Gabriel tenía mucha labia y su explicación sobre la inversión en Sebastián sonaba razonable. Sofía la aceptó sin reparos.Pero había pasado por alto un detalle crucial: él era amigo de Diego, y no cualquier amigo, sino uno muy cercano.Era como ella y Carmen. Aunque cada quien tuviera sus propias ideas, ella jamás actuaría en contra de su amiga.Gabriel, que siempre tenía respuesta para todo, ahora guardaba un profundo silencio.Sofía no tenía prisa alguna, siguió saboreando su café con calma.Si Gabriel no quería hablar, ella tampoco insistiría.No importaba cuáles fueran sus razones, no cambiaría su decisión de rechazar la inversión. Aunque algo en todo esto le daba mala espina.Gabriel fijó la mirada en la ventana. Él era de los que iban de frente. Cuando le gustaba alguien, tomaba la iniciativa y punto. Nunca imaginó que llegaría el día en que no podría decir lo que sentía.Sofía había cortado con Diego de manera contundente y definitiva. Si él seguía en el bando de Diego y se conf
—¿De verdad no tienes idea de por qué Sebastián te odia tanto?Gabriel movió la cabeza de lado a lado.—Mejor pregúntale a él.Por favor, Gabriel era demasiado astuto y, como hombre al fin, él sabía muy bien la razón.El muchacho lo trataba como si fuera un depredador al acecho, todo porque no quería que se fijara en su hermana.Gabriel se lamentaba un poco. No calculó que Sebastián captaría sus verdaderas intenciones tan rápido.Claro que jamás lo reconocería de manera abierta.Al fin y al cabo, Sofía era la “mujer” de Diego. Y él, siendo su amigo, se había enamorado de ella. No era para nada noble de su parte. Mientras no lo confesara, podía mantener las apariencias.Por eso mismo, ante el rechazo de Sebastián, Gabriel había planeado invertir para conquistarlo poco a poco. En otras palabras, sobornar a su futuro cuñado.Lo que no anticipó fue encontrarse con alguien tan obstinado como Sebastián. El reto se había vuelto cada vez más complicado.—En definitiva, voy a hablar con él para
Sofía, en su rol como secretaria ejecutiva del presidente de la Corporación Sierra, conocía bastante bien los círculos financieros de Puerto Azul. El videojuego de Sebastián en definitiva tenía potencial, pero el hecho que Gabriel se presentara en persona era algo innecesario.Si Gabriel había ido, solo podía significar una cosa: este proyecto no lo había descubierto el director de proyectos de Inversiones Frontera por mérito propio. Más bien, Gabriel había dado la orden y el señor Santana solo cumplió con hacer el papeleo correspondiente. Sofía había cortado toda relación posible con Diego, y eso incluía a su amigo del alma, Gabriel.Su plan era que Sebastián y Joaquín rechazaran el trato para luego entrar ella como inversora.Pero para su sorpresa, Sebastián se le adelantó y la soltó para decir:—Señor Santana, ¡se acabó el trato!Joaquín casi se cae de espaldas.—Pero ¿qué dices, Sebastián?—Agarra tus cosas y vámonos. —Sebastián sonaba inflexible, sin dejar lugar a discusión.Joaq
Con esa idea, Sebastián se tornó cada vez más amable.Pero Sofía quedó pasmada. ¿Inversiones Frontera no era la empresa de capital de riesgo del Grupo Torres?El territorio de Gabriel.¿Qué coincidencia era esta?Sin revelar nada, Sofía estrechó la mano del señor Santana con total naturalidad.Enseguida los cuatro tomaron asiento para poder negociar.El señor Santana mostró un interés genuino en invertir.—Hay numerosos juegos que incorporan cultura tradicional, pero revisé sus conceptos y materiales audiovisuales. Pocos logran este nivel de calidad artística.Joaquín y Sebastián intercambiaron algunas miradas, la emoción brillando en sus ojos. Los inversionistas anteriores los habían menospreciado, tratándolos como si no valieran nada.Recibir reconocimiento era emocionante para cualquier emprendedor joven. Cuando el tema cambió de manera repentina hacia el juego, Sebastián se soltó por completo.Explicaba todo con fluidez y pasión.Sofía observaba atentamente a Sebastián descubriendo
Joaquín quedó pensativo.—Sigue haciéndote el duro.Sebastián respondió:—Por favor, Sofía me llamó para invitarme, no fui yo quien la buscó. Ya que coincidió con esta reunión de negocios, tiene sentido que venga. Esto era lógico.Joaquín no quiso discutir más.Antes, cuando la empresa tenía problemas, Sebastián jamás consultaba a Sofía. Ahora la invitaba a reuniones de negocios. Claramente intentaba acercarse a ella.Además, el día que fue a pelear con Mateo, cuando Sofía trató de detenerlo, Sebastián amenazaba con arrollarla pero, al final, ni siquiera se atrevió a rozarle la ropa.Puro ruido y pocas nueces.Joaquín recordaba cuando Mateo intentó estrellarle la botella a Sofía en la cabeza. Sebastián no dudó dos veces: la apartó y bloqueó el golpe con su propio brazo.Estos últimos días, cuando alguien le rozaba ese antebrazo por accidente, Sebastián hacía una mueca. Era obvio que la herida era seria, pero era terco como una mula y orgulloso hasta los huesos. Ni una queja había solta
Cristina pensaba para sí: “Sofía, me quito el sombrero. ¡Estamos hablando nada menos que de Diego!”Había visto a Diego varias veces. Tanto él como Alejandro reflejaban ese aura paralizante, ese aire frío intimidante. Como esos profesores universitarios jóvenes y brillantes que inspiran respeto y distancia, que son intocables y que no toleran desplantes.Imagínate ser un estudiante frente a un profesor con semejante poder y prestigio. ¿Quién tendría las agallas suficientes para plantarle una cachetada? Da miedo solo pensarlo.Que Sofía se hubiera atrevido a tanto era increíble.Isabella también estaba asombrada. Aunque Diego la consentía, seguía siendo la figura de autoridad, el líder del Grupo Empresarial Villareal. Ella jamás cruzaría esa marcada línea.Y Sofía apenas era tres años mayor, también joven. Siempre tan obediente con Diego... ¿de dónde sacó tantas agallas?—Cristina, estoy perdida. Si ya no respeta ni a Diego, ¿qué puede esperarme a mí? ¡Y encima de todo Alejandro la resp