LOGINTres meses antes del divorcio, Celia Sánchez presentó su solicitud de traslado de trabajo. Un mes antes, le envió el acuerdo de divorcio a César Herrera. Tres días antes, sacó todas sus pertenencias de su casa compartida y se mudó de allí. *** Tuvieron un matrimonio de seis años, pero cuando César apareció ante ella con su primer amor y su hijo, pidiéndole que el niño lo llamara "papá", Celia finalmente comprendió la realidad: si él la había hecho sufrir una y otra vez a causa de su actitud parcial hacia esa mujer y a su hijo. Además, César la consideraba como la verdadera "amante" y eso le daba vergüenza, entonces debía poner fin a ese matrimonio para que él pudiera quedarse con su primer amor para siempre. Sin embargo, cuando ella desapareció de su vida, él se volvió loco. Ella creía que César se casaría con su amor, como había supuesto, sin saber que ese hombre poderoso lloraría frente a los medios, suplicándole humildemente su amor. —Nunca he sido infiel, ni tengo ningún hijo bastardo. Solo tengo una esposa que ya no me ama. Se llama Celia Sánchez, ¡y la extraño mucho!
View MoreCelia esperó un buen rato en la calle hasta que por fin encontró un taxi. El conductor se volvió y le preguntó:—Señorita, ¿adónde va?Ella dudó unos segundos. Ya era demasiado tarde para molestar a Luna, así que no le quedaba más opción que regresar a su antigua residencia.—A Jardín Rosal, por favor.***Al día siguiente, cuando Nicolás salió de su casa, vio dos bolsas de basura frente a la puerta de la casa de Celia. Se acercó, dudó un momento y luego intentó tocar el timbre. Poco después, Celia abrió la puerta.Parecía que se acababa de despertar. Tenía el pelo recogido de manera desaliñada, la máscara de dormir aún en la frente y vestía un holgado camisón de color amarillo claro. Era la primera vez que la veía en ese estado.Al verlo, Celia se despertó de inmediato.—Doctor Gómez, buenos días…—¿Cuándo regresaste?—Pues… anoche.Nicolás la miró fijamente, como si hubiera adivinado algo, y arrugó el entrecejo.—¿Discutieron?Ella negó con la cabeza.—No.Él entrecerró los ojos, per
Cuando la fiesta terminó, ya eran altas horas de la noche, y de repente comenzó a llover. Todos se agruparon bajo el alero esperando sus taxis, y luego se fueron uno tras otro hasta que solo quedaron Celia, Nicolás y Dylan.—Nico, yo también me voy ya. ¡Lleva tú a Celia a su casa! —se despidió Dylan, su auto había acabado de llegar.En ese momento, solo quedaban Celia y Nicolás. Él se volvió hacia ella y le preguntó:—¿Quisiste hacerme preguntas durante la cena?Ella vaciló, dudando un momento antes de preguntar con cautela:—Cuando eras pequeño, ¿alguna vez fuiste secuestrado?—¿Miranda te dijo algo?Celia guardó silencio. Nicolás lo entendió todo al ver su expresión. Suspiró con impotencia.—Pensé que lo recordarías por ti misma.—¿Realmente eras tú? —Celia se quedó estupefacta—. Pero en aquel entonces las noticias informaron que…—Solo informaron que había dos supervivientes. —La interrumpió él, sonriendo con amargura—. Mis padres, para evitar manchar la reputación de la familia, op
Miranda le dio unas palmaditas en el hombro.—En cuanto termine, vendré a charlar un poco con ustedes.Luego, se dirigió a todos:—Si quieren pedir algo más, díganme, ¿de acuerdo?Dicho esto, regresó al interior. Celia pasó un rato en el patio, y luego fue a buscarla con la excusa de ir al baño. La mirada de Nicolás se posó en su espalda y se quedó sumido en sus pensamientos.Dentro, Miranda estaba limpiando las copas en la barra. No había nadie más allí. El ambiente contrastaba mucho con el bullicio del exterior. Al oír el tintineo de la campanilla de la puerta, ella levantó la cabeza y, al ver a Celia, le sonrió con suavidad.—¿Cómo van tus problemas psicológicos? No han empeorado, ¿cierto?Celia le sonrió, sintiéndose un poco avergonzada.—No.Miranda permanecía sonriendo.—Me alegra mucho. Eso significa que tu situación es controlable. No tienes que tomar tanta medicación ni enfrentarte a tantos síntomas físicos.Celia asintió mirándola, y luego recorrió toda la sala con la mirada.
En ese momento, César se detuvo de pronto y también volvió a mirarla. Al verla quieta en su lugar, le preguntó con suavidad:—¿Qué sucedió?Celia retiró la mirada.—Nada. Es que no siento frío.Ella le respondió y salió por la puerta sin esperar su respuesta. César la observó desaparecer poco a poco. Al fin, relajó la mano que había estado apretando con fuerza. De hecho, de vez en cuando se cuestionaba a sí mismo: ¿sería capaz de dejarla ir o, incluso, de cederla a otro?***Se quedaron en un restaurante al aire libre. Era un negocio de cocina privada que solo atendía a clientes habituales. Dylan, que tenía un amplio círculo de conocidos, resultaba ser viejo amigo de la dueña del lugar, así que lo había elegido para la reunión.Apenas Celia entró en el patio, todas las miradas de la mesa se posaron en ella, lo que la sobresaltó.Aparte de Dylan, solo conocía a tres personas. Las otras cuatro parecían ser de otros departamentos. Era la primera vez que las veía, y en ese momento se sinti
Sira volvió en sí y rio con desconfianza.—No hables como si pudieras sacarme de aquí.Beatriz se acercó a ella.—No puedo sacarte de aquí de manera directa, pero… ¿qué pasaría si tuvieras un informe de evaluación psiquiátrica?Al instante, un brillo de esperanza iluminó los ojos de Sira. Levantó la cabeza y miró a Beatriz, quien se enderezó y recuperó la distancia.—Si quieres mi ayuda o no, eso depende de ti.—Habrá condiciones, supongo —replicó Sira, escrutándola con cautela—. No me ayudarías sin motivo.Beatriz sonrió.—Tienes razón. Sí hay una condición.***En el estudio del hotel, César estaba redactando un documento cuando recibió una llamada de Yael.—Buenas, dime.—Óscar insiste en ver a su mamá. Hace al menos seis años que no la ha visto, ¿lo recuerdas?Los dedos de César se detuvieron sobre el teclado. Había dejado que Óscar se recuperara en la casona, pero él rara vez se había ocupado de sus asuntos Especialmente después de enterarse de lo que había hecho su madre, ya no h
Sergio dejó de sonreír. Varios segundos después, dejó de lado la taza sobre la mesa con disgusto.—Ella me ocultó el embarazo y dio a luz a ese niño sin mi permiso. Aunque él lleve mi sangre, no lo reconozco. Si quieres usarlo para chantajearme, no serviría de nada.Beatriz no esperaba una actitud tan despiadada hacia madre e hijo. Se obligó a sonreír.—Qué palabras más hirientes. Después de todo, yo te vi crecer.Sergio se secó la comisura de los labios con un pañuelo y se rio con sarcasmo.—Quién sabe. —Su expresión se tornó seria mientras se ponía de pie—. Tengo otros asuntos que atender, así que no me quedaré a comer. Adiós, tía Beatriz.Una vez que Sergio se marchó, la sonrisa de Beatriz se desvaneció. En ese momento, recibió una llamada. La persona al otro lado le dijo:—No puedo ayudarte con este asunto. Las investigaciones son muy estrictas, no quiero arriesgar mi propio futuro por ello.Beatriz arrugó el entrecejo, pero finalmente no insistió.—Entendido. Buscaré otra manera.
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