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Capítulo 3

Penulis: Pez
Por la tarde, regresé a la empresa.

Yo había pedido una semana entera de permiso en el trabajo.

Pero apenas habían pasado tres días y ya estaba de vuelta.

Mis compañeros de trabajo se sorprendieron al verme:

—Martina, ¿por qué has regresado? ¿Es para invitarnos a la fiesta de esta noche? Ya recibimos la invitación, no era necesario que vinieras.

¿Fiesta de esta noche?

Al pensarlo un momento, entendí que debía ser la de Luis y Sofía.

No me molesté en explicar y simplemente sonreí:

—Sí, no olviden asistir esta noche. Ahora tengo algunos asuntos que atender.

Me alejé de mis compañeros, fui a mi puesto de trabajo y guardé todas mis pertenencias en mi bolso.

Finalmente, imprimí mi carta de renuncia y entré a la oficina de mi jefa.

Ella miró la carta de renuncia y solo mostró un breve instante de sorpresa, como si no le extrañara demasiado.

Suspiró y habló con tono de preocupación:

—Desde que no parabas de mencionar a Luis, imaginé que esto pasaría. ¿Renuncias para convertirte en ama de casa y cuidar de él? Martina, una mujer siempre debe tener su propia carrera.

Me quedé paralizada.

No esperaba que mi jefa hubiera dicho eso. Parecía que realmente había sido demasiado obsesiva con Luis, hasta el punto de que, incluso al renunciar, lo primero que había pensado mi jefa fue que era por él.

Esbozé una sonrisa amarga y negué con la cabeza:

—No, planeo terminar con él. Quiero mudarme a otro lugar y comenzar una nueva vida.

Esta vez, fue mi jefa quien pareció confundida.

Pero no hizo más preguntas y asintió:

—Si has tomado una decisión, es lo importante. Después de superar este obstáculo, solo te esperan cosas mejores.

Luego sacó otro documento y me lo mostró:

—Si solo buscas cambiar de trabajo, la sede central planea abrir una sucursal en la Ciudad Costero. Necesitan personal, podrías postularte.

Agradecí su sugerencia y decidí considerarlo más tarde.

Al salir de la empresa, recibí una llamada de Luis:

—Faltan solo veinticuatro horas para la boda. Esta es mi última despedida de soltero. Esta noche saldré con amigos, no me esperes.

Esta vez, inusualemente, me informaba sus planes.

La antigua Martina se habría emocionado por esto.

Pero ahora, solo podía notar las mentiras ocultas en sus palabras.

Su "última noche de soltero" incluía a todos, incluso a compañeros de trabajo con los que apenas tenía relación… excepto a mí.

Sin embargo, esta era la única vez que no necesitaba avisarme.

Porque esta noche no sería realmente su "última despedida de soltero".

Luis notó mi silencio prolongado y preguntó confundido:

—¿Martina? ¿Martina? ¿Me escuchas? ¿Se cortó la llamada?…

Decidí no responder, fingiendo problemas de conexión.

Su tono se volvió molesto:

—No debí haber llamado. Total, ella nunca se atreve a cuestionar dónde estoy.

Parecía creer que había colgado, porque comenzó a hablar con alguien más.

De inmediato, reconocí la voz afectada de Sofía, quejándose:

—Luis, no deberías hablar así. Si Martina no sabe dónde estás, se preocupará.

—Sofía, eres demasiado considerada. Si ella fuera la mitad de buena que tú, sería un milagro.

—No soy tan especial…

Luego, se escucharon sonidos de besos y murmullos íntimos.

Corté la llamada.

De vuelta en casa, miré a mi alrededor en este departamento que había alquilado por diez años.

¿Sentiría resentimiento?

Diez años. Había pasado de ser una joven llena de sueños y pasión a convertirme en una persona temerosa y agotada.

Cada objeto en esta habitación guardaba recuerdos de Luis.

Retiré el marco de la foto que tanto había rogado para colgar.

Tiré a la basura los vasos de pareja que compré con emoción pero que él nunca usó.

El florero que debía llenarse diariamente con flores frescas (como él prometió) estaba vacío y cubierto de polvo.

El juego de mesa que solíamos jugar juntos ahora estaba abandonado.

Los guardé todos en una bolsa negra.

Y así, con esa bolsa, tiré diez años de sentimientos al basurero.

Ahora, la habitación estaba tan vacía como mi corazón.

Abrié redes sociales.

Todos estaban compartiendo videos de Luis y Sofía bailando un vals en la fiesta.

Sus movimientos eran elegantes, sincronizados.

Luis sostenía a Sofía por la cintura, como si fuera el tesoro más valioso del mundo.

Sus miradas se encontraban, como si nadie más existiera.

Los comentarios no paraban: "Parecen hechos el uno para el otro".

Di "me gusta" y escribí:

“Realmente hacen buena pareja.”

En cuestión de segundos, Luis me llamó, furioso:

—¡¿En serio estás haciendo esto?! ¡Sofía está llorando por tu culpa! Creí que por fin estabas actuando como una adulta, pero sigues siendo igual.

—Si quieres casarte conmigo, debes aceptar que Sofía es como una hermana para mí. ¡Y siempre será mi prioridad!

Finalmente lo admitía con sus propias palabras.

No sentí tristeza. Me reí.

—Lo entiendo.

Satisfecho con mi respuesta, colgó.

En la pantalla de mi celular, el reloj seguía avanzando.

Solo quedaban dieciséis horas.
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