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Capítulo 11

Author: Diego Lunar
Eduardo negó con la cabeza y sonrió con cansancio.

Ni por un segundo se le ocurrió contestarle el mensaje.

Ya no sentía nada.

Mariela había dejado de ser aquella chica de su juventud. Su primer amor se había quedado clavado allá, en los pasillos de la universidad y el verano en que se habían graduado.

Volvió a encender el celular, revisó las alertas y vio un chorro de llamadas perdidas. Casi todas eran de puro telemarketing. Ni le dio importancia.

Pero hubo una que le brincó: tres llamadas seguidas, hechas en fila, justo a eso de las diez de la mañana.

Esa no era una señal de ventas, así que se decidió a marcar de vuelta.

—¿Bueno? ¿Con quién hablo? Soy Eduardo.

—¡Ah, Eduardo! Al fin —respondió una voz femenina, muy cordial y profesional—. Le habla Beatriz, gerente de Recursos Humanos de la oficina principal del Grupo Farmacéutico Vitalis. Lo contacto para avisarle que, a partir de este mismo día, ha quedado oficialmente contratado para el área de Marketing del grupo. Por favor, póngase de acuerdo con su sucursal local para la entrega de su cargo actual y preséntese el próximo lunes en la principal.

—¿Cómo? ¿Yo... contratado por la oficina principal? —dijo Eduardo, sin poder creer lo que oía.

—¿Algún problema con eso, señor Eduardo? —preguntó Beatriz con mucho tacto.

Eduardo seguía en shock. Apenas y era un becario y justo hoy pensaba tirar la toalla... ¡y ahora le salían con esto!

—¿No me estarán confundiendo? ¿No tienen otro Eduardo por ahí?

—No, solo figura uno en la lista de becarios de este año. No hay forma de que haya un error.

—Pero yo... —trató de articular, aún sin salir de su asombro.

Beatriz lo interrumpió con suavidad:

—Nosotros solo manejamos la gestión de trámites. Si quiere saber más, el área que solicitó su contratación le dará todos los detalles cuando llegue.

—Sí... sí, por supuesto. Muchísimas gracias —respondió Eduardo, con el corazón latiéndole a mil.

—Hecho. Lo vemos el lunes. Que le vaya muy bien, señor Eduardo.

Colgó la llamada, y él se quedó unos instantes mirando la pantalla, sin que le cayera el veinte.

Una sonrisa se le escapó sin querer. El área de Marketing de Vitalis no era poca cosa.

Era el mero corazón del grupo, la sección que más peso tenía después de Investigación y Desarrollo.

Toda la empresa se movía al ritmo de las estrategias de mercado: era la maquinaria principal, la primera línea de ataque, el departamento que lo acaparaba todo.

Eduardo sintió cómo su pecho se llenaba de una euforia contenida.

¿Él... en el equipo de Marketing de la oficina principal? Después de todo lo que había pasado, era una segunda oportunidad, de esas que valen oro.

No se explicaba cómo diablos había pasado. Ayer casi lo corrieron... y hoy lo subían hasta la cumbre.

Se sacudió la idea. Ya lo investigaría el lunes. Por lo pronto, tenía que ir a la sucursal a hacer la entrega de su cargo.

Se puso la ropa, se dio un buen remojón en la cara, se dio una peinada rápida y salió disparado hacia la oficina.

Apenas llegó, se fue derechito a la oficina de Gerardo, el gerente.

La emoción lo hizo pasar por alto tocar la puerta: la empujó y entró sin darle mente.

Y se encontró con una escena digna de una película.

Una de las empleadas estaba a horcajadas sobre las piernas de Gerardo, muerta de risa mientras le jalaba la corbata, y él intentaba besarla.

—¡Carajo! —soltó Eduardo, con la boca abierta de la sorpresa.

Gerardo se levantó de golpe, aventando a la muchacha con un manotazo torpe.

—¿Pero es que no te enseñaron a tocar la pinche puerta? —gritó, con la cara hecha un tomate de la rabia y el bochorno.

Eduardo soltó una risita irónica.

—Tranquilo, jefe, no vine a espiar. Solo tengo algo urgente que decirte.

—¿Urgente, dices? —bufó Gerardo, acomodándose la camisa—. Ayer dijiste que te largabas. ¡Sigo esperando tu papel de renuncia!

—¿Renunciar yo? Qué mala memoria tengo —respondió Eduardo, con esa sonrisa torcida.

Le lanzó una mirada divertida a la empleada —que no sabía dónde meterse— y luego se dirigió a Gerardo.

—De hecho, vine a entregar mi cargo, sí...
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