En las fotos, Clara ya no era la misma.El pelo grasoso, los ojos apagados, sin rastro de esa inocencia que tanto fingía al principio.En esta vida también terminó cayendo en las drogas, y peor que antes. Más rápido, más hondo.Afuera, donde las leyes son más flojas, se volvió una adicta sin fondo.Ese día, bajo un sol brillante, di a luz a nuestros trillizos sin complicaciones.Tal como esperábamos, los tres eran varones.Hermosos, sanitos, con la misma cara de César.—Amor, fuiste tan valiente —me dijo, sonriendo de oreja a oreja.Estaba tan feliz que, sin pensarlo dos veces, puso millones a nombre de cada uno.Y armó una fiesta gigante, con medio mundo invitado, para celebrar la llegada de sus hijos.Mientras tanto, al otro lado del mundo, Nelson acababa de darle una golpiza a Clara.Ahora fumaba en el sofá, con la mirada vacía.En la tele, el noticiero hablaba de los trillizos de la familia Navarro.César aparecía en pantalla, feliz, rodeado de flashes y felicitaciones.Nelson mira
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