Después de aquel día, mi madre, temiendo que mi estado de ánimo empeorara, insistió con firmeza en sacarme del país.En la universidad, yo era una apasionada de la literatura.Ahora que mi madre me había apartado de todo lo relacionado con el trabajo en la empresa, me senté en el jardín y comencé a crear nuevas historias.Gracias a mi estilo delicado y la intensidad emocional de mis vivencias, mis obras, apenas publicadas, recibieron una ola de elogios.Pensé que, desde entonces, mi vida y la de Diego Morales ya no se cruzarían nunca más.Pero un día, recibí una llamada de un número desconocido.Era su madre.Desde el inicio de nuestra relación, nunca le caí bien. Varias veces expresó su desprecio hacia mí, incluso en reuniones familiares.Recuerdo que, en nuestro tercer año de noviazgo, Diego me llevó a pasar la Navidad con su familia.La madre de Diego Morales me miró con evidente desagrado y, frente a todos los sirvientes, me ordenó que le sirviera café.Era una cafetera que Diego h
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