—¿No me tienes miedo?Leonardo me observaba, al ver que ni retrocedía ni decía una palabra, solo lo miraba con una mirada casi inquisitiva. La impaciencia en sus ojos finalmente se congeló en una capa de hielo.Mi calma, en ese momento, para él no era más que una provocación."¿Con qué derecho esta pieza de ajedrez enviada para morir, esta víctima sacrificada, puede estar tan tranquila?", debió pensar.Un segundo después, escuché el leve golpe sordo de la manta de cachemira cayendo al suelo.Se apoyó en los brazos de la silla de ruedas, y su cuerpo empezó a tensarse lentamente.Luego, entre un chirrido que hizo crujir los dientes, ¡se puso de pie!¡La fachada de debilidad y enfermedad se hizo trizas bajo sus propias manos!Su figura era alta y erguida, la bata de seda delineaba un cuerpo lleno de fuerza. Una oleada de presión, propia de alguien acostumbrado a mandar, me envolvió de inmediato.Avanzó hacia mí, y yo, por puro instinto, retrocedí.Hasta que su sombra me cubrió por complet
Read more