LOGINSoy la sombra que el jefe de la mafia, Ignacio García, eligió personalmente para su amante, Luna López. La que enfrentaba el peligro en su lugar. Al tercer año de matrimonio, fui secuestrada por sus enemigos por octava vez. Ignacio llegó con sus hombres a rescatarme, pero a los cinco minutos de negociación, sonó el teléfono de Luna. —Ignacio, perdí en un juego. Tengo que besar a un hombre aquí. —Pero quiero guardar mi primer beso para ti. ¿Podrías venir? En el instante en que Ignacio se marchó sin dudarlo, el cuchillo del secuestrador se hundió en mi vientre. La sangre brotó como un surtidor. Sus hombres, como en las siete veces anteriores, arreglaron el asunto con dinero y me llevaron al hospital. En la ambulancia, escuché a alguien preguntarse si viviría lo suficiente para ver el día en que Luna pudiera valerse por sí misma. Todos rieron a carcajadas. Solo yo lloraba. La misión de salvar al jefe de la mafia había fracasado. El sistema me eliminaría. “Ignacio, no viviré para ver ese día.”
View MoreMientras hablábamos, Ignacio ya estaba inmovilizado en el suelo por Daniel.—Daniel, no lo mates.Al oírme, Daniel asintió, pero no lo soltaba.—Entonces a la comisaría. Por acoso.Me agaché y dije: —Déjame hablar con él un momento. Espérame allí.Daniel quiso negarse, pero ante mi firmeza, cedió con desgana.En cuanto se alejó, Ignacio me agarró del dobladillo del pantalón.—Fue mi culpa. Lo siento. Te lo ruego, vuelve conmigo. Te prometo que cambiaré, me lavaré las manos de todo, ¡nunca más te haré daño!Hablaba rápido, como si temiera que volviera a desaparecer.Miré sus ojos, ya sin rastro de aquella frialdad, y pregunté con curiosidad genuina:—No me amas. Incluso me desprecias tanto que querías verme muerta. ¿Por qué quieres que regrese?—¿Acaso tu Luna vuelve a estar en peligro, y necesitas que cargue con ello?Ante mi pregunta, el rostro de Ignacio se llenó de dolor.—No... solo después de que te fuiste supe que todo fue un plan de Luna.—Yo siempre mandaba a rescatarte de inme
Creí que la misión sería ser la mentora del villano.Luego supe que en realidad sería ser la empleada doméstica en su casa, para vigilar que no se desviara.Era fin de semana, y el villano, Daniel Torres, estaba en una videollamada de trabajo.La empresa rival le había arrebatado un proyecto. Su venganza fue mandar a alguien a robar el gato que el dueño rival criaba.Mientras barría, no pude evitar reírme en voz baja.El sonido de la reunión tras de mí se detuvo de golpe. Extrañada, sentí que me quitaban la escoba.Al volverme, Daniel se inclinó para barrer, pero con el rabillo del ojo me miraba a escondidas.—Por fin una sonrisa. Llevas un mes aquí con la cara larga, como si no te fuera a pagar.—Aunque soy tu jefe, si algo te aflige puedes contármelo. Quizá charlando se te pase.Terminó de barrer, me dirigió una mirada profunda y volvió a su reunión.Observé su rostro, de nuevo serio, y pregunté mentalmente: —Sistema, ¿estás seguro de que es un villano?—Bueno... en una novela románt
En aquel entonces, ella había dicho: —Señor, gracias por pagar el tratamiento de mi abuela. Como compensación, enfrentaré el peligro en lugar de Luna como su sombra.Pero tres años después, la anciana a la que había salvado con medio millón también había desaparecido sin rastro.Ignacio no dijo nada. Subió las escaleras hacia el segundo piso, exhausto.Al pasar junto al dormitorio, de pronto escuchó la voz de Luna.A través de la puerta, su tono ya no sonaba inocente y dulce como antes, sino cargado de una fría malicia.—Busca al enemigo con más sed de venganza y envíale la dirección de esta mujer.—Avísame cuando Ignacio vaya a rescatarla. Yo lo distraeré. Ustedes aparecen dos horas después.—¡Inútiles! Si él no pregunta, no digan nada más. Con decir que ya la llevaron de vuelta es suficiente.Los dedos de Ignacio sobre el picaporte se helaron de golpe.—¡Y si se muere, mejor! Este es su castigo por acercarse a Ignacio.—¡Pum!Las maldiciones de Luna se cortaron de raíz.Al girar asus
—Debe estar enojada conmigo. —murmuró para sus adentros.Llamó a su hombre. Apenas respondió, tomó su chaqueta y salió corriendo.—¿Está herida? ¿En qué hospital está? Voy de camino.Al otro lado, confundido: —¿Quién?—¡¿Quién va a ser?! ¡Estela!—¿Es...? ¿Estela? ¿Quién es?Ignacio pisó el acelerador a fondo hacia la vieja casa. Pero al llegar, las luces estaban encendidas y un desconocido regaba las plantas en el jardín.—¿Quién eres tú? ¿Qué haces en mi casa? —gruñó.El hombre lo miró como si viera a un loco.—Llevo diez años viviendo aquí. ¿Desde cuándo es tu casa?—Estás mal de la cabeza.Ignacio llevó la mano instintivamente hacia su arma, pero entonces notó que el columpio del jardín había desaparecido.Aquel columpio lo mandó instalar Estela poco después de casarse. Ella pasaba horas allí leyendo, casi sin salir.Ahora ni siquiera quedaba rastro de donde estuvo anclado.—¡Te atreves a quitar mi columpio! —Ignacio llamó a sus hombres y ordenó que destrozaran la casa.Pero al ent






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