Destruida por la traición de su prometido, Patricio Garza, Valeria Rivas hace lo impensable en una noche de desesperación: llama a la puerta de Damián Figueroa, el enigmático y peligrosamente atractivo magnate al que todos temen y desean en secreto. Lo que sigue es una noche de rendición absoluta, un fuego que consume toda razón y la deja marcada para siempre. Para Valeria, fue un acto impulsivo de revancha contra el hombre que le rompió el corazón. Poco imaginaba que acababa de caer en la red exquisitamente tejida por Damián, un hombre acostumbrado a conseguir siempre, exactamente, lo que desea. Valeria Rivas, antes la joya de la alta sociedad, admirada por su belleza, pero tristemente célebre por haberse humillado por amor a Patricio. La infidelidad la convirtió en el foco de los chismes de la ciudad, un hazmerreír público. ¿Quién diría que su caída más estrepitosa la llevaría directamente a los brazos del hombre más poderoso e inalcanzable de todos? Ella creyó que esa noche prohibida sería un borrón y cuenta nueva, un adiós silencioso. Él decidió que era solo el principio de su plan. Damián Figueroa no estaba dispuesto a soltar a la mujer que había despertado algo inesperado en él. Una noche, él la acorrala en su puerta. Su mirada arde con una mezcla de reproche y una posesión que la hace estremecer. —¿Creíste que podías usarme y luego marcharte como si nada? Desde entonces, escapar se vuelve una fantasía inútil. Cada noche, Damián la reclama, llevándola al límite entre el dolor y un placer adictivo que la deja temblando, agotada pero sintiéndose, para su propia confusión, más viva que nunca. «¡Dios mío! ¿Por qué este hombre... por qué es tan imposible resistirme a él?»
Lihat lebih banyakQue Valeria le hablara con una amabilidad poco común provocó que el gesto de Arturo Rivas se distendiera a ojos vistas.—Desayuna —dijo él—, y después me acompañas a salir.Valeria se sentó y lo miró arqueando una ceja.—¿A dónde?Arturo Rivas hizo mala cara.—Cuando lleguemos, te enteras.Valeria musitó un «ah» sin añadir palabra. Al voltear, vio a Camila enfrente, con gesto contrariado, y su propia sonrisa se ensanchó con picardía.…Pero la alegría le duró poco; su semblante se nubló.—Papá, ¿para qué me trajiste aquí?Valeria miró el edificio del hospital frente a ellos y se volteó hacia Arturo.Era el Hospital Ángeles, donde había estado internado Patricio. Justo por temor a encontrárselo, Valeria llevaba tiempo sin visitar a Carmen, temerosa de un encuentro fortuito con Patricio.No era miedo, por supuesto. Sencillamente le resultaba… desagradable encontrárselo.Al darse cuenta de que Arturo la había llevado justo allí, su expresión volvió a ensombrecerse.«Con razón», pensó. Aho
Valeria apretó los labios y sentenció con una ligereza hiriente:—Ah, ¿y tú cómo sabes? ¿Te metiste bajo su cama y los oíste decir que no tienen nada?Arturo se quedó sin palabras.Valeria siempre había tenido una lengua viperina, pero, aunque antes respondía con dureza, nunca había sido tan cruel como ahora.Esta vez, sus palabras lo sacaron de quicio.Aprovechando que su padre aún no asimilaba el golpe, Valeria dio media vuelta, subió las escaleras con rapidez y cerró furiosa la puerta de su habitación.—¡Pum!—Arturo tardó un segundo en reaccionar. Se llevó una mano al pecho, pálido de ira.—¡Qué hija tan insolente! ¡Es una malagradecida!Camila se acercó de inmediato para socorrerlo, con los ojos llenos de lágrimas.—Perdón, papá. Ya no voy a ir a ver a Pato, para que Vale no piense mal…—Pero te juro que no hice nada —sollozó, con el rostro bañado en lágrimas.El corazón de Arturo se ablandó al instante. Suspiró aliviado.—Sé que eres una buena niña. No le hagas caso a lo que dice
El semblante de la señora Figueroa se iluminó de golpe y dijo sonriendo:—Oye, Damián, fíjate que Jimena Prado, la hija de tu tío, acaba de regresar del extranjero. Deberían verse en estos días.Era evidente que la señora Figueroa lo estaba presionando para que sentara cabeza.Valeria no pudo evitar pensar que era irónico; ni siquiera un hombre tan exitoso y cotizado como Damián Figueroa se salvaba de la presión familiar para casarse.«Qué cosas...»Damián miró instintivamente hacia donde se escondía Valeria y quedó pensativo.—Mamá, yo sé lo que hago con mi vida. No tienes por qué guiarme.La expresión de la señora Figueroa volvió a nublarse.—Ay, Damián, solo me preocupo por ti.—Jimena es encantadora, ¿sabes? Acaba de regresar de su doctorado, es muy guapa... Mucho mejor que... bueno, que esas compañías que a veces frecuentas.—Si tú te casaras, yo ya podría estar más tranquila.A Valeria, que hasta ese momento casi disfrutaba del espectáculo familiar ajeno, se le borró la sonrisa.
En ese ámbito, Damián Figueroa siempre había sido implacable y de pocas palabras.En cuestión de segundos, Valeria cedió sin oponer resistencia; incapaz de seguirle el ritmo, simplemente se dejó llevar.Pero al instante, él le sujetó el mentón con firmeza, su mirada dura clavada en ella.—Concéntrate o da por terminado el contrato.—...Valeria se lamentaba por dentro, pensando que se había metido con una verdadera bestia, pero no le quedó más remedio que reunir sus fuerzas y seguirle el juego.Al terminar, Damián Figueroa se levantó de la cama.Con una toalla envuelta en la cintura, la observó. Quizá la luz era demasiado tenue, porque ella no lograba descifrar la emoción en los ojos de Damián.La verdad es que tampoco buscaba entenderlo. Calculaba en silencio los días que faltaban: poco más de veinte.Aguantaría.Justo cuando Damián se daba la vuelta para ir al baño, Valeria se incorporó y lo tomó de la mano. Sus grandes y bonitos ojos parpadearon con un aire de estudiada inocencia.—
La asistente observó a Valeria con asombro. No era para menos. Ya antes cantidad de mujeres habían intentado ver al señor Figueroa, pero ninguna lo había conseguido; ella misma se encargaba siempre de negarles el acceso. Esperar un día entero era inútil; podían quedarse diez y el resultado sería el mismo, con el riesgo añadido de terminar siendo escoltadas fuera por los guardias.—Señorita Rivas, el señor Figueroa dice que puede pasar.Cuando Valeria entró, Damián Figueroa estaba inclinado sobre el escritorio, revisando unos documentos. La luz cenital caía sobre él, bañándolo en un resplandor que acentuaba su aire impersonal, casi inalcanzable.Gracias a la gruesa alfombra, sus pasos apenas se oyeron al entrar.Sin embargo, antes de que Valeria pudiera decir nada, Damián habló sin levantar la vista.—¿Qué buscas?Al oírlo, Valeria no pudo evitar pensar con rabia: «Imbécil. Sabe perfectamente a qué vengo y todavía pregunta.»Pero sabía muy bien que no podía permitirse el lujo de enemist
Valeria lo interrumpió en seco.—Ay, no digas tonterías, Rodrigo. Y ni lo menciones delante de mí.Tomó un sorbo de su café antes de continuar.—Lo necesito para otra cosa. Pásame su contacto, ¿por fa?No le dijo exactamente para qué, pues, al fin y al cabo, se movían en los mismos círculos y Rodrigo era incapaz de mantener un secreto. Valeria prefería no complicar más las cosas hasta que todo estuviera claro.Rodrigo asintió.—Ok.Se pasó la mano por el pelo corto, casi a rape, y como si recordara algo, añadió:—Oye, supe que Patricio estuvo en el hospital estos días y que tú ni pasaste a saludarlo. ¿En serio ya no piensas volver con él?Valeria lo miró de reojo.—¿No te dije que no lo mencionaras?Rodrigo suspiró resignado.—Pues es que, no sé... qué vueltas da la vida. Antes eras tú la que andaba todos los días detrás de Patricio como loca, y ahora parece que es él quien te busca. Sus historias de Instagram últimamente... ni las quiero ver, pura cursilería.—Ah, y también en Twitter
Al volver a la mansión Rivas después de dejar aquella cama ajena, Valeria se encontró con Regina.A esa hora, Arturo y Camila ya se habían marchado a trabajar, así que Regina estaba sola en la casa.Valeria recordó la información que le había brindado el desconocido el día anterior y su mirada se endureció.Regina, sin captar la intención en sus ojos, se acomodó un mechón de cabello sobre el pecho y, fingiendo amabilidad, le sonrió.—Vale, ¿otra vez pasaste la noche afuera?Suspiró.—Ay, qué difícil es ser madrastra… Si te digo algo, te molestas. Pero dime tú, ¿qué señorita de buena familia anda pasando las noches por ahí? Con razón tu papá se molesta tanto.Por una vez, Valeria no respondió de inmediato. Se quedó observando detenidamente la pijama de seda que llevaba Regina y solo entonces esbozó una sonrisa irónica.—Sabes, Regina, creo que esa ropa no te favorece mucho.—Me acuerdo de cuando eras la cuidadora de mi mamá… la ropa que usabas entonces sí que te sentaba mejor.Lo dijo e
El llamado "lugar de siempre" era el hotel donde me había visto con Damián por primera vez; una propiedad más de la familia Figueroa.Cuando llegó, Damián aún no estaba. Seguramente él había avisado en la recepción, porque la encargada la acompañó directo al elevador y le abrió la puerta de la suite sin hacer ninguna pregunta.La vez pasada había llegado y se había ido con tanta prisa que apenas había reparado en los detalles. Ahora notaba que la suite estaba perfectamente equipada, con todo lo necesario hasta para quedarse a vivir; sin duda alguna, era un lugar donde Damián se quedaba con frecuencia.Se dirigió a la pequeña cava empotrada en la pared, tomó una botella al azar y se sirvió una copa generosa.Apuró la bebida de un sorbo y dejó escapar un largo suspiro, intentando liberar la tensión acumulada.Pero la imagen de su madre, Susana, en su lecho de muerte le asaltó la mente sin piedad.Ella estaba apenas en el último año de colegio, en el umbral de la vida adulta, cuando su ma
Por fin, una mueca apareció en la expresión de Valeria.Pero fue solo un instante; enseguida recuperó la compostura.—Pues de una enfermedad, ¿de qué más iba a ser?—Tsk, se nota que la señorita Rivas es bastante ingenua. Tantos años y ese par de arpías le vieron la cara sin que usted siquiera se lo oliera.Valeria levantó la vista.—¿Qué quieres decir?—Je. Cuando su mamá estaba en el hospital, Regina Solís era su cuidadora.Dijo sin titubeos el tipo.Valeria mostró un poco de sorpresa.—Vaya, estás bien informado.Era cierto. Cuando su madre enfermó, Regina Solís se encargó de cuidarla.Regina había sido la cuidadora recomendada por el médico tratante de su madre. La verdad es que se había esmerado mucho en su labor; incluso a ella, en aquel entonces, le había caído muy bien.Tanto caso le hizo en ese tiempo que no dudó en pedirle a su padre que transfiriera a Camila, quien entonces todavía llevaba el apellido Solís, a su misma escuela.Todo porque Regina le contó que su hija sufría
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