Su vientre, que antes había estado ligeramente abultado, ahora estaba plano, mientras ella se arrodillaba ante mí, rogando por pedirme clemencia:—Hermana, ¡déjame en paz! ¡No te incriminé con intención! Nadie entre los Dominguez me quiere, solo yo busco sobrevivir. ¿Qué mal hice?Al ver el escándalo en nuestra boda, Evaristo frunció el ceño, me cubrió los ojos con una mano y ordenó a los guardaespaldas que los expulsaran.Respiré hondo, le di una ligera palmada en la mano y me acerqué a Leonardo. Él se quedó paralizado repentinamente, y de inmediato, eufórico, extendió la mano para agarrarme:—Norita, ¡de verdad me llevas en tu corazón!Al instante, levanté la mano y le di una fuerte bofetada.—Leonardo, esta bofetada es por tu falso afecto hacia mí, por destruir mi matrimonio en favor del futuro de Olivia. Antes de que pudiera reaccionar, le di otra.—Nuestro hijo no desapareció aquella noche, yo me sometí con inicitaiva al aborto. Cada noche me dabas leche anticonceptiva, ¿no era p
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