LOGINValeria Herrera, la hija querida de una familia poderosa. Desafió a toda su familia para casarse con Sebastián Jiménez, un soltero que ya cargaba con dos hijos y una empresa en ruinas. Durante seis años de matrimonio, amó a los niños como una madre biológica e impulsó la carrera de Sebastián. Los niños crecieron obedientes y cariñosos, y la empresa de Sebastián terminó cotizando en bolsa. Pero justo cuando celebraban su ascenso social, apareció de repente la madre biológica de los niños. Sebastián, siempre tan calculador, perdió completamente la cabeza rogándole que se quedara, humillando públicamente a Valeria. Esa noche desapareció con sus hijos para reunirse con su antiguo amor. Después, Sebastián llegó con los papeles de divorcio: —Gracias por tus años de esfuerzo, pero lo que los niños necesitan es a su madre biológica. La madre biológica añadió: —Gracias por cuidar a mis hijos, pero una madrastra nunca podrá compararse con la madre de verdad. El mérito de criar no cuenta tanto como el de dar la vida. ¡Pues entonces Valeria ya no quería ser madrastra! Pero los niños no aceptaron a su madre biológica ni a su padre. Incluso declararon: —¡Valeria es nuestra única mamá! Si se divorcian, nos iremos con ella aunque tenga que casarse de nuevo!
View More—¿Tú... esperas que muera? —preguntó Carolina, incrédula—. ¡A fin de cuentas, es tu esposo!—Ah, así que sabes que es el esposo de otra —Valeria cruzó las piernas, sonriendo ante Carolina, que seguía arrodillada.—Pero qué lástima, ahora no tengo dinero para pagar sus gastos médicos. Tendrá que esperar a despertar y ocuparse él mismo.Carolina refutó: —¡Eres de la familia Herrera! ¿Cómo puedes no tener dinero? ¡No puedes negarte a ayudarlo!Valeria arqueó una ceja. —Los Herrera no tienen obligación de rescatarlo. Mira, ya que te importa tanto, ¿por qué no pagas tú? Yo firmo.Carolina apretó los dientes.Preguntó antes. Las lesiones de Sebastián eran graves. La cirugía costaba varios cientos de miles.Desde que reencontró a Sebastián, él no le había dado dinero.Sus ahorros...Carolina se puso de pie lentamente, con aire de víctima. —Si tú no lo ayudas, ¡yo lo haré!Dicho esto, salió cojeando a pagar los gastos médicos.El trámite le tomó más de veinte minutos.Para entonces, Sebasti
Valeria se apoyó en el reposabrazos del asiento y no tomó el formulario. —Esperemos un poco más.El médico no entendía. —¿A qué estamos esperando?—A que él despierte.—¡Será demasiado tarde!Ella alzó la vista. —¿Acaso no soy su familiar?El médico vaciló.Él pareció haber leído el pensamiento de esa mujer.—Trasládenlo a una habitación, de momento —dijo Valeria poniéndose de pie.El médico no podía interferir. Solo se limitó a gestionar el ingreso.***Habitación del hospital.Cuando Valeria llegó, Sebastián ya estaba en la cama.Apenas se sentó, Carolina apareció, apoyada por su abuela, María Torres, y seguida por Ricardo.Tras el accidente, el hospital contactó a María, guardado en los contactos de Carolina, y a su última llamada, Ricardo.Ricardo acababa de llegar.Al ver a Valeria, su mirada se tornó incómoda. —Señora Jiménez.Carolina, al oír el tratamiento, se sorprendió y miró fijamente a Ricardo.¿Ahora aún la llamaba “Señora Jiménez”?Pero Carolina no tenía tiempo para e
Era muy tarde, y los hermanitos, preocupados por su madre, no quisieron que la policía se pusiera en contacto con ella.Entonces, Sofía dijo que tenían un tío. No tenían su número de contacto, solo sabían su nombre, era Eduardo.¿Cuántos Eduardo conocían las comisarías de la Capital?Solo había uno.Antes de llamarlo, los agentes mostraron una foto suya para que los niños la confirmaran.Al saber que Eduardo venía, el comisario en persona salió a recibirlo.—¡Señor Castro! ¡Pase, por favor!—No es necesario. Me los llevo —dijo Eduardo.Cada niño tomó una de sus manos y salieron de la comisaría.Casi medianoche. Sin otro lugar donde llevarlos, Eduardo los condujo a su residencia privada en la Capital.—¿Tienen hambre? —preguntó al llegar.—No, gracias —negó Sofía.Su imponente figura cubría con su sombra a los dos chicos.—¿Ya saben lavarse solos? —preguntó con una sonrisa.—¡Sí!Eduardo los observó mientras se lavaban la cara, se acostaban y se dormían sin rechistar.—En la comisaría m
La agente preguntó: —¿Y esa señora herida no es su mamá?Sofía y Santiago respondieron al unísono, con sorprendente coordinación: —No.El conductor, que observaba a distancia, se quedó pasmado.Otro agente lo miró. —¿No es su madre?El conductor vaciló.Al oírlo, Sofía y Santiago volvieron sus miradas hacia él.Sofía dijo con serenidad: —Diga la verdad, no más.El conductor suspiró, resignado. —La Señorita Torres... en efecto, no es la madre legal de los niños.—¿Qué quiere decir eso? —preguntó el agente, captando la clave.¿Madre legal?—¡Nosotros solo tenemos una mamá! —declaró Sofía—. ¡Se llama Valeria! Tengo su número.***Noche cerrada. Residencia Herrera.Un tenso silencio enfrió por unos instantes la bulliciosa cena de los Herrera, aunque el ambiente no tardó en distenderse.Carlos no mostró enojo alguno. Actuó como si nada hubiera pasado. Tras cenar, despidió personalmente a Saúl y a su esposa, y luego se retiró a sus habitaciones.—No te culpes —consoló Vicente a su herma
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