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Capítulo 177

Penulis: Celia Soler
Bajó el celular y observó cómo la pantalla se oscurecía. Pensó que Gabriel podría cuidarse solo, a fin de cuentas, era médico. Sin embargo, al recordar su respiración agitada, no pudo evitar preocuparse.

Regresó al salón privado y se dirigió al asistente de Sebastián Rivas.

—Discúlpame, pero surgió una emergencia familiar. Ya me tengo que ir.

—Sebastián ya casi llega, ¿no te quieres esperar un poco? Es una oportunidad única. Tus diseños son muy buenos, a él le gustaron mucho…

—Es que alguien de mi familia se puso mal, tengo que ir a ver cómo está.

Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió corriendo.

Corría con tanta prisa que, ya dentro del elevador, no dejaba de mirar la hora, deseando que bajara más rápido.

Cuando el elevador llegó a la planta baja y las puertas se abrieron, tres personas esperaban afuera. Uno de ellos, vestido a la última moda, llevaba una gorra y un cubrebocas que, junto a su esbelta figura, lo hacían destacar.

Era todo un galán.

Pero ni siquiera se fijó en é
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  • La Perdición del Cirujano   Capítulo 180

    —¡Eso demuestra que Sebastián Rivas te da buena suerte! Es una señal, así que no puedes dejar pasar esta oportunidad. Si consigues trabajar con su equipo, podrías, como yo, empezar a colaborar en proyectos grandes. Una vez que te hagas de renombre, podrías lanzar tu propia marca. ¿No sería increíble?El sueño de Regina siempre había sido crear su propia marca de joyería, y Andrea la conocía mejor que nadie.—Voy a intentarlo el martes.—Perfecto, ya quedamos. Y ni se te ocurra cancelar por culpa de cierta "personita". Las oportunidades no se presentan tres veces.Ella emitió un suave sonido de afirmación.Era jueves. Para el próximo martes, su resfriado ya habría desaparecido.Dejó el celular a un lado y volvió a recostarse para dormir. Apenas cerró los ojos, escuchó el sonido de la puerta al abrirse. Abrió los ojos y vio entrar a Gabriel.Al verlo en bata de baño subiéndose a su cama, abrió los ojos como platos.—¡¿Qué haces?! ¿Por qué vienes a dormir aquí?Levantó la cobija, se metió

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    —No soy el único doctor en la clínica.—Pero fueron a buscarte a ti. Algunos incluso viajaron desde otros estados solo para verte.Regina recordó a aquella señora que esperaba fuera del quirófano a que saliera su hijo. Comparado con una cirugía así, tener un poco de fiebre no era nada. Además, estaba acostumbrada a pasar estas cosas sola.Con un par de días de descanso estaría bien.Él la observaba con una preocupación horrible, como si no pudiera respirar.—Tengo gripa, no deberías estar aquí. Te voy a contagiar.Encendió la lámpara de la mesita de noche y, después de apagar la luz principal del techo, salió de la habitación.Se cubrió con la cobija y durmió un poco más. Fue la voz de Gabriel la que la despertó. Intentó levantarse de la cama para ir a comer, pero él no la dejó, insistiendo en que le daría la comida.—Puedo comer sola, en serio. Ya vete, por favor.Él dejó el tazón a un lado.Le sujetó el mentón. Un aroma masculino, fresco y agradable, la envolvió justo antes de que su

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    Él guio la mano de ella hacia abajo.Se sonrojó e intentó soltarse.—Me drogaron.Dejó de forcejear y abrió la boca, confundida.—¿Qué te dieron?—Tú sabes qué.Le sujetó la mano con firmeza mientras le besaba la oreja. Su aliento era cálido y su voz, profunda y ronca.—Recuerdo que ayer me prometiste una recompensa.Él le había regalado un anillo y ella, en efecto, había dicho eso. Sin embargo, al pensar en lo ocurrido el día anterior, todavía sentía un nudo en el estómago. Pero viéndolo en ese estado, no podía ignorarlo, así que no le quedó más remedio que ceder.***Era la tercera vez que Regina y Gabriel estaban juntos.Esta vez fue mucho más intensa que la segunda.Duró tanto que, al día siguiente, se sentía agotada en el trabajo.Recibió una llamada de Andrea.—¿Por qué te fuiste antes ayer?—Es que… pasó algo.—Le pregunté a la asistente de Sebastián Rivas y me dijo que alguien de tu familia se había enfermado. ¿Fue Gabriel?Al recordar lo que había pasado en el baño, le dio ver

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    Bajó el celular y observó cómo la pantalla se oscurecía. Pensó que Gabriel podría cuidarse solo, a fin de cuentas, era médico. Sin embargo, al recordar su respiración agitada, no pudo evitar preocuparse.Regresó al salón privado y se dirigió al asistente de Sebastián Rivas.—Discúlpame, pero surgió una emergencia familiar. Ya me tengo que ir.—Sebastián ya casi llega, ¿no te quieres esperar un poco? Es una oportunidad única. Tus diseños son muy buenos, a él le gustaron mucho…—Es que alguien de mi familia se puso mal, tengo que ir a ver cómo está.Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y salió corriendo.Corría con tanta prisa que, ya dentro del elevador, no dejaba de mirar la hora, deseando que bajara más rápido.Cuando el elevador llegó a la planta baja y las puertas se abrieron, tres personas esperaban afuera. Uno de ellos, vestido a la última moda, llevaba una gorra y un cubrebocas que, junto a su esbelta figura, lo hacían destacar.Era todo un galán.Pero ni siquiera se fijó en é

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    —¡Fuera de aquí!El señor Pons le había asegurado que a Gabriel le habían dado una bebida adulterada.Desde que Jimena se enteró del método que Regina había usado para atraparlo, había planeado imitarla para quedarse con él. Sabía que Corporativo Axis estaba en la lista de invitados a la gala benéfica, así que no dudó en proponerle un trato al señor Pons.—No me voy. Tú sabes que yo te quise primero.Estaba dispuesta a todo. Se trataba del hombre que había anhelado durante cuatro años. Un hombre tan distinguido, con poder y estatus.Se quitó el vestido de gala y, sonrojada, caminó hacia él vistiendo solo su ropa interior.—Regina sabía de sobra que me gustabas y por eso fue a buscarte. ¿Por qué con ella sí y conmigo no? ¿Por qué no me quieres a mí?Al ver el cuerpo de la mujer, su mente se llenó con la imagen de Regi. Solo podía pensar en el deseo desesperado de poseerla.Notó las gotas de sudor en la frente y las venas marcadas en su cuello. Supo que la droga estaba haciendo efecto.—

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    No paraba de acercarse gente para brindar y conversar con él. A Gabriel le incomodaba ese tipo de ambiente, no se comparaba en nada con la tranquilidad que sentía al estar en casa con la mujer que lo esperaba.—Señor Solís, Andrés, esta noche hay varias actrices famosas. Si les interesa alguna, se las puedo presentar.Él se negó sin siquiera pensarlo.—No, gracias.—Señor Solís, ¿no le gustan las actrices? Si prefiere universitarias discretas, también puedo arreglarlo…—No me interesa.En el mundo de los negocios, era raro encontrar a alguien a quien no le interesaran ese tipo de mujeres. Era difícil saber cómo ganarse el favor de un hombre que no participaba en esos juegos, lo que lo convertía en una figura incómoda para muchos en ese círculo.Andrés intervino en tono de broma.—Él ya tiene dueña, déjenlo en paz.—Entonces, usted, Andrés…—Yo sí estoy disponible. Adelante.—Perfecto, yo lo arreglo.Cuando el hombre se fue, Gabriel le advirtió a su amigo:—Ten cuidado, no caigas en su

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