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Capítulo 05

Penulis: Chispa Viva
Cuando Yanet despertó de nuevo, se encontró con unos ojos negros llenos de preocupación.

Al verla abrir los ojos, Julián se apresuró a llamar al doctor. Una vez que le confirmaron que estaba bien, por fin se tranquilizó.

En ese momento, Yanet se dio cuenta de que llevaba una pulsera de cuentas budistas en la mano izquierda, la cual era idéntica a la que Julián siempre usaba.

El asistente, que estaba al lado, sonrió y dijo:

—Señora, como usted no despertaba, el señor Fuentes estaba tan preocupado que le dio la pulsera budista que él ha usado por más de diez años. Anoche hasta le juró a Buda que, si usted despertaba bien, él dejaría el alcohol, el tabaco, y comería solo verduras el resto de su vida.

Yanet frunció el ceño, y, con un deje de desprecio se quitó la pulsera para devolvérsela a Julián.

—No necesitas cambiar tus hábitos por mí.

Pero Julián no la aceptó. En cambio, volvió a ponérsela suavemente en la mano, con voz dulce, le dijo:

—Yanet, ¿acaso tú no hiciste promesas similares cuando yo estaba paralítico?

El corazón de Yanet se le encogió un poco.

Durante el segundo año de parálisis de Julián, ella había escuchado que el templo Almavis, en Ciudad L, era conocido por sus milagros. Por lo que aquella misma noche lo llevó allí para pedir un deseo.

Frente a Buda, rogó: «Daré todo lo que tengo a cambio de la salud de Julián».

Él también formuló un deseo: que cinco años después, ella fuera su novia.

En ese momento, Yanet había leído la nota con el deseo que había escrito Julián y no pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Entonces, Julián la abrazó y la consoló por un buen rato.

Esos fueron de los pocos días en que Julián solo la miraba ella. Porque, en realidad, Julián solo le prestaba atención cuando Sofía no estaba cerca. Y, ahora que Sofía había vuelto, Yanet sabía que la mirada de Julián ya no sería para ella.

Entonces, lo miró, con ese rostro de galán de Julián que parecía esperar un halago, y bajó la mirada con los ojos llorosos:

—Tengo un poco de sueño.

Cuando despertó de nuevo, ya era por la tarde. Yanet se levantó, con la intención de preguntarle al médico cuándo le darían el alta. Pero, antes de abrir la puerta, escuchó las voces de Julián y Rebeca conversando en el pasillo.

—¿Cuándo planeas casarte con Yanet? —preguntó Rebeca con curiosidad.

Julián bajó la mirada, y respondió con naturalidad:

—Ya se lo comenté la vez pasada. Estoy pensando que sea a fin de mes.

Rebeca asintió, y le recordó:

—Esta boda tiene que hacerse en grande. Asegúrate de que la dote sea generosa, no escatimemos. Yanet ya le donó la médula a tu amiguita de la infancia, no podemos quedar mal con ella.

Tras decir esto, quién sabe en qué pensó, pero Rebeca cambió de tema:

—Qué casualidad, este mes te casas tú, y, según escuché, nuestros enemigos, los Luna, también están por celebrar una boda pronto. La novia, curiosamente, también se llama Yanet...

Al oír esto, Yanet abrió la puerta de golpe. Tosió dos veces, despacio, y la conversación se detuvo de inmediato.

Esa misma noche, el doctor anunció que ya podían recibir el alta.

De regreso en casa, Yanet recibió una solicitud de amistad. El remitente había escrito solo dos palabras: Fermín Luna.

Yanet parpadeó. Tal vez, pensó, ese era el hombre con quien se casaría. Así que aceptó la solicitud.

Apenas lo hizo, él le mandó una lista de dote: un cuaderno digital lleno de anotaciones minuciosas, tan detalladas que Yanet sintió que eran demasiadas para contarlas.

Luego, Fermín le mandó otros dos mensajes:

«¿Te parece bien esta lista de dote?»

«Según me dijo la señora López, viajas pasado mañana y llegarás al aeropuerto temprano al día siguiente. La señora López y yo iremos a recogerte.»

Yanet lo pensó unos segundos y respondió:

«La dote es más que suficiente, gracias.»

Él no respondió más.

Esa noche, Julián intentó varias veces iniciar una conversación con Yanet, pero ella se mostró indiferente todo el tiempo.

Él pensó que ella seguía molesta por lo que había ocurrido antes, así que, para animarla, le pidió a su asistente que organizara una despedida de soltero para el día siguiente.

Y así, todo su círculo social supo del evento, y esa noche llegó una multitud.

En cuanto Yanet llegó al lugar de la fiesta, Julián la abrazó por la cintura y sacó dos contratos de compra de automóviles. Primero le entregó uno a ella, mirándola con sus profundos ojos negros, mientras decía:

—El superdeportivo de la última vez siempre sentí que no era suficiente para ti. Así que encargué otro.

Dicho esto, se volvió hacia Sofía, quien estaba vestido de manera encantadora, con un aire casi angelical, y le ofreció el contrato original del Lamborghini, diciéndole suavemente:

—Sofía, este coche originalmente era para tu cuñada, pero, ahora que ella tiene uno nuevo, quiero regalártelo. Aunque quizás no sea suficiente para ti.

Sofía recibió el contrato con una sonrisa imposible disimular.

—No importa, hoy ella es la estrella.

A pesar de sus palabras, cualquiera podía notar que el Lamborghini superdeportivo que Julián le había dado era una edición limitada nacional. En cambio, el coche superdeportivo que le había comprado a Yanet no era más que un coche deportivo común, aunque costoso.

Los murmullos no se hicieron esperar:

—¿De verdad Julián se va a casar con Yanet? Esta despedida de soltero es de Yanet y él, ¿por qué le anda dando regalos a Sofía?

—Con tanta explicación, está claro que el superdeportivo de edición limitada nacional era para Sofía desde el principio.

—Todos saben que a Yanet le encantan los automóviles. ¿No fue esto una jugada de Sofía para humillarla?

—Dicen que Sofía es buenísima para las carreras. Me enteré de que ella es la famosa piloto «Sin Sonido». Dicen que Julián se enamoró de ella porque «Sin Sonido» le salvó la vida en una carrera...

Yanet, sentada en un rincón, escuchó tranquila todos los comentarios y frunció el ceño…

¿Sin Sonido…? ¿Acaso no era ella misma?

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