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Capítulo 4

Author: Grace Heal
Todavía tenía un último deseo que cumplirle a Noah. Tenía que salvar la vida de Harper, pero no tenía idea de cómo lograrlo.

Esperé horas a que Noah pasara por mí como había dicho. Después de un buen rato, decidí manejar yo sola hacia la Montaña Blackmore. La noche estaba fresca y me senté en los escalones de la villa a esperar.

Por fin aparecieron los faros de un auto. Era Noah.

—Llegaste.

Noah se veía bastante molesto.

—¿Qué les dijiste a mis papás hoy? Le llamaron a Harper en cuanto te fuiste y le gritaron por teléfono. Harper se puso tan mal que salió corriendo a la calle. La atropelló un auto. ¿Ya estás contenta?

La última vez, Harper murió de la misma forma.

Se desangró después de un choque. Su muerte atormentó a Noah y lo hundió en el luto por años. Si antes Noah me veía como una amiga, eso convirtió lo que sentía por mí en odio puro.

En mis recuerdos, este accidente pasaba un mes después de convertirme en su Luna. ¿Qué adelantó todo esto? Me di cuenta de que había alterado la línea del tiempo.

Me había estado preguntando cómo cumplir el tercer deseo de Noah. Ahora tenía la respuesta enfrente de mí.

—¿Viniste a gritarme o a salvarla?

—¿De qué hablas? ¡No se te olvide que eres nada más una Omega, no una sanadora!

—Necesita sangre. Yo le doy la mía. Soy su gemela.

Noah se me quedó viendo un momento. Se notaba que estaba pensando si yo estaba loca.

—Sí. Se lo debes. Vamos al centro de curación.

Prácticamente me empujó dentro de su auto y aceleró hacia el centro de curación. Las enfermeras me sacaron cuatrocientos mililitros de sangre. Se decía que los Omega eran buenos donantes, pero ese era el límite para una sola sesión.

El sanador le dijo a Noah:

—Esto le dará tiempo a la señorita Harper, pero no es suficiente. Lo único que podemos hacer es rezar para que aguante.

Miré a Noah, que estaba parado afuera de la sala de tratamiento. Se le salían las lágrimas mientras veía a Harper. Suspiré y me giré hacia el sanador.

—Sácame otros cuatrocientos.

—No —dijo el sanador—. Te vas a desmayar.

—Luego descanso —respondí—. La vida de Harper importa más ahorita.

Una enfermera entró corriendo.

—¡Sanador! Estamos perdiendo el pulso de la señorita Harper.

El sanador me miró preocupado.

—¿Estás segura? Esto te puede hacer daño.

Todo este tiempo, Noah se había quedado junto a mí sin decir una sola palabra. Por fin me miró, y noté un poco de duda en sus ojos, como si estuviera poniendo en una balanza mi vida contra la de Harper.

—Está bien. Quiero hacerlo por ella.

Noah había arriesgado su vida por mí. Salvar a su amor verdadero me parecía lo mínimo que podía hacer. Pero calculé mal el efecto de perder tanta sangre. Sentí que el cuarto empezaba a dar vueltas y luego todo se puso negro.

Cuando desperté, estaba en una cama de curación. Ni rastro de Noah.

“¿Salvé a Harper?”, me pregunté.

Revisé el reloj de la pared. Solo me quedaba una hora. En las noticias estaban pasando imágenes de la lluvia de meteoros. Se veía impresionante, pero me la había perdido.

Supuse que había cosas que nunca cambiarían. Noah y yo no estábamos destinados a ver la lluvia de estrellas juntos. Siempre algo se interponía en el camino.

Se abrió la puerta. Era Noah.

—Harper ya está bien.

Qué bueno. Ese era su tercer deseo. Esta vez no le debía nada a Noah.

—Prometí ver la lluvia de meteoros contigo. Habías mencionado antes que querías viajar al Valle Starfall. Déjame ir contigo. Tómalo como una luna de miel.

Era demasiado tarde.

—No, quédate con Harper. Todavía se está recuperando.

Noah se acercó más.

—¿No eres tú la que siempre ha querido ir allá? Dije que iría contigo. Eres mi Luna ahora y debo hacer esto por ti.

Hizo una pausa y añadió:

—Le diré a mi asistente que compre los boletos. En cuanto estés bien, nos vamos de luna de miel.

Le agarré las manos.

—No lo hagas.

Noah bajó la mirada hacia nuestras manos unidas, y pude ver un toque de sorpresa en su mirada.

—No tienes que sentirte culpable —le dije—. Salvé a Harper porque quería hacerlo por ti. Y ahora, ya no te debo nada.

Noah estaba confundido.

—¿De qué estás hablando?

Me quedé viendo su mano entre la mía. Incluso ahora, su mano derecha temblaba un poco en los días de lluvia, y tenía esa cicatriz, la que se hizo por salvarme. Los recuerdos y el dolor me invadieron.

—Esa vez, cuando me salvaste... tu mano quedó así. ¿Alguna vez te arrepientes?

—Claro que no. Pero hubiera hecho lo mismo por cualquiera.

—¿Incluso durante el terremoto?

—Sí. Hubiera salvado a quien fuera que estuviera atrapado conmigo.

Claro. Noah era un buen Alfa. Cuando me salvó, para él yo solo había sido un miembro más de su manada, alguien a quien tenía la obligación de proteger. Traté de forzar una sonrisa, pero las lágrimas se me salieron de todas formas.

—Eres muy bueno. Fui yo la que te orilló a elegirme como tu Luna.

Al ver mis lágrimas, Noah pareció entrar en pánico. Alzó la mano para secarme el llanto.

—¿Qué estás diciendo? Eso no es...

Noah no terminó la frase. Me miró y algo en sus ojos cambió. Nos acercamos más y más. Podía escuchar los latidos de su corazón y su respiración.

Levantó las manos y me tocó la cara. Cuando estábamos a punto de besarnos, su asistente entró a toda prisa.

—La señorita Harper despertó. Está preguntando por usted.
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