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Si Te Robas Mi Anillo, Te Haré Arrodillarte
Si Te Robas Mi Anillo, Te Haré Arrodillarte
Author: Mariela Santos

Capítulo 1

Author: Mariela Santos
¿Ahijada?

El título no sonaba precisamente a una relación inocente.

Si hoy Lucas no me daba una explicación convincente, este compromiso iba a terminar en ese mismo instante.

Marqué el número que había guardado hace meses y que jamás había usado.

En cuanto la llamada conectó, mi voz salió tranquila, directa:

—Tu “ahijada” está robándose el anillo de compromiso que elegí. ¿Qué opinas?

Al otro lado de la línea hubo un silencio breve.

Luego, la voz fría y distante de Lucas:

—¿Quién eres? La relación entre Sofía y yo no es asunto de una extraña.

Estaba a punto de decir mi nombre cuando él colgó sin dudar.

Me quedé escuchando el tono muerto… y solté una risa incrédula.

Perfecto.

Lucas ni siquiera tenía guardado el número de su prometida.

La risa de Sofía atravesó la multitud con un regodeo agudo.

—¡Qué idiota! Seguro encontraste ese número tirado por ahí y ya te crees con derecho a presumir. Me muero de risa.

Levantó la barbilla y, con los dedos, enroscó un mechón de su cabello dorado mientras me examinaba de arriba abajo.

—¿Viste cómo estás vestida? Hasta las niñeras de los Marino se arreglan mejor que tú.

Sus acompañantes soltaron carcajadas burlonas.

Yo siempre he preferido la comodidad antes que las marcas.

Pero rodeada de piezas brillantes y trajes de gala, era evidente que nadie en esa sala apreciaba ese principio.

Sentí cómo la rabia me iba subiendo, una presión caliente en el pecho.

—¿Sigues juzgando por la ropa? Qué ternura. El gusto de Lucas para escoger ahijadas es… verdaderamente particular.

Con semejante circo armado, ya no tenía el menor ánimo de seguir pujando.

Me giré hacia el subastador y señalé el anillo “Corazón Eterno”.

—Activa la puja automática. Ponga lo que ponga ella, yo pago el doble.

El subastador miró a Sofía con nerviosismo y su expresión se contrajo.

—Señorita, n-nuestro sistema de puja automática está reservado para clientes con tarjeta VIP…

Sofía soltó un bufido y sacó de su cartera una tarjeta dorada, dejándola caer sobre la mesa con un golpe seco.

—Yo gasto siete cifras al año aquí. ¿Y tú? ¿Con qué pretendes competir conmigo?

Respiré hondo, saqué de mi billetera una tarjeta negra sin logos, de brillo opaco y discreto, y se la tendí al subastador.

—Límite ilimitado. ¿Es suficiente? Regístrela ahora y reinicie la subasta.

Alrededor estallaron murmullos de sorpresa.

La sonrisa de Sofía empezó a torcerse. Su voz, antes juguetona, se volvió áspera.

—Este es territorio de los Marino. Si alguien la obedece, lo sacaré de esta ciudad para siempre.

El rostro del subastador palideció de inmediato.

—S-señorita, yo solo soy un empleado. No puedo enfrentarme a la familia Marino…

Algunos invitados que habían visto todo comenzaron a aconsejarme en susurros:

—Déjalo así… Esa Sofía la he visto varias veces. El señor Lucas realmente la consiente demasiado.

—Hace un mes alguien la ofendió y al día siguiente su negocio desapareció.

—Señorita, aunque usted tenga recursos, no se enfrente al clan Marino. No es un poder con el que uno pueda jugar. Pídale perdón, antes de que sea peor.

Entre murmullos temerosos y miradas evitativas, la superioridad de Sofía alcanzó su punto máximo.

Cruzó los brazos, caminó hacia mí lentamente, con una sonrisa cruel floreciendo en los labios.

—¿Escuchaste?

Ahora arrodíllate y repite tres veces: “Soy una pobretona y reconozco mi error”.

Quizá, solo quizá, considere perdonarte.
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