un ministro enviado por el ministerio judicial apareció en la corte como testigo. Cuando Beatriz vio quién era este testigo, se levantó abruptamente de su asiento.Solo entonces Candela se dio cuenta de la gravedad de la situación. Su compostura se desvaneció, reemplazada por la preocupación de que la verdad saliera a la luz.El juez interrogó al testigo:—De los dos informes en la pantalla, ¿cuál es el verdadero?El ministro d
Su figura atrajo la mirada de Celia: rodeado por la multitud, él estaba conversando con sus acompañantes. Ella no podía leer en qué estaría pensando. Beatriz percibió esa sutil dinámica y mostró una sonrisa burlona.—Dicen que te estás divorciando de César Herrera. Qué lástima. Una mujer tan simple como Sira Núñez logró poner su matrimonio al borde del abismo... No es de extrañar que estés decidida a luchar contra ella hasta el final.Aunque había notado su burla, Celia permaneció serena.—Mi lucha contra ella no es por un hombre, sino por dos vidas. Tú, que nunca has estado casada, ¿cómo podrías entender que la vida humana es más valiosa que un matrimonio?La expresión de Beatriz cambió drásticamente. Apretó los dientes y forzó una sonrisa.—Sin duda eres hija de ella. Son igual de detestables.—Son de la misma familia, ¿no? ¿Por qué la odias tanto? —Celia miró a Beatriz—. Tía, ahora todos tus familiares están en tu contra. ¿Era eso lo que querías?—¿Mis familiares? —Sonrió Beatriz co
Aunque Adela estaba descontenta en su interior, no quería empeorar la tensa relación entre ella y Nicolás. Si adoptaba una actitud más dura, empujaría su vínculo a una situación irremediable. Tomó aire profundamente para calmarse y luego miró a Sía.—¿Por qué le causaste problemas a Celia? —la interrogó.—Es que... —Sía no sabía cómo responderle. Había asumido que a Adela no le agradaba Celia, así que, incluso si ella le buscaba problemas a escondidas, Adela no diría nada. Y si Nicolás quería defender a Celia, mientras Adela la protegiera, no podrían quitarle el puesto con facilidad.—Señora, ¡no es así! ¡Realmente fue un accidente! —Al darse cuenta de que Adela probablemente no estaba dispuesta a protegerla, Sía entró en pánico—. ¡He trabajado para usted durante tanto tiempo y he dado todo de mí por la familia Gómez! ¡No tengo ningún motivo para hacer algo así!Adela cerró los ojos con impotencia. Era cierto que Sía había estado con ella desde que ingresó a la empresa, y ella también
Sía, completamente empapada, quedó pasmada y aturdida por varios segundos antes de gritar con voz desgarradora:—¡¿Cómo te atreves a lanzarme el agua?! ¡Celia Sánchez, te voy a reportar!Todo el personal de la oficina se congregó debido al alboroto, sin entender lo que había sucedido.Celia señaló las cámaras de vigilancia y refutó con calma:—Adelante, ¡reporta si te atreves! ¿Crees que las cámaras son decorativas? ¡Todo lo que hiciste quedó registrado! No pienses que por ser cercana a la señora Gómez voy a tolerarte. Además, si esto llega a oídos de mi maestro, ¡ni siquiera la señora Gómez podría protegerte!Al mencionar a Antonio, Sía palideció al instante. Apretó los dientes y contuvo su furia.—¡Ya verás!Se marchó enfurecida tras soltar una amenaza entre dientes. Celia, observando su espalda, estaba bastante exasperada.—¡Qué fastidio!—Lo siento… ¡Fue ella quien me empujó! —le explicó el empleado, quien también se había asustado con la situación. Al volver en sí, él se apresuró
Como Celia no había cenado mucho y justo tenía hambre, regresó a su habitación a cambiarse de ropa y luego fue al apartamento de Nicolás. Era la primera vez que visitaba su residencia. Era bastante amplia, impecablemente limpia y ordenada. De hecho, no había ningún objeto de ocio. Echó un vistazo a su alrededor y comentó:—Tienes muy pocos muebles.—No me gustan los lugares tan cargados.Mientras hablaba, se quitó la chaqueta de traje, revelando una delgada camisa blanca debajo, con cuello de pasadores. Era la primera vez que lo veía vestido tan formal.—¿Ya terminaste con tus asuntos familiares?Nicolás detuvo sus movimientos por un instante, se acercó a la mesa y desempacó las brochetas, colocándolas en los platos.—No era nada importante. —Le pasó una brocheta de carne—. Aquí tienes. A ver si te gusta.Celia tomó la brocheta, se sentó y le dio un bocado.—Hum, no está mal.Nicolás se dirigió a la nevera.—¿Qué quieres beber?—Me da igual.Él le abrió una botella de refresco y se la







