En el tercer año de nuestra relación, descubrí que Leandro había estado siéndome infiel.Lo supe en cuanto escuché esa voz aniñada, coqueta y a la vez inocente al otro lado del teléfono.Otra boda arruinada.Cuando vi cómo Leandro me lanzaba, una vez más, esa mirada cargada de disculpas, entendí que la escena se repetía.Con un gesto firme, aunque resignado, me dijo:—Perdón, Marina, es que Valentina acaba de hacerse mal la muñeca durante la práctica, debo ir a verla.Frente a los invitados, que no entendían nada, esbocé una sonrisa amarga.—La boda está por comenzar. ¿De verdad tienes que ir justo ahora a verla?Apenas terminé de hablar, él frunció el ceño, molesto.—Una lesión en la muñeca puede ser fatal para un piloto. Yo soy su único instructor y debo hacerme responsable de su seguridad. Además, ¿qué más da el día de la boda? ¿Por qué tienes que discutir justo ahora?Al ver su rostro tan frío como el hielo, no pude evitar estremecerme.Milán siempre había sido callado, pero en
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