Julieta llamó a Gabriel por teléfono. Pero, después de que él le colgara tres veces seguidas, se le acabó la paciencia y le escribió un mensaje corto.No pasaron ni dos minutos antes de que el celular sonara con su nombre en la pantalla. Pero su voz... sonaba agotada.—Camila está enferma. Tengo que quedarme con ella. Lo último que te prometí, lo hacemos en dos días, ¿sí?Estaba por colgar cuando Julieta alzó la voz:—¡No puede ser!Del otro lado, Gabriel soltó una risa irónica.—¿Dos días, Julieta? ¿De verdad vas a armar drama por eso? No seas ridícula.Julieta sintió que algo se le atoraba en la garganta, pero, como pudo, aguantó las ganas de romper a llorar.—Gabriel... solo falta una cosa. Una. ¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste? ¿Quieres seguir siendo mi esposo? Porque, si tú quieres... yo no tengo problema, ¿eh?Gabriel, como siempre, cayó en sus provocaciones, y, como siempre, Julieta colgó con una carcajada entre dientes, aunque con lágrimas cayéndole al mismo tiempo. Las sen
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