All Chapters of Un Dominio Subestimado: Chapter 21 - Chapter 30
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Capítulo 21
Al mediodía, en la oficina de la presidenta del Grupo Preciosidad, Leticia estaba mirando distraídamente unos papeles mientras pensaba en Pedro. Estaba preocupada por él. Si fuera capturado por Leo, entonces… estaría destinado a morir si quería vivir y a no vivir si quería morir. ¡Era horrible! —Juana. Leticia no pudo esperar más después de dejarse llevar por la fantasía. —Presidenta García, ¿en qué puedo ayudarla? —Juana entró después de tocar la puerta.—Ayúdame a preparar un regalo de primera calidad. Voy al Grupo Acán personalmente —ordenó Leticia. —¿El Grupo Acán? ¿No es el lugar de Leo? —preguntó Juana, asustada. —Exacto. Quiero hablar con Leo —asintió Leticia, moviendo la cabeza. —¿De qué quiere hablar? ¿De Pedro? Juana se quedó un poco inquieta al escucharlo. —Presidenta García, no se deje llevar por impulsos rápidos. Leo está enojado. Si va ahora, ¿no podría descargar su ira en usted? —De todos modos, debo intentarlo —dijo Leticia con firmeza. —Espere. Todavía tenem
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Capítulo 22
En la clínica Bueno y Feliz, Pedro estaba bebiendo con el anciano tuerto. En ese momento, sonó de repente su celular. —Pedro, la presidenta García está en peligro ahora. ¡Ven aquí rápido! —le gritó Juana. —¿Está en peligro? ¿Qué pasó? —preguntó Pedro, frunciendo el ceño. —¡Todo esto es por ti! La presidenta García estaba preocupada por tu seguridad y por eso fue personalmente a negociar con Leo. Todavía no ha salido. Probablemente está en peligro —dijo Juana con un tono apresurado. —¡Tonterías! He dicho que esto es asunto mío, ¿por qué se ha involucrado? —reprochó Pedro con mala cara. —¿No tienes conciencia, Pedro? La presidenta García lo hizo para salvarte —dijo Juana enojada. —¿Dónde está ella? —En el Grupo Acán. —Voy ahora mismo. Sin decir una palabra más, Pedro se dirigió a toda carrera al lugar. … En el Grupo Acán, Leticia estaba recostada en el sofá mareada. Los mechones de su cabello estaban húmedos por el sudor. Sus brazos y piernas se sentían flojas por haber be
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Capítulo 23
— ¡Joder! ¿Por qué sigues ahí parado? ¡Suelta a esas personas! —gritó Bruno con enojo una vez más. Los ojos de Leo se entrecerraron y su rostro se tornó sombrío. Si Bruno se lo hubiera pedido con educación, quizás habría accedido. Pero el problema era que Bruno llegó gritando y le había dado una bofetada. Si ahora soltaba a esas personas, ¿cómo le iban a seguir respetando los demás? —Presidente Rajoy, ese tipo golpeó a mi hijo y lo dejó estéril. Hoy entró en mi territorio sin mi permiso. Si los dejo ir y se corre la voz, ¿cómo podré mantener mi reputación frente a los demás? —dijo Leo en voz baja. —¡Tu hijo merecía ser golpeado y castrado! Si no los liberas hoy, ¡haré que el Grupo Acán desaparezca de la faz de la tierra! —canturreó Bruno en un tono frío. —Presidente Rajoy, usted tiene una familia numerosa y grandes propiedades. No me atrevo a ofenderlo, pero tenga en cuenta que también tengo respaldo —gritó Leo, feroz en apariencia, pero débil por dentro. —¿Te refieres a Javier
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Capítulo 24
— ¡Lo sé! ¡Seguramente fue el señor Fuentes el que nos ayudó!Parecía que Juana había recordado algo porque dijo de repente: —Después de llamar a la policía, también llamé al señor Fuentes. ¡Debe haber sido él quien pidió ayuda al presidente Rajoy! —¿Jaime? Leticia movió las cejas y dudó. —¡Exacto! El único que puede ayudarnos y que es capaz de pedir al presidente Rajoy es el señor Fuentes —explicó Juana, considerándose intachable. —Probablemente tengas razón —asintió Leticia. Mientras hablaban, un Ferrari rojo se detuvo en la carretera. Se abrió la puerta y Jaime, vestido de forma elegante, bajó rápidamente. —Leticia, ¿estás bien? He venido tan pronto como recibí la llamada —dijo Jaime, preocupado. —Señor Fuentes, muchas gracias por su ayuda, de lo contrario, la presidenta García estaría en peligro —agradeció Juana. —¿Mi ayuda? Jaime se quedó atónito y no reaccionó. —Sí. El presidente Rajoy llegó hace poco. Apareció y salvó a la presidenta García —dijo sonriendo Juana. —¿
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Capítulo 25
— ¿Es esto lo que quieres decirme? Leticia se quedó allí paralizada, sin poder creerlo. Se sintió profundamente herida al ver la cara indiferente de Pedro, algo que nunca había experimentado. Al mismo tiempo, en su corazón se estaba gestando un sentimiento de amargura e injusticia. —Sí, esto es lo que quiero decirte —dijo Pedro sin ninguna cortesía. —Recuerda: no necesito que te preocupes por mis asuntos. Mi vida no tiene nada que ver contigo. Ya no tenemos ninguna relación. ¿Entendido? Al escuchar estas palabras que parecían razonables, Leticia se quedó atónita. Nunca habría imaginado que su buen corazón no sería valorado, sino más bien criticado y reprochado. ¿Cuándo habían llegado a este punto, en el que se llevaban como el perro y el gato? —Oye, Pedro, ¿todavía eres humano? Juana era incapaz de seguir escuchando y le reprochó: —¿Es esta la actitud que tienes para devolver el favor que te hizo la presidenta García? ¿Acaso no existe tu conciencia? —¿Y qué actitud debería te
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Capítulo 26
Desde que entró en el edificio, Pedro fue asesinando violentamente a su paso mientras subía de una planta a otra. Durante todo el trayecto, nadie pudo vencerlo. —¿Quieres vengarte de mí, pero no tienes ni idea de quién soy? Pedro empezó a acercarse lentamente. Su mirada era especialmente fría. —¡Joder! Hijo de puta, ¡no te me acerques! De lo contrario, ¡te meteré una bala! Leo de repente sacó una pistola del cajón. Sin embargo, antes de que levantara la mano, Pedro se acercó rápidamente y agarró el punto de mira con su mano, pellizcándolo fuertemente. Con un ruido de fricción de metal, Leo vio con terror cómo su pistola se había deformado como un churro. ¡ Estaba hecha de hierro! ¿ Quién podía deformar una pistola como si fuera arcilla? —Pedro…Pedro… todo esto es un malentendido. Si te vas ahora, te prometo que nunca te causaré problemas. Leo estaba tan asustado que sudaba mucho, por eso decidió rendirse directamente. La fuerza de Pedro superaba ampliamente la de una persona
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Capítulo 27
— Él es mi padre. Pedro se quedó pasmado ante esas palabras. Había pensado que solo era un hombre de confianza, nunca habría imaginado que tuvieran esa relación. —Me han dicho que el hijo de Leo se llama Enzo. ¿Quién eres tú? —preguntó Pedro. —Izan Londoño, el hijo ilegítimo de Leo. El hombre bajó la cabeza mientras explicó: —Leo violó a mi madre hace muchos años y, como fue un escándalo para su familia, me adoptó en secreto para ocultar mi verdadera identidad. —Por eso, ¿lo odias? —preguntó Pedro significativamente. —¡Por supuesto que lo odio! —respondió Izan con indignación, apretando los dientes—. Nos abandonó a mi madre y a mí. Tuvimos una vida miserable y frustrante. Ahora solo me trata como el asistente de Enzo. No me resigno a estar siempre bajo su sombra. Quiero recuperar lo que me pertenece.—Está bien. Pedro movió la cabeza con satisfacción. —Si eres ambicioso, te ayudaré. Pero debes ser leal y obediente. Te ayudaré a conseguir el puesto que quieras y, si lo deseas,
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Capítulo 28
Ella era una de esas mujeres a las que no se podía olvidar fácilmente. Sin embargo, parecía que, después de solo una noche, el hombre que estaba delante suyo la había olvidado. ¿Acaso no era llamativa?—Me suena tu cara. Creo que hemos coincidido en algún lugar —dijo Pedro intentando recordar. —¡Ayer! ¡En el hospital! Curaste a mi abuelo, ¿lo recuerdas? —dijo la chica mostrando los colmillos por la ira. —¿Qué? Ah, ya lo he recordado: eres la hermana de Estrella. ¿Te llamas Diana, no es así? —dijo Pedro. —¿Quién es Diana? Me llamo Irene. ¡I-re-ne! Al escucharlo, la chica se puso como una furia. Prefería acelerar el coche para chocar con el hombre que estaba delante de ella. Desde que nació, nunca la habían ofendido tanto. ¡Qué cabrón! —Perdón, Irene. ¿Por qué me buscas? ¿Ha pasado algo? —preguntó Pedro, cambiando de tema a tiempo. —Por supuesto que ha pasado algo. Si no, ¿por qué querría pedirte ayuda? Sube rápido al coche. Mi hermana ha sufrido una enfermedad extraña y quiere ve
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Capítulo 29
— Lo siento mucho. Lo hice sin querer. Tan pronto como Pedro reaccionó, empujó a Estella. En su rostro se veía la vergüenza. El episodio ocurrió tan inesperadamente que no tuvo tiempo para pensar. —Nada. Es mi problema. Quizás el veneno es tan fuerte que no he podido controlarme —dijo Estrella, encantadora. Mientras hablaba, miró a Irene con enojo. Era una gran oportunidad para conseguir novio, ¿por qué Irene no lo entendía? ¿Por qué Irene no se fue directamente? ¿Por qué gritó? “Irene, ¡descontaré tu dinero de un mes!”, pensó Estrella. —Irene, sostén a tu hermana para que se tumbe en la cama primero —ordenó Pedro. —Por supuesto que lo haré. ¿Acaso quieres hacerlo tú? Irene puso sus ojos en blanco y luego sostuvo a su hermana, que tenía mala cara, hasta la cama. —Señora Flores, quítese la ropa y acuéstese boca abajo —dijo Pedro. —¿Quitarse la ropa? ¡Joder! ¡Eres un pervertido! ¿Todavía no abandonas tu intención malvada? Quien roba una vez, roba diez —saltó Irene con ira. —N
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Capítulo 30
— ¿Tienes alguna sugerencia? —preguntó Estrella. —Primero tengo que informarme sobre la situación y luego podré pensar en una solución adecuada. Señora Flores, permítame preguntar: ¿a dónde fue hoy? ¿A quién vio? —preguntó Pedro. —Hoy vi a Javier. Quedó conmigo para hablar de negocios y luego hablamos del socio, pero lo rechacé —respondió Estrella con honestidad. —¿Bebió algún vino que le ofreció? —siguió preguntando Pedro. —¡Claro que no! Javier tiene una ambición siniestra y siempre codicia las enormes riquezas de mi familia. Tengo cuidado con él. ¿Cómo podría comer y beber algo sospechoso? —dijo Estrella moviendo la cabeza de un lado a otro. —Hermana, según lo que has dicho, si no comiste ni bebiste, ¿cómo fuiste envenenada? — dijo Irene con dudas. —¿Cómo lo voy a saber? —dijo Estrella poniendo los ojos en blanco. —Señora Flores, cuando se encontraron, ¿olió o tocó algo especial? —preguntó Pedro tratando de que hiciera memoria. —¡Ay! Lo acabo de recordar: al principio cuando
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