Al fin y al cabo, me criaron. No podía ser demasiado despiadada.Después de reflexionarlo, compré el boleto de tren y regresé cargada de regalos.Al llegar a la casa de los Delgado, un grito agudo me cortó el aire:—¡Lucas Delgado! ¿Qué pretendes? ¡Llevo a tu hijo en el vientre, no vine a sufrir maltratos!Me quedé paralizada. Camila, con su prominente vientre, escupía insultos a Lucas, quien, pálido de ira, solo atinaba a suplicar con voz temblorosa:—Cariño, cálmate... el médico dijo que el estrés daña al bebé...—¡Exijo ese abrigo! ¡Cómpralo ahora!—Camila... el próximo mes, ¿sí? Ya gasté mi salario.La vi agarrar a Lucas del brazo con furia:—¡Patético! Sigue siendo un teniente mediocre... ¿O acaso le diste el dinero a ella?El rostro de Lucas se demudó:—¡Jamás! Hace meses que no la contacto.—¿Me tomas por tonta? —aulló Camila, golpeándole el pecho— ¡Tus cartas secretas a Ana lo prueban! ¡Solo la amas a ella!Lucas, exasperado, gritó:—¡Te digo que no!Observé el espect
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