Share

Capítulo 3

— ¡Fuera!

Con solo una palabra, Yolanda se asustó y quedó paralizada.

Nunca había imaginado que Pedro, que siempre era educado, simpático y nunca estaba de mal humor, pudiera ser tan terrible cuando se enfadaba. Su mirada parecía como si quisiera tragarse a alguien.

—¡Alguien quiere matarme! ¡Que venga alguien! —Yolanda reaccionó y empezó a gritar en voz alta.

Pronto, un grupo de guardias de seguridad del Grupo Preciosidad apareció.

—Señora Soto, ¿qué le pasó?

Entre los guardias, el jefe del grupo obviamente conocía a Yolanda. Tan pronto como apareció, ya estaba de lado de Yolanda.

—¡Raúl! ¡Captura a ese hombre ahora mismo! Ha golpeado a mi hijo. Quiero que pague por esto —gritó Yolanda. Parecía muy feroz, pero se sentía débil por dentro.

—¡Hostia! ¿Cómo te atreviste a provocar disturbios en nuestro grupo? Veo que para ti ya es muy aburrido seguir viviendo.

El jefe de los guardias levantó su mano y enseguida un grupo de personas rodeó a Pedro. El jefe sabía que era una ocasión perfecta para quedar bien con la madre de la presidenta. Si se comportaba adecuadamente, era posible que ascendiera de puesto, aumentara su sueldo y se casara con una señora joven, guapa y rica, alcanzando así el pináculo de su vida.

—¿Por qué seguís parados? ¡Dadle una paliza!

Cuando el jefe de los guardias iba a golpearlo, se oyó un grito repentino.

—¡A ver quién se atreve a darle una paliza!

Con el grito, apareció una mujer de figura esbelta que vestía un vestido de color plateado. Tenía un rostro muy bello, de labios rojos. Con solo una mirada y una sonrisa, se podía ver su encanto.

Entró en el círculo con prisa, seguida por sus guardaespaldas.

Ella era como un demonio que iba a devorar el espíritu y el alma de una persona.

—¡Qué bella!

Los guardias la miraron de arriba abajo y se sintieron muy inquietos por la mujer bella y esbelta que tenían delante.

—Señor González, ¿está bien?

La mujer no hizo caso de las miradas y se dirigió directamente hacia Pedro.

—¿Quién eres?

Pedro entrecerró sus ojos y desapareció poco a poco la ferocidad en ellos.

—Encantada. Soy Estrella Flores. Vine aquí porque Bruno, el presidente de ACR, me habló de ti — contestó la mujer sonriendo.

Después de decirlo, los guardias se pusieron nerviosos.

—¿Estrella? ¿Acaso es la hija de la familia Flores?

—¡Dios mío! ¿Por qué viene esta señora tan distinguida?

Todos se miraron consternados, sin saber qué hacer, y se quedaron callados y asustados. El nombre de Estrella ya había resonado en sus oídos. No solo tenía un rostro hermoso, mucha riqueza y un poderoso linaje, sino que también tenía grandes habilidades para el mundo empresarial. A sus veintidós años, ya había heredado el puesto de su padre y lideraba todo el Grupo Flores.

Además, en solo cinco años, ya había creado un enorme imperio empresarial y se había convertido en la reina más famosa en el comercio de la ciudad Rulia.

—¡Así que resulta que tú eres Pedro!

Pedro movió afirmativamente su cabeza, confuso.

Era obvio que había oído su nombre, pero no había pensado que ella tenía relación con Bruno.

—Señor González, suba al coche y descanse un rato. Déjame encargarme de estos estúpidos.

Estrella chasqueó los dedos.

Los cuatro guardaespaldas vestidos con trajes que la acompañaban sacaron sus palos y se acercaron.

Aunque solo eran cuatro, su aura poderosa asustó a los guardias, que retrocedieron uno tras otro. No se atrevían a acercarse más a los guardaespaldas.

Sabían que los guardaespaldas de la familia Flores formaban parte de una élite cuidadosamente elegida.

—Señor González, por favor, venga.

Al ver que nadie se atrevía a moverse, Estrella le indicó el camino con su mano.

Pedro no dijo nada. Después de recoger los pedazos del jade, subió al coche seguido de Estrella y se marchó con ella.

Durante ese tiempo, nadie se atrevió a detenerlos.

—¡Oye! ¿Qué están haciendo? ¿Por qué le dejan irse de esa manera?

Cuando reaccionó, Yolanda en seguida los insultó con palabrotas.

—Señora Soto, esa señorita es de la familia Flores. ¡No podemos ofenderla bajo ningún concepto! —dijo el jefe de los guardias con mala cara.

¿Quién era Estrella? Aunque los guardias eran valientes, no se atrevían a tomar medidas precipitadas.

—¡Sois una panda de basura! Si no se atreven a ofender a la familia Flores, ¿acaso se atreven a ofender a mi hija? —dijo Yolanda con ferocidad.

Los guardias se miraron unos a otros y no se atrevieron a decir ni una palabra.

—¿Qué ha pasado?

En ese momento, dos mujeres salieron del edificio.

—Hija, ¡por fin has llegado! Mira, ¡mira cómo han golpeado a tu hermano!

Al verla, Yolanda empezó a llorar y hablar. Al ver su estado, si uno no supiera lo que había pasado, pensaría que era a ella a la que habían golpeado.

—¿Qué ha pasado? ¿Quién le ha hecho esto?

Viendo la cara hinchada de Andrés, Leticia se puso seria en un segundo.

—¿Quién podría ser? ¡Ha sido Pedro, ese cabrón! —Yolanda empezó a contar lo sucedido muy exageradamente—. Nos encontramos con él en la puerta y cuando vimos que se le había caído un jade, tu hermano lo recogió y se lo devolvió. No esperábamos que, al hacerlo, ese tipo calumniara a tu hermano acusándolo de haber robado su objeto. Discutieron, ¡y golpeó a tu hermano! ¡Pobre! Tiene un buen corazón, pero cometió un error. Y le ha golpeado mucho. ¡Maldita sea!

Después de decir esto, se echó a llorar otra vez.

—¿Pedro? —Leticia frunció el ceño fuertemente—. Siempre está de buen humor. ¿Por qué empezaría a pelear de repente? ¿Le han hecho algo?

—¿Qué quieres decir con esto? ¿Acaso no crees a tu madre sino a ese desgraciado? —Yolanda estaba furiosa.

—Solo quiero saber la verdad —dijo Leticia.

Después de tres años de matrimonio, conocía bien el carácter de Pedro. Siempre era tranquilo y calmado y no era fácil sacarlo de quicio. Lógicamente, era imposible que hubiera golpeado a alguien por una cosa trivial.

—¡Ya había golpeado antes a tu hermano! ¿Eso no es suficiente para demostrar la verdad? Si no me crees, pregunta a los guardias. ¡Ellos lo vieron claramente!

Mientras hablaba, Yolanda se volvía y les guiñaba un ojo.

—Presidenta García, lo que ha dicho su madre es verdad. Ese hombre estaba loco y golpeó a tu hermano. Si no hubiéramos llegado a tiempo, ¡temo que incluso su madre habría sido golpeada! —contestó el jefe de los guardias al entender lo que Yolanda pretendía.

—¡Escucha! ¡Escucha! ¿Acaso ha sido injusto con ese hombre?

Yolanda siguió diciendo:

—Ya te dije que Pedro no es de fiar. Siempre actúa de manera engañosa.

Eso ya se había visto claro después del divorcio. ¡No solo golpeó a su hermano sino que también había conocido a otra mujer! Un hombre así no es de fiar.

Al oírlo, Leticia no pudo contenerse y frunció las cejas. Obviamente estaba dudando. ¿Realmente había sido culpa de Pedro? Después del divorcio estaba lleno de ira reprimida, ¿y por eso se estaba vengando?

Si esa fuera la verdad, ¡habría depositado sus esperanzas en la persona equivocada!

Related chapters

Latest chapter

DMCA.com Protection Status