Capítulo 4

Historia desde el punto de vista de Aria

Me encontraba en el parque de diversiones que había visitado de niña, en aquellos tiempos cuando solo era yo, antes de que Emily entrara en nuestras vidas.

Mientras caminaba por la entrada, la escena frente a mí cambió. Casi podía verlo: mi padre, más joven entonces, me tenía en sus brazos, sonriendo orgulloso mientras le decía a mi mamá: —Aria es muy inteligente, ya terminó su clase de matemáticas. ¡Creo que será la heredera perfecta para llevar el apellido Moretti!

Mi madre, con esa sonrisa dulce que solo ella tenía, me miró y dijo: —Nuestra hija debe estar cansada. Hoy no hablemos de negocios ni de la escuela, solo concentrémonos en subir a Aria a su carrusel favorito.

Yo reía, mientras toda mi atención estaba en el helado, los globos y los juguetes que me rodeaban.

Era feliz entonces, ¿verdad?

¿Cuándo cambió todo?

Caminé hacia el carrusel, le di mi boleto al empleado y me subí. El viento me levantó el cabello y, por un momento, casi sentí la alegría de esa niña nuevamente.

Bueno, todo cambió el día en que mi papá volvió a casa con Emily.

Ella era la hija del hombre de confianza de mi padre, que había muerto protegiéndolo. Mi papá, sintiéndose en deuda, la adoptó, dándole todo y diciéndole a todos que era una Moretti, por lo que se la debía tratar igual que a mí.

Yo la recibí con los brazos abiertos, de verdad, ya que siempre había sido mi sueño tener una hermana. Me imaginaba acostada con ella, construyendo castillos de princesas, escapando en aventuras.

Lo tenía todo planeado.

Pero sentí la distancia de Emily cuando la conocí por primera vez, así que opté por respetar sus límites, esperando que algún día me aceptara y pudiéramos ser realmente hermanas.

Pero, de alguna manera, en los ojos de papá, resulté ser yo la que la aislaba y la intimidaba. Una vez, me castigó duramente, preguntándome si por haber sido demasiado consentida, había olvidado cómo obedecerlo.

Pensé en buscar a Emily y aclarar las cosas, pero ella solo se escondió detrás de mi mamá, llorando como si yo fuera a lastimarla.

Aquella fue la primera vez que mi mamá me habló con un tono severo: —¡Aria, pensé que eras mejor que esto! ¿Cómo puedes ser una acosadora?

La palabra “acosadora” me siguió durante mucho tiempo.

Cuando comenzó la escuela, las cosas empeoraron, ya que mis amigos se alejaron de mí, llamándome monstruo. Los maestros me miraban con ceños fruncidos, etiquetándome como una malcriada.

Y siempre, estaba Emily, mirándome con sus ojos demasiado perfectos y llenos de lágrimas.

—¡No, no fui yo!

—¡No, no lo hice!

—¡No, en verdad no lo hice!

Había dicho esas palabras mil veces, y luego me di cuenta de que no importaba, pues nadie se preocupaba por la verdad, solo les importaba lo que veían.

Y me veían a mí, una chica perfectamente capaz de cuidarse a sí misma, con una familia y dinero para comprar casi cualquier cosa. Por otro lado, Emily, que lo había perdido todo, no tenía a nadie que la protegiera, por tanto, era frágil y un blanco fácil.

Todos jugaron a ser héroes, y yo me convertí en la villana.

Yo tenía mis dudas de que Emily estuviera causando problemas, pero, de nuevo, ¿por qué lo haría? ¿Por qué me odiaría tanto?

No fue hasta un día, cuando la escuché hablar con mi papá, que lo supe con certeza. Ella se quejó: —Aria hizo que sus amigos hablaran mal de mí. Todos me llamaron huérfana.

“Entonces así fue, ella había sido la culpable todo el tiempo.” Pensé.

Me apresuré a confrontarla cuando estábamos solas: —¿Por qué tienes que hacer esto?

Emily sonrió para sí misma, era una sonrisa tan escalofriante que me hizo temblar. Luego me respondió: —Porque simplemente no quiero verte feliz. ¿Por qué tu podías ser feliz cuando yo no era nadie? Perdí a mi padre por culpa del tuyo, ¿no? La rabia me consumía al verlos a ti y a él siendo tan arrogantes, tirándome dinero como si estuvieran sobornando a un perro hambriento.

En ese momento, me arrepentí de cuando mi papá me preguntó si quería que Emily fuera mi hermana y yo sonreí, extendiendo mi mano para tomar la suya. Lamenté cómo la recibí con los brazos abiertos, y de cómo traté de quererla.

Y luego, decidí hacer que todos la vieran tal como era, pero eso también fracasó. ¿Por qué le creerían a la villana cuando ya tenían en mente a su preciosa heroína?

El sol comenzó a ponerse en el horizonte, proyectando un suave resplandor naranja sobre el parque. En ese instante, mi teléfono vibró sin parar en mi bolsillo.

Lo saqué y respondí la llamada.

—Señorita Moretti, la investigación que solicitó, sobre el accidente del cargamento de su familia y los fondos que faltan en el casino, está terminada.

Mi pulso se aceleró, aunque mantuve la voz firme cuando indagué: —Emily Moretti organizó el accidente, ¿verdad?

Del otro lado de la línea hubo una pausa, una vacilación, hasta que finalmente esa persona contestó: —Sí. De acuerdo con la pista que seguí, hace tres días el cargamento de drogas de su familia reapareció en los muelles de México. La persona que lo recibió fue el medio hermano de Emily, y lo vendió casi de inmediato a una banda local.

Me quedé atónita al escuchar aquella información.

—¿Ella tiene un medio hermano? —pregunté.

La respuesta no tardó en llegar: —Sí. Su madre se volvió a casar hace años y tuvo un hijo. Emily se puso en contacto con él hace unos tres años.

—Y déjame adivinar —dije, con la boca seca —, desde entonces, algunas cosas han desaparecido de mi familia, solo para reaparecer convenientemente en su posesión.

—Sí, y en cuanto a los fondos que faltan en el casino, hace dos días, rastreé un retiro. Ella sacó una gran suma de la cuenta del casino y luego alteró los registros para que pareciera que ocurrió hace un año.

Una sensación, pesada y sofocante, invadió todo mi ser.

—Ahí está la razón por la que mi papá asumió que yo era la ladrona, pues hace un año todavía estaba gestionando el casino —Mi risa carecía de humor —. ¿Y su relación con Damian? ¿Cuándo comenzó?

—Hace unos dos años. Hallé algunos mensajes de texto entre Emily y su hermano, en los que hablaban sobre cómo seducir a Damian y cómo aprovecharlo para beneficio propio —Hubo un momento de silencio. Luego, agregó con cautela: —Señorita Moretti, puedo enviarle la evidencia en este mismo momento. Ya sabe, antes de su partida a la familia Ricci.

—No hace falta —Mi tono de voz me sorprendió, pues era más calmado de lo que esperaba, casi indiferente.

La verdad era que no había contratado a ese investigador para convencer a mi familia, ya no, solo quería pruebas de que mis instintos habían estado en lo cierto todo el tiempo.

Su arrepentimiento, si era que alguna vez llegaba, ya no me importaba. Había pasado años tratando de ayudarlos, de mantener todo unido. Si ellos elegían no creerme, entonces podían vivir con las consecuencias.

No fui yo quien los abandonó, ellos me abandonaron a mí, y el acuerdo de rehenes, esa fue la última traición.

—Envíalo todo —dije, con un tono firme—. La evidencia, los videos, todo lo que encuentraste sobre Emily, pero hazlo después de que me vaya.

“Que ese sea mi último regalo para ellos. Un último intento para que vean la verdad antes de que sea demasiado tarde.” Me dije a mí misma.

En cuanto a mí... para el momento en que se dieran cuenta, yo ya estaría lejos.