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Cuando Shawn giró el pomo de la puerta de al lado, sintió alivio al ver a su mujer, Mia.

"¡Mia!" Su corazón se aceleró al entrar en la habitación.

Estaba tendida en el suelo, sin vida, con el pelo revuelto cubriéndole la cara.

"Nena", la sacudió Shawn con suavidad, acercándola y colocándole los mechones caídos detrás de la oreja.

Al ver su rostro manchado de lágrimas, se le retorció el corazón. Los ojos de la niña estaban enrojecidos y sus mejillas hinchadas revelaban que había estado llorando durante bastante tiempo.

Sin dudarlo, la abrazó con fuerza. "Lo siento mucho, pequeña. Ha sido culpa mía".

Mia se aferró a su marido, agarrando su espalda mientras sus lágrimas fluían. Lloró hasta que no pudo más.

Después de recobrar la compostura, susurró con la respiración entrecortada: "Creía que no ibas a venir".

"Siempre vendré a por ti, mi niña", la tranquilizó Shawn, besándole el pelo. "Lo siento mucho. No volverá a ocurrir. Te lo prometo".

Con cuidado, la levantó en brazos. Al salir del